En tiempos del coronavirus seguir trabajando es un privilegio y hacerlo desde casa es una fortuna. Esa, sin embargo, no es la dicha de muchos trabajadores latinos que hacen la limpieza, adornan los jardines, cocinan en los restaurantes órdenes para llevar, son guardias de seguridad, obreros de la construcción, trabajan en los supermercados o son jornaleros.
Ellos no pueden acogerse a la recomendación de quedarse en casa ni dejar de utilizar el transporte público, donde no siempre es posible practicar el distanciamiento social para reducir el contagio del coronavirus. ¿Cuántos de ellos se están infectando o ya están enfermos en el área metropolitana y en el país? Imposible saberlo con exactitud.
Los más aproximados son los datos de DC: de los mil 523 casos positivos hasta la mañana del jueves, 169 (11%) respondieron a esta minoría; no obstante, esta cifra no es ajustada a la realidad, porque se desconoce la etnia de 550 (36%) personas. Virginia solo reporta cifras de blancos (25.8%) y afroamericanos (15.2%) de los más de 4.042 infectados, mientras en Maryland, más de 80 delegados firmaron una carta pidiendo que la lista de portadores incluya el grupo racial.
“En medio de esta crisis es importante asegurar que se tomen en cuenta las desigualdades sanitarias en tiempo real, para que nuestras autoridades locales y estatales sepan dónde están las comunidades de alto riesgo para llegar con la ayuda”, reza la carta escrita por los delegados de Maryland.

ETL – Olga Imbaquingo
TRABAJADORES. Obreros como Jerson Méndez (der) y Jairo Reyes están en la lista de trabajadores indispensables durante la pandemia del coronavirus. | FOTO: Olga Imbaquingo
En el frente de batalla
Sin duda, “los latinos están en el frente de batalla, porque son quienes desinfectan los edificios y sus tareas son consideradas esenciales”, dijo Jaime Contreras vicepresidente del sindicato 32BJ, que representa a 21 mil trabajadores de seguridad y limpieza de aeropuertos, edificios comerciales y escuelas en el área metropolitana. De ellos 11 mil son obreros de la limpieza y su abrumadora mayoría (el 95%) es latino. Aparte del acecho del coronavirus, según Contreras, sobre ellos flotan las sombras del despido y el desempleo.
Los latinos con baldes de agua sobre ruedas y trapeadores, algunos con mascarilla y guantes, siguen limpiando; otros cargan rollos de alfombras y tarros de pintura para dejar como nuevos los departamentos. A esas labores estaban entregados el pasado sábado Jairo Reyes y Jerson Méndez en el área del Waterfront del Distrito de Columbia. “Tenemos miedo de contraer el virus, pero si no se trabaja no se come”, dijo Reyes y Méndez completó el resto:
“No puedo quedarme en casa, tengo tres hijos, la renta y los otros gastos no pueden esperar”.
Los dos aseguraron que cuando llegan a casa dejan los zapatos afuera, se desinfectan y se lavan las manos. Lo demás no está en sus manos, porque, según Méndez, “casi es un milagro encontrar trabajo y hay que hacerle a la lucha, no espero nada del gobierno y no puedo ver a mis hijos sufrir”.

Cortesía Erika Romero
LATINOS. Trabajadores latinos que laboraban desinfectado el edificio postal, junto a Union Station, fueron despedidos. | FOTO: Cortesía Erika Romero
Los que sufren en silencio
Se dice que al virus le atraen los ricos y los pobres por igual. De eso no está tan seguro Carlos Catillo, presidente de Trabajadores Unidos de Washington, DC, lo que sí sabe es que las consecuencias la están pagando con creces los pobres. Entre los más olvidados de esta pandemia están los jornaleros, a los que él representa, y ni siquiera es posible conocer si están infectados.
“Sufren en silencio, no hay como llamarlos, se quedaron sin trabajo y no pueden pagar sus teléfonos de prepago. No sé cómo irán a cubrir la renta de un cuarto en un sótano, del sofá de una sala y hasta de un closet donde duermen”. Primavera es la época de bonanza para los jornaleros. Hasta Home Depot, en la avenida, Rhode Island, unos 200 latinos por día van con la esperanza de ser contratados. El gran almacén de construcción sigue abierto, pero Castillo asegura que no llegan ni 30, no tanto por el miedo al virus, sino porque no hay trabajo y no tienen para los pasajes. Trabajadores Unidos tiene una lista de 400 jornaleros, a quienes les están enviando las direcciones donde hay comida gratis, pero no se sabe si sus celulares están activos.
