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REINVENCIÓN. “Ninguno de nosotros esperábamos esta situación. Sin embargo, tuvimos que reinventar el negocio”, explicó Ali Arellano, co-propietario junto a Gabriela Febres de ArepaZone. | FOTO: Cortesía del restaurante



REINVENCIÓN. “Ninguno de nosotros esperábamos esta situación. Sin embargo, tuvimos que reinventar el negocio”, explicó Ali Arellano, co-propietario junto a Gabriela Febres de ArepaZone. | FOTO: Cortesía del restaurante

APOYO. El chef Víctor Albisu dueño de Taco Bamba, afirmó que la transición ha sido dura pero los vecinos han apoyado a sus restaurantes. | FOTO: Cortesía del restaurante



APOYO. El chef Víctor Albisu dueño de Taco Bamba, afirmó que la transición ha sido dura pero los vecinos han apoyado a sus restaurantes. | FOTO: Cortesía del restaurante

CONTRATANDO. Giuseppe Lanzone, co-propietario junto con su hermano, Mario, de Peruvian Brothers, afirmó que su negocio sigue “contratando poquito a poco”. | FOTO: Cortesía del restaurante



CONTRATANDO. Giuseppe Lanzone, co-propietario junto con su hermano, Mario, de Peruvian Brothers, afirmó que su negocio sigue “contratando poquito a poco”. | FOTO: Cortesía del restaurante

TURISMO. “Cuando sea el momento adecuado, le recordaremos a todos que DC sigue siendo una ciudad que ofrece algo para todos”, dijo la alcaldesa Bowser. | FOTO: Evelyn Hockstein — For The Washington Post



TURISMO. “Cuando sea el momento adecuado, le recordaremos a todos que DC sigue siendo una ciudad que ofrece algo para todos”, dijo la alcaldesa Bowser. | FOTO: Evelyn Hockstein — For The Washington Post

WASHINGTON.— La pandemia del COVID-19, desatada hace seis meses, prácticamente ha diezmado la industria de restaurantes pero, en el área de Washington, muchos propietarios latinos han recurrido al ingenio para sobrevivir la tormenta. La consigna para muchos ha sido “reinventarse o desaparecer”.

Basta un recorrido por algunos sectores de Washington para constatar la devastación causada por la pandemia: negocios cerrados con candado o, si están abiertos, tienen un reducido número de mesas.

Cumbias, norteñas o baladas suenan desde un altavoz en un restaurante sin clientes y donde un puñado de empleados febrilmente prepara las órdenes para llevar. Desde un bar desierto, el silencio magnifica el paso de las manecillas de un reloj.

En ocasiones, un puñado de clientes entra a recoger sus pedidos, todos con mascarillas y guardando sana distancia. Con suerte, el número de clientes aumenta durante los fines de semana.

Es que la pandemia obligó al cierre de miles de negocios y despidos masivos en todo EEUU, generando una recesión económica que disparó la tasa de desempleo al 10,2%, según datos del Buró de Estadísticas Laborales.

En el área de la capital estadounidense, los restaurantes que permanecen abiertos lo hacen por la gracia de órdenes para llevar o de entrega a domicilio, ya sea mediante empresas como Uber Eats, GrubHub, DoorDash y Postmates, o con sus propios choferes.

También accedieron a los millonarios préstamos que autorizó el Congreso para ayudarlos a cubrir sus gastos de alquiler, salarios, y demás costos operacionales.

“Reinventarse o desaparecer”

El Tiempo Latino consultó a varios dueños de restaurantes para entender cómo han logrado capear la tormenta en los últimos seis meses: todos coincidieron en que ya nada es igual y, a la espera de un retorno a la vida antes del COVID-19, han tenido que adaptarse a un nuevo modelo de negocios.

“Ninguno de nosotros esperábamos esta situación. Sin embargo, tuvimos que reinventar el negocio, porque el reto ha sido reinventarse o desaparecer. Tuvimos que acondicionar el restaurante para cumplir con las regulaciones del gobierno”, explicó Ali Arellano, co-propietario junto a Gabriela Febres de ArepaZone, un restaurante en el centro de la ciudad.

“Al principio todo fue lento, pero después de seis meses de esto, la clientela empieza a salir a las calles otra vez. Sigue lento el negocio, pero hemos estado activos en Facebook y las demás redes sociales para que la gente sepa que estamos abiertos, y por ahora solo hacemos entrega de puerta a puerta”, agregó.

Según Arellano, su negocio recibió ayuda durante tres meses del programa humanitario del chef José Andrés, World Central Kitchen, y fue “una tabla de salvación, porque el restaurante estaba bien vacío”.

En la actualidad, la ciudad se encuentra en la “fase dos” de reapertura de negocios, por lo que muy pocos restaurantes abren sus puertas para servicio en las mesas y, si lo hacen, es con medidas de sana distancia social, o con mesas afuera del negocio.

Los empleados usan mascarillas, guantes y desinfectantes, y han tenido que asumir nuevas tareas, haciendo las veces de choferes para la entrega de órdenes en casa.

“Vivimos con las mascarillas puestas, con desinfectantes, limpieza constante de los mostradores, es parte de cuidarnos todos, de sentido común. Aunque ya estemos cansados de estas mascarillas, son parte de la vida”, enfatizó Arellano.

Por su parte, el chef Víctor Albisu, dueño de los cinco restaurantes Taco Bamba, afirmó que la transición ha sido dura pero se siente bendecido por estar “en barrios que nos han apoyado, que nos ayudan a resistir” el descalabro económico.

