Por Olga Imbaquingo - Especial para El Tiempo Latino
La idea del periódico en el aula no es nueva, pero es genial si gracias a las noticias, crónicas, reportajes y entrevistas se aprende un nuevo idioma, en este caso el español.
Desde el buzón junto a una parada de bus o desde los puestos en un mercado o en una biblioteca, El Tiempo Latino se ha ido infiltrando, en el buen sentido de la palabra, en el aula y en el portafolio de tareas de los estudiantes.
En el aula es la fuente de noticias sobre la comunidad hispana, el escaparate lleno de nuevas palabras; y, el surtidor de frases, personajes e historias para los que ya están más avanzados.
Dos experiencias ejemplifican la influencia de El Tiempo Latino en el salón de clases. La más reciente es “El español en nuestra comunidad”, un programa de enseñanza online de Montgomery College; y, el otro es el plan de enseñanza del Centro de Alfabetización en Español (CENAES).
Los dos esquemas comparten el mismo anhelo: que sus estudiantes, en el primer caso profesionales y jubilados; y, en el segundo obreros, se sumen al colectivo de 600 millones de personas que hablan el idioma, con el que el gran poeta español, Miguel Hernández, escribió “Elegía Segunda” y el cubano Silvio Rodríguez, la hizo canción.
Nick Olcott, actor, director, guionista, hace tres años empezó a estudiar español porque en Maryland hay una comunidad latina de la que él quiere saber más. “Desde el principio, El Tiempo Latino fue importante para mi aprendizaje, iba a las tiendas de mi barrio y si lo encontraba, lo tomaba. Empecé a leerlo y descubrí que era muy útil, porque me entero de lo que está pasando en mi comunidad y en mi país”.
Olcott, quien está retirado como asistente de la dirección de la Ópera de la Universidad de Maryland, intentó aprender español con periódicos de otros países, pero se extravió en las siglas, los dialectos, los nombres y asuntos de los que nada sabía. Se fue cuatro meses a Montevideo y también se desorientó entre las expresiones locales y el lenguaje elitista. ¿Y qué de la radio y la televisión?, mejor no insistir “hablan muy rápido”, dice.
Con El Tiempo Latino sabe de qué y de quién se está hablando.
“El estilo es claro y comprensible. Como debe llegar a un público amplio, de distintos países, clases sociales y niveles de educación está escrito en un español no especializado y sin dialectos, por eso lo encuentro útil y de fácil construcción gramatical. Es maravilloso aprender español informándome de lo que pasa a mi alrededor”, relata Olcott.
Esa es una de las razones por las que Rosanne Skirble, profesora del programa “El español en nuestra comunidad” hizo de El Tiempo Latino un componente indispensable en la enseñanza.
En sus clases se pone más énfasis en el diálogo que en la rigurosidad de la sintaxis o la semántica.
“Nuestro objetivo es conocer mejor a la comunidad, no es una clase de gramática. En la primera hora usamos el periódico para generar una conversación sobre un tema puesto en escena”.
La segunda hora charlan con un invitado hispano, puede ser un poeta, una enfermera, una folclorista, gente del teatro o un defensor de los inmigrantes; muchos de los invitados salen de la lectura de las noticias publicadas por El Tiempo Latino. “Es importante conocer a otra gente, el periódico me ha servido para ese propósito”, asegura Skirble.
Los alumnos tienen como tarea asistir a las clases, por ahora virtuales, con la lectura digital de un artículo en español del Washington Post y otro de El Tiempo Latino. Skirble los motiva para que hablen de lo que han leído para elevar la calidad de la conversación.
Cuando Skirble creó el Club de Español, sus estudiantes se reunían en la biblioteca pública Long Branch, en Silver Spring. En ese centro del saber, El Tiempo Latino tenía una asistencia asegurada. A los estudiantes de Skirble les servía tanto un titular, una noticia o un anuncio.
Ese programa de aprendizaje presencial se cerró debido a la pandemia.
Todo empezó, cuenta ella, con el hecho de reconocer que la población latina aporta con el 20% de la harina del pastel demográfico del condado de Montgomery, mientras en el área metropolitana se estima que viven un millón de hispanos. Skirble encontró que El Tiempo Latino es el que más tenía información cultural, noticias, educación, salud y avisos.
Por eso pidió que sus ejemplares siempre estuvieran en la biblioteca para sus clases del Club de Español. Cuando llegó la oportunidad de enseñar este idioma en Montgomery College, el desplazamiento de El Tiempo Latino, como uno de los recursos para aprender el español, estaba asegurado.
Garantizado también está su presencia en el programa de alfabetización de español de CENAES. A los principiantes les sirve para recortar letras y vocales y formar el abecedario. Eso es lo que hizo Juana López. “Juntaba letras del periódico, las comparaba con otras y memorizaba.
‘Sí puedo, sí puedo’ me decía y sí pude, gracias a la paciencia de la maestra Sonia y de don Mario”. Ella, antes del español, solo hablaba mam, una lengua aborigen maya de su país, Guatemala.
En 2003, Mario Gamboa, director de CENAES, empezó a dictar las clases de español con apenas una pizarrita, unas tijeras y El Tiempo Latino como recurso pedagógico. “Recortábamos los titulares, separábamos las letras. En realidad, el periódico fue mi primera herramienta en los primeros meses”.
Todavía al menos una vez al mes recortan e identifican palabras; leen oraciones cortas, identifican las mayúsculas, los signos de puntuación y la ortografía. En el tercer escalón leen y analizan una noticia corta. “Para eso nos sirve el periódico, para comunicar y educar. CENAES le agradece a El Tiempo Latino su incondicional apoyo”.
Desde el lado de la orilla de los que ya se defienden con el español, Olcott tiene otra lectura de para qué le sirve El Tiempo Latino. “Durante las elecciones, por ejemplo, el periódico ofreció una perspectiva que a los gringos nos resulta incomprensible, el que muchos latinos votaran por Trump. Sus artículos me ayudaron a entender que los latinos no son monolíticos y que no a todos les preocupa los problemas de los inmigrantes”.