Si a los jornaleros la pandemia los está dejando totalmente vulnerables, a las empleadas domésticas también. El Concejo Municipal de DC, las borró de la lista de alivio económico creado para atemperar la crisis causada por esta crisis. “Estas trabajadoras en DC son mal pagadas y desprotegidas y sin soporte financiero se la estaría obligando a elegir entre su salud o la comida”, dijo Rocío Ávila, directora de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas. “Las dificultades para poner una sopa en la mesa o quedarse sin un techo son reales”, según Ávila.
Erika Romero y Norma Ferrufino están en el grupo de fragilidad extrema. Las dos trabajaron por más 18 y 28 años, respectivamente, limpiando el edificio del correo junto a Union Station.
Además del miedo a la pandemia ahora les aterra el desempleo, el pasado jueves la compañía para la que trabajaban las despidió. “Nos trataron como objetos sin valor, sin tomar en cuenta que somos seres humanos”, dijo Ferrufino. Un total de 24 trabajadores, todos latinos, fueron despedidos.
El sindicato de Contreras emprenderá acciones legales en su defensa.
El teletrabajo es una ficción
En el área metropolitana, algunos condados están incluyendo a los indocumentados en el paquete de alivio económico. Montgomery en Maryland es uno de ellos: cinco millones de dólares para asistir a los más vulnerables, pero no es suficiente, por eso pedirles a los obreros pobres trabajar desde la casa es una quimera; ese lujo, según la Oficina de Estadísticas y Empleo, solo es posible para 16 de cada 100 latinos.
“Nuestro debate sobre el virus está manchado de elitismo económico”, escribe el columnista de The New York Times, Charles M. Blow. “Esos comentarios sobre buses atestados, aglomeraciones de repartidores de comida en la puerta de los restaurantes y esos reproches porque los afroamericanos y gente no blanca no se quedan en casa es fácil hacerlos desde el encierro en una casa cómoda con suficiente dinero y comida”.
A pesar de que estos trabajadores están allí, son invisibles. A la hora de repartir los beneficios vuelve a tomar forma el descarnado relato de Charles Dickens de sus “Dos ciudades”, sus dos mundos: el uno saludable y acomodado; el otro humilde, pobre y con códigos postales malditos. Así son Corona y East Elmhurst en Nueva York, donde el coronavirus se está cebando con la clase trabajadora “esencial”. Si a Washington, DC le llega su hora, no será muy diferente.
“Como casi todo en la sociedad va a ser más desfavorable para los pobres, vulnerables y marginados; sin duda ellos están en las comunidades de color (negros, latinos e indígenas nativos)”, le dijo al USA Today Ashwin Vasan, experto en salubridad y profesor de Columbia University. De allí la importancia de saber quiénes son y de dónde vienen los que se están contagiando y muriendo por la peor catástrofe sanitaria en los últimos 100 años.
Albañiles en acción
Mientras los gobernadores no declaren que el trabajo de la construcción no es esencial en tiempos del coronavirus, los albañiles siguen trabajando en primera fila. Si todas las compañías están al pie de la letra siguiendo el protocolo de distanciamiento social y entregando material de protección a los obreros es imposible saberlo.
Al menos para los 800, de ellos el 90% latinos, que están protegidos por el sindicato de la Local 1 de Briklayers and Allied Craftworkers (albañiles y oficios afines) hay buenas noticias: si alguno de ellos se contagia con el coronavirus, el sindicato les cubrirá todos los gastos y les pagará 400 dólares semanales por los 15 días de cuarentena, informó Pedro Clavijo y secretario y tesorero de ese sindicato que abarca a obreros de Maryland, Virginia y Washington DC.
“Estoy haciendo recorridos todos los días, veo que las compañías sí les están dando material de protección, pero a veces es imposible laborar separados, especialmente los que trabajan en piedra lo deben hacer en parejas”, dijo Clavijo, quien hasta el domingo no tenía reportes de algún obrero enfermo, pero la mañana del martes uno de ellos llamó a decir que tenía síntomas que podrían ser del coronavirus.
Si alguno de estos trabajadores por motivos de salud se obligado a ausentarse hasta por 26 semanas, el sindicato le seguirá pagando 400 dólares semanales. De llegar a ser despedido, hay un fondo de ahorro que pasado los 30 días en el desempleo lo puede pedir de hasta 15.000 dólares, sin intereses, informó Clavijo. Este dirigente en los últimos días está observando que algunas compañías empiezan a recortar días u horas de trabajo y no todas las empresas les están dando máscaras y guantes. “Nosotros les llevamos jabón y ya pasamos una circular por escrito de los protocolos a seguir para minimizar el contagio”.
Estos beneficios para los indocumentados son inalcanzables y para muchos otros trabajadores que históricamente son mal pagados, como los que laboran en las industrias de hotelería y alimentos. El departamento de Trabajo y Estadísticas, sitúa a un 27% de latinos que ayudan a empujar esos negocios y que ahora están en el desempleo o en vacaciones forzadas por razones de la pandemia.