“Nos convertimos en un negocio completamente de entrega a domicilio, y es algo muy distinto porque antes el restaurante estaba siempre lleno, con mucha energía. Ofrecemos un menú distinto en cada sitio y queremos que la gente se sienta a gusto… solo así hemos podido hacer frente a todo esto”, enfatizó Albisu, quien emplea a unos 200 trabajadores.

Consciente de que muchos negocios cerraron para siempre, Albisu dijo que adaptó sus servicios a zonas residenciales pero, por cautela, prefiere esperar un poco más antes de reabrir para comer en los restaurantes.

En cuanto a la moral de su equipo, Albisu señaló que sus empleados son “como una familia que atraviesa unida las dificultades, y por eso nuestra energía y propósito siempre han sido fuertes, quizá más que nunca”, manifestó.

“Creo que eso nos ha permitido navegar estas aguas tormentosas. Estoy muy agradecido de poder mantener a mi equipo, porque el golpe inmediato fue muy duro, y el préstamo del gobierno nos ayudó a no despedir a nadie. Este es nuestro sueño… vendemos comida a precio módico para familias que luchan, por eso para nosotros más que un trabajo es también un servicio”, enfatizó.

Mientras tanto, Giuseppe Lanzone, co-propietario junto con su hermano, Mario, de los restaurantes Peruvian Brothers, afirmó que, pese a ser una “época difícil”, su negocio de comida criolla sigue “contratando poquito a poco”.

“Obviamente los números no son como eran antes, pero siempre pensamos en cómo podemos salir adelante. Nuestra misión es velar por la salud de nuestro equipo y ofrecer a nuestros clientes comida exquisita y con el mejor control de calidad y seguridad”, subrayó.

Para los Lanzone, la pandemia fue especialmente cruel porque recién en febrero abrieron su restaurante estrella en DC, y con el coronavirus “todo se cayó”, por lo que también tuvieron que reinventarse, promoviendo ofertas familiares, cupones de descuento, y entrega a domicilio.

Su negocio, que comenzó hace siete años literalmente sobre ruedas vendiendo comida en un camión, generó buena prensa a través de una campaña humanitaria que repartió 10 mil 400 porciones de comida al personal de salud en la primera línea en la batalla contra el coronavirus. La misión se llevó a cabo en 15 hospitales y centros médicos en toda el área, entre éstos la Clínica del Pueblo, en DC, y los hospitales de Inova en Fairfax y Alexandria, en Virginia.

Además, el internet les ha ayudado a aumentar las ventas de su empresa Hot Sauce, dijo Lanzone, cuyo negocio incluye ahora tres camiones de comida, dos restaurantes y un servicio de catering.

Ninguno de los negocios contactados tuvo que recortar su planilla laboral, aunque algunos redujeron las horas durante el primer mes de la pandemia. Comparten, además, una mezcla de ansiedad y optimismo cauteloso ante un futuro imprevisible.

Una industria diezmada

La industria del turismo, que incluye a hoteles y restaurantes, ha sido una de las más golpeadas, en una ciudad cuya economía depende del turismo nacional e internacional.

En 2019, la capital tendió el rótulo de bienvenida a 22,8 millones de turistas provenientes de otros estados y que en su conjunto aportaron $8 mil 200 millones en la economía y así apoyaron 78 mil 266 empleos, según la organización Destination DC, que promueve el marketing de la capital.

Ese año trajo una bonanza para el Distrito de Columbia, tomando en cuenta que el gobierno local recabó $898 millones en impuestos locales.

Pero la pandemia partió en dos la vida en Washington: el antes, caracterizado por la ebullición de la economía, y el ahora, marcado por la ansiedad e incertidumbre.

Para mediados de abril pasado, por ejemplo, el 38% de los restaurantes cerró sus puertas, y unos 25 mil empleados fueron despedidos o sufrieron recorte de horas y salarios.

Entre el 8 de marzo y el pasado 22 de agosto, el gasto de los turistas bajó un 83%, o $5 mil 600 millones, en comparación con 2019.

Ahora, según las proyecciones económicas para todo 2020 de Destination DC, la capital sufrirá una baja del 53% en el número de visitantes nacionales, lo que equivale a un total de cerca de once millones.

Navegando la tormenta

Aún así, Elliott L. Ferguson, presidente y principal ejecutivo del DDC, dijo este miércoles, durante una presentación virtual ante mil personas, que la ciudad sabrá navegar la tormenta, especialmente si se logra una vacuna contra el coronavirus para comienzos del próximo año, y si la recesión no se agrava.

Bajo esas condiciones, el número de turistas nacionales podría trepar a los 20 millones para el año 2022. Cabe recordar, dijo Ferguson, que al sector turístico le tomó una década recuperarse de los atentados terroristas del 9/11.

“Sentamos alto el listón con diez años de crecimiento consecutivos antes de que la pandemia nos cambió las cosas y, como podemos esperar, este año no se verá bien. La clave será asegurar los fondos para promover nuestro destino (turístico) cuando el momento sea apropiado… centrando la atención en las medidas de seguridad que la ciudad y la industria han adoptado”, enfatizó.

Como medida de precaución, la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, ordenó el pasado 16 de marzo el cierre de restaurantes y bares y, desde entonces, el sector aparcó las metas de crecimiento para centrarse exclusivamente en la supervivencia.

En el mismo encuentro, Bowser destacó la “resiliencia” -o capacidad de enfrentar y superar adversidades- de los capitalinos, y vaticinó que el turismo y todo el sector hospitalario regresarán “mejor que antes”.

“Cuando sea el momento adecuado, le recordaremos a todos que DC sigue siendo una ciudad que ofrece algo para todos, ya sea que vivan, trabajen, o visiten” la ciudad, afirmó Bowser.

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