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El Tiempo Latino, la voz de los nuevos inmigrantes

El diario nació en marzo de 1991, en una época clave para los refugiados centroamericanos. Los inmigrantes de Washington necesitaban una voz hispana en una época de convulsión

DISTURBIOS. Saqueos, violencia y caos se vivió en los Disturbios de Mount Pleasant. La imagen fue tomada por Rafael Crisóstomo. | FOTO: RAFAEL CRISÓSTOMO para ETL

Por Milagros Meléndez - ESPECIAL PARA EL TIEMPO LATINO

INICIOS. Armando Chapelli, primero al extremo derecho. De izq. a der.: Rafael Crisóstomo, Zulema Tijero, Santiago Távara, Carlos Cabán y Diana Levine, en 1991. | FOTO: Archivo ETL

Tres décadas haciendo periodismo, cubriendo hechos históricos, educando, sirviendo a la comunidad y siendo parte de miles de hogares inmigrantes en el área de Washington tuvieron su inicio con una plática, en una tarde de invierno al inicio de 1991, entre el empresario cubano Armando Chapelli y el joven editor puertorriqueño Carlos Cabán.

Chapelli, dueño de The Washington Consulting Group, compañía controladora de tránsito aéreo, tenía una pasión por la política y un interés por servir a una nueva ola de inmigrantes que llegaba a la capital de la nación.

Cabán había sido el editor del único periódico independiente El Latino, que cerró sus puertas a fines de 1990, dejando un vacío en la comunidad.

El país y el mundo vivían hechos históricos y Centroamérica sufría el embate de las guerras y el éxodo hacia los Estados Unidos.

“La guerra del Golfo recién había terminado, un par de años antes había caído el Muro de Berlín y las guerras del Oeste y Rusia se peleaban en Centroamérica”, recordó Chapelli, ex dueño de El Tiempo Latino.

“Hubo un éxodo de salvadoreños, que huían de su país, buscando refugio en Washington. Llegaban en miles, pero no tenían una voz”, agregó el empresario, quien 30 años antes también había escapado de su isla natal junto a su madre y hermana, superando las barreras de inmigrante.

“Por mucho tiempo dormíamos en el sofá de la casa de nuestro familiar”, dijo al señalar que llegando a los 14 años sin saber una palabra de inglés pudo tener éxito por las oportunidades que se abrió.

Con la llegada de miles de refugiados centroamericanos el rostro de la migración latina en Washington estaba cambiando. En los 70s, eran puertorriqueños, cubanos y sudamericanos la mayoría de los que emigraban a la capital de la nación.

Cabán y un equipo de periodistas, administradores y vendedores, vieron desaparecer El Latino de una manera repentina cuando se fue a la quiebra.

“Chapelli me contactó y hablamos de lanzar una publicación con el equipo que ya teníamos del antiguo periódico. Había que cubrir una necesidad importante en la comunidad inmigrante”, contó Cabán, quien había estudiado Gobierno y Relaciones Exteriores, y trabajado en The Washington Post y El Clarín de Argentina antes de ser editor de El Latino.

En espacio de días el equipo puso manos a la obra bajo el financiamiento de Chapelli, con una inversión de $300 mil y menos de 10 personas.

En días se preparó la primera edición, que salió el 22 de marzo de 1991 en blanco y negro.

Los fundadores de El Tiempo Latino tenían el ideal de convertir al periódico en un puente entre la comunidad y los medios en inglés. “Queríamos ser ‘the bridge to the mainsteam media’”, expresó Chapelli.

Seis semanas después el periódico cumplía ese cometido de manera fortuita, cuando ocurrieron los “Disturbios de Mount Pleasant”.

La noche del 5 de mayo de 1991, luego de una celebración en la calle por la fiesta del Cinco de Mayo, Angela Jewell, una oficial de policía novata del Departamento de Policía Metropolitana de Washington, DC y de ascendencia afroamericana, intentó arrestar a un salvadoreño, bajo los cargos de desorden público.

Daniel Enrique Gómez estaba ebrio. En el altercado la oficial disparó en el pecho al hombre, quien quedó paralizado, pero sobrevivió a la herida.

Mientras estaba esposado, multitudes, la mayoría adolescentes y jóvenes adultos, se formaron y comenzaron a atacar a la policía, librando batallas callejeras.

Lo que siguió después fue el caos durante tres noches, con la quema de patrullas y autos, saqueos y múltiples arrestos.

