Dave Lee en San Francisco y Taylor Nicole Rogers en Nueva York – Financial Times
Perry Connelly lleva once meses trabajando en Amazon, suficiente tiempo para que sus colegas en las instalaciones de Bessemer, Alabama lo llamen “veterano”. Poco después de empezar allí, y luego de un enfrentamiento con la gerencia que a él y a otros les pareció injusto, discretamente se acercó a otros dos empleados.
“Les dije, colegas…lo que necesitamos es un sindicato”.
No sería fácil. De 58 años, Connelly había pertenecido a sindicatos en trabajos anteriores. Pero nunca había establecido uno, ni sabía cómo hacerlo. Y estaba enfrentándose a Amazon, una empresa que durante sus 26 años de historia ha sido igual de eficiente en desbandar sindicatos que en la entrega de paquetes a domicilio.
Pero el 2020 no fue un año normal: Covid-19 brillo una luz sobre los “empleados esenciales”; el homicidio de George Floyd renovó la urgencia del movimiento de reivindicación racial Black Lives Matter; y la brecha entre ricos y pobres – entre Jeff Bezos y sus más de 1,3 millones de empleados en todo el mundo – se hizo aún mayor.
En el almacén de Bessemer, donde al menos un 75% de la fuerza laboral de más de 6.000 empleados es afroamericana, estos tres puntos están profundamente entrelazados. “Le dona mucho dinero a Black Lives Matter”, dice Connelly de Bezos, quien se separará del mando este año. “Pero no quiere ayudar a sus empleados de color de forma real y certera”.
En el verano, uno de los colegas de Connelly, Darryl Richardson, contactó al sindicato de tiendas al por menor, por mayor y departamento. Formado en 1937, RWDSU (por sus siglas en inglés) agrupa más de 100.000 trabajadores en compañías como Macy’s, H&M y Zara, así como trabajadores avícolas y empleados de logística.
Para noviembre, el RWDSU había recolectado suficientes tarjetas de autorización a sindicalizar de entre los empleados de Bessemer como para llevar a cabo una votación bajo las reglas de le Junta Nacional de Relaciones Laborales (National Labor Relations Board – NLBR). Debido al Coronavirus, el voto se emitiría por correo. El proceso comenzó el 8 de febrero y finaliza este lunes. La NLBR se tomará varios días para escrutar el voto, y para ser exitoso, el sindicato deberá obtener la mayoría de los votos sufragados.
Los observadores piensan que sería un logro asombroso; el de mayor significado en varias décadas para el movimiento sindical estadounidense. Bessemer sería el primer local de Amazon en EEUU en contar con una organización laboral.
Una victoria para el sindicato también sería símbolo del giro a la izquierda en la política estadounidense a raíz de la pandemia. A pocas semanas de haber entrado en la Casa Blanca, Joe Biden se pronunció rotundamente a favor de los sindicatos, urgiendo a los trabajadores a que “hagan oír sus voces”. Entretanto, su equipo ha estado desafiando ideas sobre endeudamiento, inflación y el papel del gobierno que han sido la ortodoxia económica durante cuarenta años.
“Lo que está ocurriendo en Bessemer, Alabama es una verdadera historia de David contra Goliat”, dice Marc Bayard, director de la Iniciativa de Trabajadores Negros del Instituto de Análisis de Políticas en Washington. “Es una de las mayores empresas del mundo, y esos trabajadores están en uno de los estados que históricamente ha sido de los más conservadores y de mayor racismo en los EEUU. Esa es la chispa que preocupa a Amazon”.
Añade: “Si pueden ganar en Bessemer, probablemente pueden ganar en cualquier sitio”.
‘Descuento estilo Alabama’
Amazon se ha beneficiado fuertemente de la pandemia a medida que los consumidores confinados a sus casas se han vuelto dependientes de sus entregas, incluyendo las de suministros médicos. Las ventas netas en el 2020 han visto un extraordinario aumento de 38 por ciento, y la empresa ha contratado a más de 500.000 empleados adicionales. Pero el impacto económico del coronavirus también ha impulsado un nuevo debate sobre la desigualdad social y salarial.
El empuje en Amazon llega en un momento en el cual el apoyo sindical de EEUU está en su mayor punto en casi dos décadas, según encuestas de Gallup, con un 65 por ciento de los estadounidenses declarando su apoyo a las organizaciones laborales. Es una recuperación importante desde los bajos históricos posteriores a la crisis financiera del 2008, cuando muchos dentro del país responsabilizaron al menos parcialmente a los sindicatos por el colapso y subsecuente rescate financiero de la industria automotriz.
