Warren Buffett, una de las personas más ricas del mundo, declaró una vez que su secretaria pagaba más impuestos que él. Foto: The Washington Post.
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Edward Luce

Cada cierto tiempo cae una bomba pero apenas toca la hierba.  La filtración de ProPublica esta semana que reveló lo poco que las veinticinco personas más ricas de EEUU pagan en impuestos fue tan dramática como poco sorprendente.  En algunos años, el ciudadano promedio paga más impuestos que multimillonarios como Michael Bloomberg y el dueño de Tesla, Elon Musk.  Pero ya eso en parte lo sabíamos.  Si hay algún estadounidense que todavía cree que su sistema fiscal es justo y transparente, debería reservar su puesto en el venidero viaje espacial de Jeff Bezos.

Pero esta filtración anónima trae la noticia a la palestra de dos formas importantes.  La primera es que hace palpable que la ideología de una persona rica es irrelevante.  La izquierda podrá adorar a George Soros y odiar a Musk.  Los contadores producen un resultado uniforme.  No importa que un multimillonario piense que debería pagar más impuestos o no.  Se benefician de lo que pueden beneficiarse.  Hace años, Warren Buffett resaltó que su secretaria pagaba más impuestos sobre la renta que él.  No ha hecho nada para cambiar esa realidad.  Y no deberíamos sorprendernos cuando Bezos se beneficia de una deducción impositiva de $4.000 por sus niños.  Esa es la razón por la cual le pagan a los contadores.

La segunda es que expone el modesto alcance de la propuesta tributaria de Joe Biden.  Sus planes reorganizarían los maniquíes en la ventana pero harían poco por alterar el modelo de negocios.  La tasa imponible más alta retornaría de 37 por ciento a 39,6 por ciento y el impuesto a las corporaciones subiría de 21 por ciento a 28 por ciento.  Puesto que los estadounidenses mas adinerados pagan una fracción de la tasa actual, el aumento tendría un efecto marginal.

Lo mismo puede decirse de las principales empresas en EEUU, cuya tasa efectiva de impuestos es del 11,7 por ciento.  Eso es menos que el 12,5 en Chipre e Irlanda, los cuales tienen tasas entre las más bajas de las 27 naciones de la Unión Europea.  Si no hay reformas fiscales en vez de simples incrementos de tasas, las propuestas de Biden son sólo una ilusión de cambio.  Eliminar las exenciones es mucho más difícil que aumentar las tasas.

El punto en el cual los planes de Biden podrían causar malestar es en su reforma a las ganancias de capital.  No solamente duplicaría la tasa actual a más del 40 por ciento, pero tasaría las ganancias no realizadas al fallecer.  En este momento, el cálculo del Servicio Interno de Recaudación (IRS por sus siglas en inglés) reajusta la base imponible de las ganancias de capital cuando el benefactor fallece.  Sus herederos empiezan en cero.  Los impuestos sucesorios en EEUU son una de los métodos más fáciles de evasión fiscal.

Pero Biden evitaría imponer un impuesto patrimonial sobre ganancias no realizadas que se acumulara mientras los ricos siguen con vida.  Para multimillonarios jóvenes como Mark Zuckeberg de Facebook o Larry Page de Alphabet, las reformas de Biden harían poca diferencia.  Podrían seguir endeudándose contra su riqueza de papel y deducir los intereses.  Bajo el código fiscal bizantino de EEUU, las opciones como esa para minimizar impuestos son casi infinitas.

Entonces ¿porqué Biden evita una reforma genuina? Porque es mucho más difícil de lograr políticamente.  El complejo mundo de hoy es amigo del dinero establecido.  Los impuestos corporativos más altos tocan a empresas que no pueden darse el lujo de grades ejércitos de abogados y contadores.  No hay un cabildo para emprendedores que todavía no han logrado nada.

Lo mismo aplica para los impuestos personales sobre la renta.  Los estadounidenses que son comúnmente ricos– esos que ganan un millón o dos al año y que no pueden comprarse un yate o piezas de arte cotizadas – probablemente tienen más resentimiento hacia la lista de ProPublica de los evasores super ricos que el ciudadano medio.  El plan fiscal de Biden también le agrada a la izquierda, la cual obtiene un impulso psíquico de los aumentos de tasas.  En realidad, Biden recaudaría más si redujera las tasas y eliminara las exenciones – confluyendo la tasa efectiva con la tasa estatutaria.  Pero eso podría llevar a que se unieran la izquierda y la derecha en una rara oposición bipartidista.

La pregunta sin respuesta sobre la filtración de ProPublica es su fuente.  El sitio de noticias no sabe su origen pero ha corroborado los datos con otras fuentes.  Una sospecha razonable es que la información fue robada electrónicamente por alguien que no desea el bien para la democracia de EEUU.  Ningún funcionario del IRS por si solo tiene acceso a toda esa información en conjunto.

Quien haya provisto la filtración tendría que haber sabido que profundizaría el cinismo público sobre el credo estadounidense de jugar sin trampas y trabajar duro.  La lección que Biden debería aprender es que la simplicidad es amiga de la democracia.  La complejidad es un juego amañado.  Si las reglas fueran suficientemente claras para que todos las entendieran, serían poco necesarias las fugas de información como esta.

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