Batallas a pelear
Para los trabajadores, la batalla no es solo contra el coronavirus, también ahora deben sacar fuerza de donde no las hay para exigir un pedacito del pastel de los dos trillones que el gobierno aprobó hace menos de dos semanas.
Uno de esos grupos que no quiere que lo dejen al margen son los 125.000 empleados en todo el país, de ellos 20.000 en el área metropolitana, que trabajan en los aeropuertos. “Ellos mantienen las terminales aéreas, las pantallas de información, los asientos, los elevadores y los aviones limpios y desinfectados para reducir la transmisión del coronavirus”, dijo Contreras.
En una carta pública, este líder sindical casi implora que no los dejen en el olvido, porque una vez que se acaben las protecciones de despido, “la única certeza para ellos y sus familias será la falta de comida y un techo; aunque hay otra opción: que el Congreso apruebe un plan de beneficio para que esta masa laboral continúe operando cuando la crisis llegue a su fin.
Mientras el país contabilizaba hasta el viernes 10 de abril más de medio millón de contagiados y más de18.700 víctimas mortales del coronavirus, sobre el resto de la población, especialmente sobre los grupos económicamente vulnerables, se cierne otro factor en su contra, la salud.
Nada es casual, la salud va directamente atada a las condiciones económicas y sociales y la ecuación nunca falla: a más pobreza, más enfermedades y en edades más jóvenes. En la población afroamericana y latina la hipertensión, diabetes, problemas del corazón, dolencias cardiovasculares y obesidad se ensañan. Estos males crónicos son factores de mayor riesgo que podrían recrudecer los síntomas del coronavirus y mandar a los contagiados a un hospital.
Según el Centro de Estadísticas para la Salud, la obesidad entre los latinos es del 41% entre los hombres y el 48% entre las mujeres. La hipertensión golpea a 20 de cada 100 hombres hispanos y a 25 de cada 100 mujeres. Y hay más: el 20% de los mayores de 60 años no tienen ningún tipo de seguro médico y esto en tiempos de coronavirus es un coctel explosivo.
“Me encantaría estar en mi casa, pero tengo que venir a trabajar”
Por Ivonne Alemán Zanatta – El Tiempo Latino
Candy Martínez, de 48 años y de República Dominicana, trabaja todos los días en uno de los edificios de oficinas de la capital. Ella es una trabajadora esencial porque se dedica a la limpieza y su turno es de 6:30 a.m. a 3 de la tarde.
“Me protejo con los guantes, la mascarilla, uso el ‘hand sanitizer’ y uso las toallitas con jabón. Cuando llego a la casa, desinfecto los zapatos, la ropa y luego hago gárgaras de agua tibia con vinagre y sal. Darme una ducha y me tomo un té caliente. También me preparo sopas. Trato de andar hidratada, tomar muchos líquidos”, dijo Martínez cuando la entrevistamos en su lugar de trabajo, al final de su turno.
Candy sufre de alergias y asma, así que está dentro del grupo de personas en alto riesgo para contraer el virus. “Cuando tomo el metro, trato de meterme al vagón donde no haya muchas personas; y si tomo el bus, igual, escojo el lugar donde haya menos gente”.
La dominicana tiene 2 hijas y una pequeña nieta de solo un año de edad. “Con ellas nos comunicamos por video llamadas”.
Martínez mencionó que trata de mantenerse informada y al día sobre cómo estar protegida del Covid-19. “La compañía nos envía emails todo el tiempo y como sabemos la rutina del trabajo, por ahora no podemos preparar el café ni tampoco nada del agua con frutas que usualmente preparamos todos los días. Limpiamos las oficinas, las mesas, las sillas, recogemos la basura”.
“Quiero enviarle un mensaje a nuestra comunidad”, dijo con profunda seguridad y agregó: “nosotros los latinos nos enfocamos siempre en el dinero, pero la semana pasada yo perdí un tío que vivía en Nueva York por culpa del coronavirus. Él vivía solo en un asilo de ancianos. Mi tío tenía 76 años. Así que les digo, el virus no es un juego”.
“Lo difícil de este virus es que no le podemos dar el último adiós a nuestros seres queridos. Tengo entendido que nosotros que estamos en DC no podemos subir a New York para que nos entreguen las cenizas de nuestro familiar. Nos han dicho que le van a hacer un video cuando lo trasladen a la funeraria antes de cremarlo”.
“Entonces, ¡cuídense! Lávense muy bien las manos con jabón, si pueden cada 15 minutos. Recuerden, cada vez que lleguen de la calle, lávense las manos”.