Particularmente entre empleados negros, el apoyo sindical es aún mayor, según los más recientes datos de Gallup, que indican un apoyo de 75 por ciento, a pesar de que sólo una décima parte dicen pertenecer de un sindicato.
En gran medida, esa discrepancia se debe a la ausencia de protecciones laborales, particularmente en el sur estadounidense, donde los militantes hablan del “Descuento estilo Alabama” y “las leyes Jim Crow de alta tecnología” – políticas que se adaptan en lo que sea necesario para atraer empresas que requieren mano de obra barata y sin complicaciones laborales.
El proyecto de ley para la protección del derecho a organizarse (PRO por sus siglas en inglés), apoyado por la Casa Blanca y aprobado por la Cámara de Representantes en el último mes, busca desmontar las leyes de “derecho al trabajo” que desde los años cuarenta han debilitado exitosamente el poder de los sindicatos.
El proyecto enfrenta mayores dificultades en el Senado. Pero algunos entendidos resaltan una tendencia inquebrantable que favorece la mayor fortaleza de los sindicatos. Para el 2032, la mayoría de la clase trabajadora estadounidense será gente de color, según un informe del Instituto de Política Económica.
“La manera en la cual los trabajadores tendrán éxito en el sur es si presentan el tema como parte de sus derechos civiles”, dice Keri Leigh Merritt, experta en historia de la esclavitud y en la historia laboral del sur. “Enmarcarlo de esa forma le da un sentido espiritual, un mayor sentido, una manera en la cual la gente puede pensar en el bien común, y en los intereses de la comunidad”.
‘Una máquina más’
Los movimientos por los derechos laborales y los derechos civiles han trabajado conjuntamente durante mucho tiempo. Cuando Martin Luther King Jr. caminó con 250.000 personas a Washington en 1963, era una marcha para lograr “trabajos y libertad”. En 1968, con lo que fue su ultimo discurso, King apoyó las demandas de los trabajadores sanitarios negros en Memphis quienes pedían representación sindical y ser tratados con dignidad por sus jefes en el gobierno de la ciudad. La batalla produjo algunas de las imágenes más icónicas de la época – empleados negros masculinos con carteles o pancartas que leían simplemente: “Yo soy un hombre”.
Hoy en día, algunos empleados de Amazon indican que ese mensaje perdura de forma evolucionada. Los inmensos almacenes de Amazon fueron descritos en una ocasión por un ejecutivo de la empresa, Tye Brady, como una “sinfonía de personas y máquinas”. Pero muchos empleados los consideran sitios de castigos inhumanos e implacables.
“Los turnos son largos y el ritmo es muy rápido”, declaró Jennifer Bates, empleada en Bessemer, a un comité del congreso el mes pasado. “Te están vigilando constantemente. Parecen pensar que eres una máquina más”.
Amazon utiliza varios métodos para evaluar a sus empleados, incluyendo uno denominado “tiempo libre”. Luego de algunos minutos de inactividad en una estación de trabajo, el reloj comienza a contar, y si transcurre mucho tiempo eso puede resultar en despido. Para Connelly, “tiempo libre” comienza a contar después de como cuatro minutos, dice, ni cerca del tiempo necesario para ir al baño. Eso tienes que hacerlo en uno de los dos recesos de 30 minutos que los empleados tienen durante sus diez horas de trabajo. Mucho de ese tiempo puede gastarse en ir y venir del baño. Además no toman en cuenta que el baño puede estar en uso o a veces está dañado.
“Dicen que ‘no debería tardar tanto usar el baño’”, dice Connelly. “Yo soy un adulto. Me toma el tiempo que me tome”.
Al pedírsele comentarios para este artículo, Amazon reitera declaraciones anteriores subrayando que pagan un salario mínimo de $15 por hora, más del doble del salario mínimo federal, y proveen beneficios de salud que exceden lo que está disponible a la gran mayoría de los puestos de trabajo de bajos salarios. Además niegan que no haya suficiente tiempo para ir al baño
“Al igual que la mayoría de las empresas”, dice una vocera, “tenemos expectativas de desempeño para cada empleado de Amazon – sea del equipo corporativo o un asociado de los centros de distribución – y medimos el desempeño real respecto a esas expectativas”.
