Rebeca es una joven que trabaja medio tiempo como mesera para pagar sus estudios. Durante la pandemia, el trabajo le ayudó a sobrevivir y aliviar su preocupación económica. Sin embargo, ahora que la situación está regresando a la normalidad, le preocupa seguir trabajando ocho horas y no ver el fruto de todo su esfuerzo, porque la propina que recibe no es justa. Ella cae en dos de las categorías que la predisponen a recibir bajos ingresos: Es latina y mujer.
“Durante la pandemia muchas personas fueron conscientes y dejaban buenas propinas, pero a medida que estamos regresando a la normalidad, ya las propinas también estén regresando a ser las mismas de antes de la pandemia y hay personas que no dejan propina”, dice la mujer.
Esta historia es la de muchas personas que trabajan en la industria de los restaurantes. Según datos de la Coalición Nacional de Empleados de Restaurantes One Fare Wage en Washington DC, el 53% de los que trabajan como meseros, cocineros o ayudantes está considerando dejar sus puestos de trabajo debido al bajo salario y propinas que reciben.
“Parte del estudio realizado (por One Fare Wage) muestra que la gente de color (incluyendo los latinos) y las mujeres hacen menos dinero que la gente blanca, eso significa discriminación. Los clientes pagan menos propinas a las personas de color que a alguien de tez clara como yo. Mucha gente no comprende que cuando no dejas propina cuando vas a comer, los trabajadores pierden dinero, porque el salario mínimo no es justo”, dijo Ryan O Leary.
La última vez que se aumentó la tarifa del salario mínimo en el sector restaurantero fue en 1990, hace 31 años. Algunos meseros de la zona de Dupont Circle, en Washington DC, dicen que el negocio mejoró mucho a partir de junio del año pasado cuando algunos abrieron y operaron en medio de la pandemia con servicio para recoger en el lugar o para llevar, pero la mejora benefició más que todo a las compañías.
“Antes trabajaba en un lugar donde pagan $2.15 la hora a los meseros, las propinas no eran buenas y los clientes no eran considerados con el servicio. Empecé a buscar porque en los meses que estuve sin trabajo por el cierre en la pandemia, mis deudas aumentaron, el dinero que hacía solo de las propinas no me alcanzaba, por eso me moví a otro lugar donde nos pagan más por hora”, dijo Ramón, un mesero que trabaja en los alrededores de la calle 14.
Llamando la atención de los residentes de DC
El pasado martes, un grupo de trabajadores del sector, miembros de One Fare Wage, colocaron una manta gigante en el puente Dumbarton, en las afueras de Georgetown, en la capital nacional, para hacer conciencia entre la gente que transita en el lugar sobre la importancia de considerar y de apoyar un aumento al salario mínimo en los restaurantes.
“Estamos llamando la atención para que se sepa que ha pasado mucho tiempo desde que se consideró a los empleados de este sector. Un par de dólares por hora no es justo, necesitamos que se incremente el salario mínimo y que se ajuste a 15 por hora a nivel nacional para poder asegurar que la gente tenga comida en sus casas”, señaló O Leary.
Los miembros de One Fare Wage consideran que el aumento al salario mínimo no va a afectar la actividad ni las finanzas de las compañías o los negocios donde trabajan; pues, a algunos “les ha ido mejor durante y después de la pandemia” y ese beneficio no llegó a todos los empleados de servicio de restaurantes.
“No estamos diciendo que las compañías tomen la propina y aumenten el salario, la propina es muy importante, los empleados merecen salarios justos y no estar expuestos al mal pago. Las compañías pueden pagar mejor a sus empleados y si pagan mejor, el servicio es mejor y la compañía mejora”, señaló O Leary.
El estudio también señala que ocho estados del país aumentaron el salario mínimo a $15 por hora en el sector restaurantero, eso ayudó a mejorar las condiciones de vida y económicas de los empleados. Con este aumento señala el estudio, las ventas y ganancias de los negocios no se vieron afectadas.
Un trabajo extenuante
Trabajar en un restaurante como mesero, cocinero, ayudante o “busboy” no es nada fácil. El trabajo diario demanda mucha concentración, fuerza física y paciencia. Rebeca lo sabe muy bien. Al llegar a su lugar, tiene que preparar todo, ordenar su estación, pulir y enrollar los cubiertos, sacarles brillo y limpiar los vasos, limpiar su área y prepararse para cuando empiece su turno.
“Cuando uno va a comer a un lugar no se imagina que detrás del plato de comida que llega a la mesa hay un gran esfuerzo y mucho trabajo de varias personas, desde el cocinero que preparó todo, pasando por el ‘food runner’ que lleva los platos a la mesa y llegando hasta el mesero y el ‘busboy’ que asiste. No es fácil”, dice la joven.
Por ejemplo, por una mesa que atiende Rebeca, que se toma alrededor de tres horas para comer, departir y celebrar, gastando aproximadamente $350 y dejando solo el 10% de la propina, es decir $35.00, los empleados pierden.
De esos $35.00 Rebeca tiene que pagar el 20% a su ‘busboy’ y otro 10% al que corre la comida. Es decir, que en dos horas todos se llevan menos y ella se queda con $24.5 por tres horas trabajadas. Normalmente del salario de $2.13 que le paga la compañía sirve para pagar sus impuestos.
“Hay personas que no dejan propina o que por recibos de más de 100 dólares solo te dejan cinco o diez dólares. Ahora con todo lo que ha pasado por la pandemia, es menos la gente que no deja propina, pero aún así, sigue habiendo personas que no tipean lo justo cuando se le da un buen servicio. Por eso creo que es importante que sí haya un aumento al salario mínimo”, dijo Rebeca.
Por Carmen Rodríguez – Especial para El Tiempo Latino