Al principio, la alcaldesa del distrito, Sharon Pratt Dixon — quien reemplazó al ex-alcalde Marion Barry, tras su arresto por el uso y posesión de cocaína— le dijo a la policía que se abstuviera de realizar detenciones porque temía que esto pudiera contrariar a la multitud y provocar más violencia.

La turba se disipó en el primer día tras caer la lluvia y miembros de la policía se reunieron con líderes emergentes en la comunidad. Sin embargo, los jóvenes regresaron por la noche y los enfrentamientos fueron mayores.

La violencia se aplacó en la tercera noche tras implementarse un toque de queda y arrestar a decenas.

“Nosotros, estábamos en el centro. Nuestra oficina quedaba a dos cuadras de los disturbios en la calle Champlain y tuvimos una amplia cobertura”, expresó Cabán, quien trabajó para el periódico hasta 1997. Luego prestó servicio en el Herald de Miami, Nuevo Día de Puerto Rico y por dos décadas en ESPN.

El Tiempo Latino se convirtió en ese puente entre las comunidades inmigrantes y de habla en inglés. “Los grandes medios como el Washington Post, los canales de televisión, nos buscaban para ser esa voz que ayudara a entender lo que estaba pasando”, expresó Chapelli, quien recuerda aparecer en varios canales de televisión y medios escritos.

CONFLICTO. La tensión entre la comunidad inmigrante y la Policía era creciente. En esta foto tomada tras los disturbios de Mount Pleasant en 1991, se lee el cartel “Civilicen a la Policía”. | FOTO: RAFAEL CRISÓSTOMO para ETL

Necesidad de ser escuchados

Los disturbios fueron un reflejo de la tensión que se vivía entre la comunidad inmigrante emergente y la fuerza policial. A raíz de estos hubo un diálogo y toma de acción para servir mejor a una comunidad emergente.

“Había un clamor en la comunidad que buscaba ser escuchada y atendida. Producto de los disturbios se formó el Comité de Derechos Civiles ‘Task Force’ que permitió el fortalecimiento de instituciones que ahora florecen como la Escuela de Educación de Adultos Carlos Rosario, antes Gordon Center; Centronía, antes Calvary; la Clínica del Pueblo, el Centro Latinoamericano de la Juventud y el Centro de Recursos Centromericanos (CARECEN)”, dijo el periodista peruano Santiago Távara, quien trabajo varios años en el periódico desde sus inicios cuando él tenía pocos años de graduado en periodismo.

Tras este evento El Tiempo Latino tomó realce. “Nos hicimos conocidos no sólo a nivel local, sino nacional”, indicó Chapelli.

FESTIVAL. Esta foto histórica muestra el primer Festival Latino realizado en la Avenida Pensilvania, en los años noventa. | FOTO: RAFAEL CRISÓSTOMO para ETL

Comienzo difícil, pasión y crecimiento

Como todo emprendimiento, al principio fue difícil, dijo Cabán. “Los tres primeros meses fueron duros, pero perseveramos, poniéndole pasión y dedicación, como todos los que han trabajado en El Tiempo Latino lo han hecho y eso se refleja en el producto”, dijo.

Luego vinieron las cuentas de avisos nacionales y alianzas con embajadas. “Yo tuve que invertir más dinero, pero luego conseguimos publicidad nacional con grandes firmas”, expresó Chapelli.

El periódico creció, convirtiéndose en el líder de mercado en el área, con un número de lectores creciente y con reconocimientos a nivel nacional, ocupando el puesto de Mejor Periódico en Español durante varios años consecutivos.

Por El Tiempo Latino pasaron periodistas que se lanzaron a otros mercados como Marcela Sánchez, Begonia Gutiérrez, Almudena Colatraba; los fallecidos Guido Bolaño y Boris Flores. Miguel Guilarte permaneció como editor de deportes por 18 años, desde 2000 al 20018.

“El Tiempo Latino ha sido una parte muy importante de mi vida y la de mi familia en este país. A mis ex compañeros de todas las épocas los llevo en un lugar muy importante en mi corazón por todas las vivencias que compartimos en las buenas y en las malas.

Los quiero como a mis hermanos y deseo lo mejor para ellos y que sigan los éxitos en las próximas tres décadas por venir”, expresó.

También pasaron fotógrafos como Jeff Kline, Héctor Emanuel y Rafael Crisóstomo. “Mi tarea era estar en la calle y conseguir ‘el fotón y notón’ para abrir el periódico”, contó Crisóstomo, quien estuvo desde los inicios con El Tiempo Latino hasta mediados de los noventa.