‘Arena en los engranajes’
A comienzos de marzo, Bezos rehusó prestar declaración ante un comité del congreso que busca evaluar la desigualdad de ingresos. “Es una lástima”, dijo quién lo invitó, el senador Demócrata, Bernie Sanders, quien hizo una visita a Bessemer el viernes antepasado. “Porque si estuviera con nosotros el día de hoy, le preguntaría lo siguiente: ¿Por qué está usted haciendo todo lo posible por evitar que sus empleados de Bessemer se sindicalicen”?
Amazon tiene más de 800 instalaciones a lo largo de EEUU, con 950.000 empleados, sin incluir la amplia red de conductores de entrega a domicilio. Su fuerza laboral es mayor que la de General Motors en el auge de la producción de automóviles hace cuarenta años, y es hoy en día la segunda mayor detrás de Walmart.
La flexibilidad de la fuerza laboral de Amazon, y la manera en que mide productividad, es la clave del éxito de la empresa, dice Alec MacGillis, cuyo nuevo libro – titulado Fulfillment (cumplimiento) – examina el impacto social del crecimiento de Amazon.
“Para una corporación que siempre busca la eficiencia al máximo, tener que negociar con sindicatos sería como arena en los engranajes”, dice, sugiriendo que es algo que la empresa encontraría “profundamente inaceptable”.
Amazon sólo tiene que mirar sus operaciones en Europa para ver lo que podría enfrentar en el futuro. En Francia, donde los sindicatos son legalmente obligatorios, una batalla judicial sobre protecciones contra el coronavirus obligó a enviar a casa a los empleados en seis de los almacenes franceses, con salario completo, durante casi todo el mes de abril. La semana pasada, los trabajadores de Amazon en Italia abandonaron sus puestos para demandar “un horario de trabajo más humano”.
Por contraste, cuando el primer caso de Covid-19 en los EEUU se descubrió en un almacén de Queens en Nueva York, un grupo reducido de empleados realizó breves paros, pero la planta reabrió poco después.
Menos de dos semanas después, un empleado, Christian Smalls, encabezó una huelga de trabajadores a raíz del coronavirus en una planta de Staten Island, Nueva York. Fue despedido rápidamente. Amazon indicó que había violado las reglas de distanciamiento social. Posteriormente se filtró un memorándum que detalla como un ejecutivo de Amazon, en una reunión con Jeff Bezos, se burló de Smalls por “no ser inteligente ni capaz de hablar fluidamente”. El ejecutivo, el director legal David Zapolsky, luego se disculpó.
La semana pasada, Vice News reportó que la NLRB determinó que Amazon había “interrogado y amenazado ilegalmente” a Jonathan Bailey, uno de los empleados de la planta de Queens que encabezó las huelgas. Amazon ha llegado a aun trato privado con el empleado, indicando que estaba en desacuerdo con los alegatos, pero que le “complacía poder dejar atrás el asunto”. La NLRB no respondió a una solicitud de comentarios.
‘Difundiendo rumores’
La empresa ha intentado descarrilar numerosas veces los esfuerzos de sindicalización en Bessemer. Pidieron que el voto fuera en persona en el estacionamiento de la planta – algo que los líderes sindicales tildaron de intimidación – pero el pedido fue negado por el NLRB, citando precaución por el Covid-19. Cuando se confirmó en vez que se votaría por correo, Amazon pidió al servicio postal que colocara un buzón en la planta, y urgieron a los empleados a votar No. Otra táctica intimidatoria, dice el sindicato, añadiendo que algunos empleados se asustaron de que se les vigilaría mientras depositaban sus votos. Amazon insistió que era por conveniencia.
Al no tener acceso a la planta, los jefes sindicales y quienes los apoyan han hecho campaña lo mas cerca posible: en los semáforos donde los empleados se detienen brevemente al salir de las instalaciones. En diciembre, Amazon recibió aprobación del gobierno del condado de Jefferson para cambiar el cronograma de las luces de manera que los autos salieran más rápido, algo que la empresa indicó no tenía relación con el esfuerzo sindical y sólo buscaba reducir la congestión.
