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Cuatro latinos que apuntan al Salón de la Fama de Cooperstown

Pensar en béisbol es hacerlo recordando los nombres de las piezas más importantes jamás vistas en la disciplina. En medio de tantos debates y temas subjetivos, una instancia es la que realmente determina cuán grande fue un pelotero: el Salón de la Fama de Cooperstown. El templo de los inmortales da la bienvenida año a año a los que son considerados los mejores elementos de su generación, una discusión que casi nunca encuentra detractores cuando de elegir a los nominados se trata.

En el caso de los peloteros latinos, el presente es lo suficientemente positivo para varios de ellos, algunos retirados y otros activos, para ver algún día la placa con su nombre en la tierra prometida de todos aquellos que hacen de la pelota su vida; sin embargo, cuatro casos particulares despiertan el interés por encima de otros.

Miguel Cabrera

Uno de os dos activos del conteo. El triple coronado es uno de los toleteros más prolíficos de su generación, uno de los bates más respetado y, por qué no, también temidos. Así lo demostró el venezolano desde que con apenas 20 años de edad vio acción por primera vez en la gran carpa, para aquel entonces (año 2003) con el uniforme de los Marlins de Florida, hoy Marlins de Miami.

Y el éxito tocó la puerta rápidamente. En la mencionada temporada del debut, el de Maracay mostró estar hecho para los grandes momentos. En el calendario de 2003, los peces avanzaron a la Serie Mundial, donde esperaban los Yanquis de Nueva York, sempiternos favoritos en la pelota norteamericana y dueños de 27 títulos de liga.

Pero el nombre poco pesó para Cabrera, quien, además de hacerse sentir con el madero frente a los de la Gran Manzana, se puso a valer millones de dólares al graduarse como pelotero importante al conectarle jonrón al mítico Roger Clemens.

Hoy, con 17 campañas a cuestas, las lesiones han hecho mella en su físico, uno que apunta al Salón de la Fama por todo lo alto. Para la fecha, el venezolano ostenta cuatro títulos de bateo, todos con los Tigres de Detroit, con quien ve acción desde 2008, siete bates de plata, una triple corona de bateo, dos MVP, ocho reconocimientos como Jugador del Mes y ha sido convocado al Juego de Estrellas en 11 de las 17 temporadas que tiene en su haber.

Albert Pujols

Antes de que Cabrera fuera el mejor bateador de las Grandes Ligas, un mérito que hoy puede estar en el desempeño de tipos como Mike Trout o Bryce Harper, el nombre de Albert Pujols era sinónimo de béisbol. El dominicano, otrora inicialista de los Cardenales de San Luis y hoy en labores más comedidas y de bateador designado con los Angelinos de Los Ángeles, también parece tener su espacio reservado en Cooperstown gracias a su excelsa responsabilidad y respuesta con el madero.

El quisqueyano llegó dos años antes que el venezolano a la gran carpa, usando el uniforme de los pájaros rojos entre 2001 y 2011, donde vivió los mejores años de una carrera envidiable y que pocos seguramente lograrán alcanzar.

Novato del Año y tres veces MVP, Pujols tiene entre ceja y ceja los 700 jonrones de por vida en las mayores, pues sus más de 650 invitan a pensar que, al menos dos años de bateo regular y manteniéndose alejado de lesiones, harán posible un hito de solo pocos en el mundo de la pelota norteamericana.

Además, dejó hace un tiempo atrás las 2.000 carreas empujadas y 3.000 hits.

El dominicano suma dos anillos de campeón, ambos con San Luis, un título de bateo, un premio Roberto Clemente a la excelencia humana, dos Guantes de Oro, seis bates de plata y ha dicho presente en 10 ocasiones al Juego de Estrellas.

Alex Rodríguez

A pesar de su nacimiento en Nueva York, las raíces dominicanas de A-Rod le han permitido sentirse como un latino más en la gran carpa. Su talento fue innato, pero también sus malas decisiones, aquellas que podrían apartarlo de un camino soñado, pues sus números son de súper estrella, tal vez, el pelotero más completo de la década de 1990 e inicios del nuevo milenio.

Fueron 22 años de extensa carrera para el que durante mucho tiempo se consagró como el pelotero mejor pagado del mundo del béisbol, algo que concretó cuando alcanzó un acuerdo con los Rangers de Texas por 10 años y $252 millones.

Luego de un lento arranque en 1994 y algunos pasos tímidos en 1995, su campaña de explosión fue la de 1996, cuando con los Marineros de Seattle fue segundo en la votación a MVP. En aquel calendario, Rodríguez puso sobre la mesa números de hombre de élite, con un contacto de pocos, capacidad para ir más allá de una base, velocidad, poder y buen guante. Sin duda, la pieza con las mayores y mejores herramientas del momento, un pelotero que no defraudaría, aunque las sobras también formaron parte de su trayecto.

Tres veces MVP, dos Guantes de Oro, un anillo de campeón, un título de bateo, 10 bates de plata y en 14 oportunidades formando parte del Juego de Estrellas, todo es brillo hasta el momento, no obstante, pero de errores de enorme nivel podrían ser suficiente para que ese trayecto hacia el Salón de la Fama se traduzca en un desvío total.

En 2009 se le vinculó con el uso de sustancias ilícitas, algo que salió a la luz en el año 2009 y donde otros 103 peloteros fueron acusados. Tiempo después, admitió que usó esteroides entre 2001 y 2003. Pero lo peor vino después. En 2013, la Major League Baseball asomó su nombre con el uso de elementos para la mejora del rendimiento. Al verse como una pieza reincidente, el castigo fue enorme: 211 juegos, dando de baja el resto del mencionado almanaque y todo 2014.

David Ortiz

El fuerte toletero dominicano fue noticia en junio de este año por motivos fuera del béisbol. Mientras se encontraba en un bar de su natal República Dominicana, el exjugador de los Medias Rojas de Boston recibió un disparo en la espalda, hecho que puso en peligro su vida, por el error de un sicario que se disponía a hacer justicia con sus propias manos.

Pero si se apunta a su leyenda en la pelota, lo del “Big Papi” es excepcional.

Aunque las primeras seis de sus 20 campañas en las mayores las disputó vistiendo los colores de los mellizos de Minnesota, su verdadera estrella brilla en Massachusetts, donde se convirtió en el pelotero más querido de los patirrojos.

Allí fue partícipe del título de 2004, acabando con una maldición que inició con la pasada corona en 1918.

Fue top 5 rumbo al MVP en cinco ocasiones, premio que no alcanzó al tratarse de un bateador designado, labor que hasta hace poco se veía incompleta en el mundo de las mayores; sin embargo, en cuanto a su aspiración de estar en el templo de los inmortales, la reciente exaltación de Edgar Martínez, tal vez el mejor bateador designado de la historia, se traduce en un guiño a lo que podría lograr a corto plazo.