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Por José López Zamorano – Impulsado por el deseo de más de 81 millones de estadounidenses de voltear la página a la era Trump, Joseph Robinette Biden Jr. llegó a la Casa Blanca al mediodía del 20 de enero enfocado como rayo láser en la doble prioridad de confrontar la peor pandemia de la humanidad en más de un siglo y colocar al país en la senda de la recuperación económica.

A 100 días del inicio de su presidencia, una sólida mayoría de la población apoya su estrategia para confrontar el COVID-19 —con casi 100 millones de personas completamente vacunadas, una tercera parte de la población-;  la mitad de la nación está dividida sobre su plan para revitalizar la economía y sólo cuatro de cada 10 personas  están satisfechas con su respuesta a la emergencia migratoria en la frontera entre Estados Unidos y México.

En suma, de acuerdo con un sondeo de la cadena ABC y el diario The Washington Post, Biden tiene una popularidad de apenas 52%, muy por debajo del promedio de sus antecesores, la tercera más baja desde la presidencia de Harry Truman, pero 10 puntos porcentuales más alta que la popularidad de Donald Trump en los primeros 100 día de su presidencia.

Los votantes estadounidenses apoyan su paquete de alivio a la pandemia gracias al cual millones de hogares recibieron un cheque de al menos $1,400 dólares, así como su propuesta para elevar la tasa fiscal corporativa. En contraste, el país está dividido por la mitad sobre su propuesta de un plan de infraestructura de casi 2 millones de millones de dólares.

En sólo 100 días y sin desatar tempestades políticas, Biden abrió las puertas de Estados Unidos a los niños migrantes detenidos en la frontera y rescindió la polémica regla de la carga pública que afectaba a inmigrantes pobres. De un brochazo, promulgó la legislación que podría reducir a la mitad la pobreza entre los niños de Estados Unidos, y anunció la salida de tropas de Afganistán.

A nivel internacional, Biden extendió la mano amiga a sus vecinos, Canadá y México, poniendo a su disposición millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 y extendió su generosidad al resto del mundo con sus planes de ofrecer 60 millones de dosis adicionales de la vacuna de AstraZeneca a algunos de los países más necesitados. 

Y antes de cumplirse 100 días de su gobierno, Biden convocó a 40 dignatarios a una Cumbre climática en la que no sólo restableció el liderazgo ambiental de los Estados Unidos, sino se comprometió a una ambiciosa agenda que incluye reducir a la mitad las emisiones que generan el efecto de invernadero para el año 2030, en relación con los niveles existentes en 2005.

El presidente Biden tiene todavía una larga lista de promesas pendientes, incluido el incremento en las admisiones de refugiados y el impulso de una reforma migratoria integral. 

Pero acaso el rasgo más notable de los primeros 100 días del nuevo gobierno es que Joe Biden y Kamala Harris dejaron atrás la política de la división y la polarización de la era Trump, y restablecieron un rostro humanitario y un sentido de racionalidad, dignidad y propósito a la presidencia estadounidense. Y eso no es un asunto menor.

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