Dentro del almacén, los mensajes contra los sindicatos han sido colocados en las salas de descanso, en las paredes y en los baños – “al nivel de la vista mientras te sientas en el inodoro”, dicen varios empleados. Hay reuniones obligatorias donde a los empleados se les desalienta de apoyar al sindicato y además hay “conversaciones” uno a uno para “responder a cualquier pregunta”. Un sitio de red iniciado por Amazon, DoItWithoutDues.com, previene a los empleados que la sindicalización “dificultaría ayudarse y socializar unos con otros”, y sugiere que los trabajadores en vez deberían gastar sus cuotas sindicales en cosas como “útiles escolares” y “regalos”. La empresa utilizó el sitio para redistribuir documentos públicos detallando los salarios de los representantes sindicales de la localidad.
Cada día, los empleados de Bessemer reciben varios mensajes de texto y correos electrónicos de parte de sus gerentes.
“Enviaban mensajes a gente como unas cinco veces al día y los llamaban a sus casas”, dice Stuart Appelbaum, presidente de la RWDSU, diciendo que el sindicato no tenía acceso “comparable”. Amazon ha difundido rumores dentro de la planta diciendo que podrían tener que cerrar las instalaciones y la gente perdería su empleo”. Amazon se negó a comentar específicamente sobre este punto.
El viernes, al verterse a Twitter las tensiones entre Amazon y los miembros del Congreso, el vocero de Amazon Drew Herdener apuntó hacia Appelbaum. “Stuart Appelbaum, jefe de desinformación de RWDSU, en un intento por salvar su sindicato de lo que viene siendo un largo declive, está llevado la táctica de presentar hechos alternativos a un nuevo nivel”; dijo Herdener vía comunicado escrito.
Apoyo Global, duda local
¿Podrá lograr una victoria el sindicato? El apoyo no es universal ni mucho menos.
“Amazon provee un seguro mejor que cualquiera que yo haya tenido”, dice Lovonette Spokes, de 52 años, quien trabaja en Bessemer al igual que su esposo. Ella piensa que muchos empleados jóvenes también están titubeantes. “Hay una gran disparidad, porque los de la generación del milenio piensan sólo en los resultados financieros [diciendo] ‘yo no estoy interesado en un sindicato si me va a costar dinero’”.
Si fuera un concurso por lograr el apoyo de políticos y personas famosas nacionales e internacionales, el sindicato ganaría de manera aplastante. A principios de marzo, sin mencionar a Amazon específicamente pero haciendo referencia a Alabama, Biden difundió un video en Twitter pidiendo a las corporaciones que se mantuvieran al margen mientras sus empleados evaluaban si asociarse a un sindicato. “Los sindicatos ayudan a los trabajadores, tanto a sus socios como a no socios, pero especialmente los afroamericanos y otra gente de color”, dijo el presidente.
Del otro lado del pasillo, el senador Republicano Marco Rubio ofreció su apoyo, aunque bajo el pretexto de atacar a Amazon por su rol en la cultura del “despertar” (woke).
De convertirse en ley, el proyecto PRO de Biden haría ilegales muchas de las prácticas utilizadas por Amazon en las últimas semanas. Pero en este momento, los partidarios reconocen que la posición de Amazon es de una fortaleza colosal. Un esfuerzo por sindicalizar una planta de Mercedes Benz en el estado fracasó. Otro esfuerzo en una fábrica de partes para vehículos fue aprobado, pero hubo pérdida de empleos en le empresa menos de un año después.
“Esta campaña se puede ganar fácilmente”, dice Michael Innis-Jiménez, profesor de estudios estadounidenses en la Universidad de Alabama. “La pregunta es ¿cuánta gente está dispuesta a tomar el riesgo”?
Gran parte del apoyo político al sindicato se arriesga a ser visto como procedente de liberales de otros estados, lo cual en un sitio como Bessemer puede ser contraproducente.
De todas formas, y aun antes de contar un solo voto, los sindicatos califican el proceso como una victoria, una batalla que ha encendido la mecha de trabajadores descontentos en todo Estados Unidos y más allá. Desde que el empuje por sindicalizar se ha hecho público, RWDSU dice que han tenido noticia de más de 1.000 empleados en varias plantas de Amazon, ansiosos de tomar los primeros pasos.
“Jeff Bezos no ha visto nada todavía”, anunció Nina Turner, senadora Demócrata en Ohio, a trabajadores de Amazon en un rally en Bessemer el fin de semana pasado.
“Todo el progreso logrado, al unir el movimiento sindical con el de los derechos civiles…eso lo vamos a hacer de nuevo”.
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