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Deberíamos hacer mayor caso a los alarmistas

Former president Donald Trump has said he will invoke executive privilege to try to block requests for information from the House committee investigating the Jan. 6 attack on the Capitol. MUST CREDIT: Photo for The Washington Post by Emil Lippe

Edward Luce

El alarmismo tiene mala prensa.  Cuando estaba basado en la India, las idea de que Narendra Modi pudiera liderar la nación algún día o aún más, asaltar la independencia de sus instituciones, era descartada por inverosímil.  El primer ministro era Atal Behari, un nacionalista hindú relativamente moderado, y su sucesor fue el miembro casi santo del partido Congreso, Manmohan Singh en el 2004.  Habiendo reportado sobre las masacres de Gujarat, presididas (y ciertamente ideadas) por Modri en su posición de ministro en jefe, y sobre como derivaron en su abrumadora victoria electoral en las posteriores elecciones regionales, yo tenía una prognosis un poco más oscura del efecto de la sangrienta demostración.  Mis amigos locales en su excesivo optimismo descartaban mis pronósticos de que ganara un ultranacionalista y me tildaban de alarmista.  “Deberías tener más fe en la India”, me decían comúnmente.

Menciono esto no por subrayar mi capacidad de predicción.  He tenido muchas equivocaciones (mi falta de modestia no me permite compartirlas con ustedes).  Mi punto es que esconder la cabeza en la arena no es una estrategia.  El partido Congreso de India, ahora en la oposición, estaba poco preparado para la era Modi y sigue deambulando sin rumbo.  Siete años después de que Modi fue elegido primer ministro, India ha cambiado de carácter de manera definitivamente negativa.  Y repetir el lema de que hay que tener “fe” en la integridad nacional tampoco es una táctica muy productiva.  Aun hoy, después de cuatro años de Donald Trump, amigos estadounidenses me dicen que tienen fe de que eso nunca podría ocurrir aquí.  Les pido a todos los miembros del pantano que restrinjan esos sentimientos a su vida espiritual y religiosa.  La política es una actividad mundana.  Funciona mejor cuando te fijas en lo que tienes en frente.

Lo cual lleva a la paradoja del alarmismo.  Mi colega Martin Wolf añadió su voz esta semana a la de Bob Kagan advirtiendo que la democracia liberal de EEUU podría estar entrando en sus últimos días.  No hay que estar de acuerdo con las predicciones de Martin para aceptar que eso es enteramente plausible.  Mientras más descartamos las advertencias, más probable es que ocurran.  La mejor reacción a las alarmas basadas en la razón es tomarlas en serio y actuar en consecuencia.  Desafortunadamente, la mayoría de nosotros estamos programados a través de nuestra educación nacionalista – y el tambor de los rituales patrióticos – para creer que nuestros países gozan de personalidades inmutables, y casi siempre benignas.  Toda nación hace esto.  Pero las tres que conozco mejor, el Reino Unido, la India y EEUU, son peores que la mayoría (aunque no me he olvidado de ustedes Francia y China).

En realidad las culturas nacionales cambian constantemente.  Me criaron para creer que los británicos eran emocionalmente restringidos. El legendario labio superior rígido dio paso a uno inferior tembloroso cuando murió Diana, la princesa de Gales.  También me crie pensando que la política británica habitualmente tenía sentido, a diferencia de los más-teóricos, europeos del continente.  Brexit acabo con eso.  Las naciones cambian todo el tiempo.  Una vez paso por mis manos un diario de un viajero Victoriano a los estados feudales de Alemania.  Se quejaba sin fin de la flojera y la falta de puntualidad alemanas.  Obviamente la creación del estado Bismarkiano tuvo efectos sorprendentes sobre los hábitos cívicos de esa cultura.  De igual forma, ¿quién habría creído que en 1945 Alemania se convertiría en el estado europeo más poderoso económicamente y a la vez más pacífico?  Esa posibilidad habría sido descartada por contradictoria.

Estados Unidos también ha ido cambiando, radicalmente en algunos aspectos.  Hay dos puntos para mí sobresalientes.  El primero es que EEUU ya no es una cultura libre de envidia como solía estereotiparse.  Todo británico de mi edad, y quizás menor, se queja cuando le recuerdan el típico cliché de que cuando un británico ve a alguien en un Rolls-Royce inmediatamente piensa: “mira a ese imbécil”.  Cuando un estadounidense ve lo mismo piensa: “ese seré yo algún día”.  Esa ya no es una caricatura acertada.  El tipo de antagonismo social en EEUU – tanto de clases como de razas y de precariedad – es considerablemente más intenso que la primera vez que viví aquí en los años noventa.  El segundo es la fortaleza del cinismo hacia las instituciones públicas.  El patriotismo estadounidense solía incluir una admiración hacia sus instituciones.  Ahora esa admiración se divide a partes iguales con antagonismo.  Ese es un cambio impactante, que no es fácil de revertir.

Podría pensar en otros puntos como lo difícil que se ha hecho comenzar un nuevo negocio, la decadencia del espíritu “emprendedor”, el auge de la cultura del agravio, y el declive de la movilidad física – el impulso de levantarse y mudarse a mil millas de distancia es tanto más raro.  Estados Unidos también ha tenido logros positivos, los cuales reservaré para otro artículo en el futuro cercano.  Mi propósito ahora es impulsar a los pantaneros a imaginarse que Trump, o algo peor, es reelegido en el 2024 y las oscuras consecuencias que emanarían de ello.  No debería ser tan difícil.  Cualquiera que descarta esa posibilidad esta inadvertidamente promoviendo su posibilidad.  Asústense mucho y actúen en consecuencia.

Rana, ¿es demasiado mi sentido de alarma (o el de Martin)?

Rana Foroohar responde

Ed, ciertamente estoy preocupada por todas las cosas que Martin y Kagan mencionan (y pienso que es probable que Trump sea el nominado Republicano a menos que haya algún cambio dramático).  Pero también pienso que quienes somo parte de los denominados medios de elite también somos demasiado alarmistas.

Es verdad que hay muchas cosas de que preocuparse – la principal para mí económicamente en este momento es la necesidad imperante de normalizar la política monetaria (el enamoramiento de la izquierda con bajas tasas es el tema de mi columna de mañana lunes), pero es se hace compleja esa normalización en medio de problemas con las cadenas de suministros y el aumento desproporcionado de los precios energéticos (para no mencionar los esfuerzos de los Progresistas por deshacerse del presidente de la Reserva Federal Jay Powell).

Pero también hay buenas noticias.  No se si estoy de acuerdo con tu estimación de que es más difícil lanzar un nuevo negocio – la creación de empresas aumentó en el país casi un 20 por ciento desde finales de 2019 hasta finales de 2020 y la tendencia positiva ha continuado en el 2021.  La digitalización permite hacerse emprendedor a mucho menor costo, aunque también es cierto que los negocios digitales necesitan menos empleados.

Si pienso que vivir en el pantano nos hace un poco más negativos.  Estando en el remolino de medios de alta velocidad probablemente tampoco ayuda.  Tú y yo ciertamente estamos entre el grupo de personas tipo activistas, liberales que tienden a tener una visión más extrema de los rivales, como describe esta encuesta de YouGov.

Los viajes han vuelto y espero pasar mas tiempo lejos del corredor de Acela (el tren que conecta Nueva York y Washington), buscando ver que es lo que realmente piensa el resto del país.  Cualquier sugerencia de los pantaneros en cuanto a sitios para visitar es bienvenida.

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