José Luis Argueta, tiene casi tres décadas en el periódico y permanece como freelance. Hizo la cobertura completa del Mundial 94, en Estados Unidos y cuenta con una gama de historias en imágenes.

Editores como David Hall y Alfonso Aguilar, tuvieron un paso de meses. Ramón Jiménez se mantuvo varios años y fue un puente importante con la comunidad salvadoreña.

FUNDADORA. Zulema Tijero, la vicepresidenta ejecutiva de ventas y publicidad ha estado desde el nacimiento del periódico y pasado por todas las etapas de este. | FOTO: Archivo ETL

“La reina de El Tiempo Latino”, Zulema Tijero por 30 años

El ex dueño del periódico, Armando Chapelli llama a Zulema Tijero, “la reina de El Tiempo Latino”.

La vicepresidenta ejecutiva de ventas ha estado desde el nacimiento del periódico y pasó por todas las etapas de este.

“En marzo de 1991 respondí a un anuncio en The Washington Times buscando un ‘vendedor bilingüe’ en un periódico en español. No sabía que al responder a tan pequeño anuncio impactaría no solo mi vida laboral, sino la vida de tantos otros. Ahora, exactamente 30 años después, estoy asombrada, orgullosa y feliz de celebrar todo lo que El Tiempo Latino ha significado para mí y nuestra comunidad”, expresó Tijero.

Zulema ha experimentado todas las etapas vividas en este medio y los retos a los cuáles se ha enfrentado. “Ha permanecido la perseverancia, la creatividad y el valor de un equipo en evolución a través de varios propietarios, el auge y la caída de la economía nacional, los desafíos y oportunidades presentados por la revolución digital, y ahora incluso la pandemia del COVID-19”.

Como hija de padres inmigrantes, criada por una madre soltera trabajadora, Tijero dijo que luchó con problemas de identidad y autoestima, que El Tiempo Latino le devolvió. “Me mostró que estaba bien hablar español, estaba bien ser yo. Trabajar con nuestra comunidad a través de El Tiempo Latino ha sido un honor en mi vida y por mucho he puesto mi corazón en ello, he recuperado mucho más”, señaló.

“Conectarnos con la gente, las muchas historias que hemos publicado, trabajar con organizaciones sin fines de lucro, generar confianza e integridad, 30 años cumpliendo nuestra misión de servir a la comunidad, esto es lo que creo que seguimos haciendo”, puntualizó.

Era Washington Post

A partir de 2000 se produce un enorme crecimiento en el periódico. Chapelli, contrata al periodista Alberto Avendaño como editor adjunto y director. Se experimenta una etapa de éxitos periodísticos y alianzas históricas.

“En 2001 establecí una alianza editorial con The Washington Post y, junto a la directora de publicidad Zulema Tijero, nos convertimos en el dúo dinámico que hizo posible periodismo de calidad y la solvencia económica de la publicación”, contó Avendaño, quien permaneció con este medio hasta fines de 2016.

El crecimiento fue tan grande que los directivos de The Washington Post decidieron comprar El Tiempo Latino. “Cuando el Post nos compra, el 17 de mayo de 2004, fue un momento histórico para la prensa latina y un orgullo para todos”, dijo Avendaño.

“Mi mayor orgullo es haber trabajado con grandes periodistas y un equipo tan pequeño como sobresaliente. No conseguimos todo lo que queríamos, pero dejamos claro que una prensa latina comprometida con su comunidad puede ser un buen negocio que da trabajo a buenos profesionales. Ahora hay tantos o más retos que entonces. Sí se puede”, dijo Avendaño, quien reside en su natal España.

En ese entonces, la argentina Paula Andaló, con amplia trayectoria en El Clarín, de Argentina y la Organización Panamericana de la Salud también llegó a El Tiempo Latino.

Trabajó como jefa de redacción desde enero 2006 hasta octubre 2013. “Trabajé con un grupo de periodistas y fotógrafos de alta calidad. Grandes profesionales con los que El Tiempo Latino se convirtió en lo que sigue siendo hoy: el mejor semanario en español del país”, dijo.

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Nuevo aire

En diciembre de 2016 The Washington Post vendió El Tiempo Latino al dueño de El Planeta Media de Boston, Javier Marín, quien con su socia Ana Julia Jatar-Hausmann le dan una nueva visión con un empuje hacia la distribución digital y nacional, sin dejar de lado la esencia local.

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