Por Vanessa Sánchez - Especial para El Tiempo Latino
Al sudeste de Baltimore se encuentra el Johns Hopkins Hospital Bayview, una de las sedes de la institución de salud más conocida en el mundo, especialmente durante la pandemia de COVID-19. Dentro del complejo funciona el Centro de Salud y Oportunidad para los Latinos (Centro SOL), una unidad que trabaja en la salud integral de familias inmigrantes.
Ocho años atrás un grupo de mujeres médicos y científicas se juntaron a discutir la calidad de la atención a los inmigrantes latinos y decidieron crear un grupo de activación clínica. El Centro recibe financiamiento de organizaciones privadas y filantrópicas y además funciona a menos de dos millas del barrio Highlandtown, donde se concentra una gran parte de la comunidad inmigrante latina en Baltimore.
El sistema de salud estadounidense es extremadamente complejo y se vuelve aún más difícil para los inmigrantes indocumentados que no tienen seguro médico y no hablan inglés, comentó a El Tiempo Latino Mónica Guerrero, experta en salud pública y directora ejecutiva de Centro SOL.
“Existen políticas extremadamente restrictivas hacia comunidades inmigrantes y en pobreza que impiden el desarrollo humano y perpetúan ciclos de exclusión,” explicó Guerrero.

Las fundadoras del centro se dieron cuenta que los inmigrantes latinos eran invisibles, no calificaban para acceder a servicios médicos y cuando lo hacían enfrentaban barreras para ser atendidos apropiadamente. Con toda esa información a la mano, decidieron crear diferentes programas de salud e investigación científica enfocados en esta comunidad.
“Hemos trabajado mucho en educación y entrenamiento para quienes quieren ofrecer cuidado clínico en otro idioma,” dijo la pediatra Sarah Polk, cofundadora de Centro SOL.
“No hay curas milagrosas. Nadie se curó de la diabetes de un día para otro, pero si hay más personas que son más felices que consiguieron ese desarrollo humano”
Mónica Guerrero experta en salud pública y directora ejecutiva de Centro SOL.
La unidad de pediatría en donde trabaja Polk funciona de una forma poco convencional. Una vez al mes, un grupo de madres latinas que llevan a sus hijos e hijas a recibir atención pediátrica, se reúnen en un Comité de Familias Latinas para asesorar en cómo mejorar la atención o algún problema que exista en el encuentro entre médicos y pacientes.
Las mesas de discusión y el acceso a proveedores de salud que hablan el idioma de sus pacientes es parte de varios de los ejes que el programa tiene. El Centro también trabaja en la salud mental de los latinos adultos y jóvenes.
Flor Giusti, quien es una de las trabajadoras sociales del Centro, llegó a Baltimore desde Perú hace más de 25 años y recuerda que en ese entonces casi no había latinos en la ciudad. Los inmigrantes latinos son una comunidad emergente que ha crecido significativamente en los últimos 15 años. Baltimore se declaró un lugar de acogida de migrantes tras el declive de la población que ha hecho que la ciudad pierda fondos de financiamiento federales en los últimos años.
A pesar de que la comunidad ha crecido, los servicios siguen siendo limitados. “Hay muy pocos profesionales de la salud mental que sean bilingües y que sean además biculturales,” dijo Giusti. Contar con profesionales que entienden las diferencias culturales juega un rol muy importante en cómo se diagnostican y enfocan los problemas de salud mental, explica la experta.
“Los inmigrantes indocumentados están a mayor riesgo de no tener seguro médico y tienden a buscar atención médica tarde o cuando están muy enfermos”
Kaiser Family Foundation
“Testimonios” es una iniciativa en salud mental que se fundó con el Centro. En este espacio mujeres, hombres y jóvenes en grupos separados comparten sus experiencias y preocupaciones, se desahogan y acompañan cuando el problema parece no tener solución. La salud mental es vital en una comunidad que ha tenido muchas experiencias dolorosas durante la pandemia y tras cuatro años de políticas antiinmigrantes, dicen las expertas.
El Centro también trabaja en combatir los estigmas, prevalentes en todos los grupos culturales, sobre la importancia de cuidado psicológico. El reto más grande ha sido trabajar con los hombres latinos a quienes les cuesta mucho más pedir ayuda o reconocer que la necesitan. Tener un espacio para conectar con sus emociones es muy importante, pero también es importante que se validen esas emociones durante la crianza de los hombres, aseveró Giusti.
Las necesidades de la comunidad inmigrante latina van más allá de la atención médica y la salud mental. El programa busca dar servicios integrales para potenciar el desarrollo humano de la comunidad inmigrante en la ciudad. “Hay que ir más allá de simplemente pensar ‘vamos a dar a todos los mismo’, siempre y cuando lo necesiten,” explicó Guerrero.
El programa opera en coordinación con otras organizaciones y con la participación de miembros que conocen y viven en la comunidad. Lucia Islas es coordinadora de alcance comunitario en Centro SOL y además presidenta de El Comité, una organización de mujeres latinas que ayuda a conectar los servicios de la ciudad con la comunidad en Baltimore. A Islas la comunidad la conoce y ese lazo de confianza ayuda a que más familias quieran participar en los programas.
El Centro ofrece además programas de verano para jóvenes latinos bilingües interesados en hacer una carrera en medicina, investigación o salud para impulsar la diversidad y bilingüismo de profesionales de la salud dentro de los hospitales, dice la pediatra Polk. Sin embargo, para que los servicios de salud funcionen de verdad se necesitan políticas públicas equitativas e inclusivas, afirmaron Polk y Guerrero.
Centro SOL ha tenido gran acogida en esa misión. La doctora Kathleen Page, miembro fundador del Centro y especialista en enfermedades infecciosas, ha estado al frente de las discusiones legislativas, ofreciendo asesoría para, por ejemplo, hacer que el programa de vacunación de COVID-19 sea más equitativo, especialmente para las familias inmigrantes latinas que han sufrido desproporcionadamente durante la pandemia.
Desde su fundación, Centro SOL ha aumentado su personal, trabaja con muchos más colaboradores, incluidos el Consejo de la ciudad y su departamento de ayuda a migrantes, MIMA. El éxito de su programa se mide en las historias de las familias beneficiadas y en cuánto ha mejorado la calidad de vida de las participantes, aseguró Mónica Guerrero.
“No hay curas milagrosas. Nadie se curó de la diabetes de un día para otro, pero si hay más personas que son más felices, que consiguieron ese desarrollo humano”, concluyó Guerrero.