A partir del 1 de enero, en Washington, DC quedan prohibidas las sopladoras a gasolina que limpian las hojas de otoño. Esta es una buena noticia con dos grupos que serán beneficiados, además del medio ambiente.
Los ganadores, sin duda, son los residentes que ya no verán alterada su tranquilidad con el ensordecedor ruido de esas sopladoras. Otros favorecidos son los trabajadores, en su inmensa mayoría hispanos, que limpian las hojas con estos aparatos, nocivos para sus oídos, sus vías respiratorias y sus pulmones.
El tercer componente a ser protegido es el aire. Según, el portal de DC Sustainable Energy Utility (DCSEU), una sopladora, a base de gasolina, en una hora emite la misma cantidad de monóxido de carbono que un tubo de escape de un auto rodando ocho horas.
El Concejo Municipal aprobó esta medida hace tres años y el plazo para utilizar solo sopladoras eléctricas está a la vuelta de la esquina. Entre quienes están satisfechos con esta decisión está Chuck Elkins, vocero de Quiet Clean DC. Él venía abogando por el cambio hacia una tecnología más amigable.
“Trabajé a favor de esta medida para defender a quienes operan estos equipos. Las sopladoras a gasolina son peligrosas para sus oídos y puedo asegurar que la pérdida de audición es un problema muy serio para la salud y las relaciones sociales”. Quienes no hagan el reemplazo en la fecha indicada pagarán una multa de $ 500.
Por el bien de los trabajadores
Elkin, quien tiene dificultades para escuchar por razones no relacionadas con este tipo de trabajo, cree que muchos trabajadores no están al tanto que la pérdida de oído es irreversible. Por lo tanto, la prohibición de las sopladoras de hojas a gasolina, “es un asunto de justicia ambiental y de derechos laborales, porque no es justo que aún estén usando tecnología del siglo pasado”.
Washington DC es la última ciudad que entierra esta “tecnología primitiva, cuyas partículas de gasolina se meten en los pulmones de los operadores y eso es nocivo”, insiste Elkin, quien anima a cumplir los plazos. “Logramos que se les haga descuentos y hasta que les otorguen préstamos sin intereses en los bancos locales para hacer esta transición”. Esto es posible con la ayuda del Departamento de Energía y Ambiente de DC.
Miguel Jiménez se gana su sustento soplando hojas en otoño y aún lo sigue haciendo con una máquina a gasolina. “No he sabido de ese cambio, la compañía no ha dicho nada y con mi cuadrilla seguimos trabajando en DC y en Maryland”. Él trabaja sin mascarilla ni amortiguadores de ruido en sus oídos.
“El ruido y el olor de la gasolina a veces me dan dolor de cabeza y mareos, pero hay que llevar la comida y la renta a la casa”, alcanzó a decir y para no perder más tiempo encendió el motor de la sopladora y las hojas empezaron a volar.
Tiempo de rebajas
Esta medida brinda una buena oportunidad para que organizaciones sin fines de lucro, como DCSEU, promocionen la calidad del aire y el ambiente, a través del reemplazo de tecnología antigua con herramientas modernas, como los paneles solares, las sopladoras de hojas o las cortadoras de césped. Las cortadoras de césped no están dentro de la ordenanza del Concejo.
DCSEU es una organización sin fines de lucro especializada en poner en marcha programas de energía renovable y eficiente, en las áreas residenciales, comerciales, hospitalarias o universitarias. Trabaja en más de 38 estados y en DC ha instalado paneles solares, beneficiando a 2 mil familias en la reducción de las facturas eléctricas.

Theodore Trabue Jr., director general de DCSEU, informó que su organización tiene un programa de apoyo para reemplazar las sopladoras de hojas y las cortadoras de césped a gasolina, sea para uso comercial o residencial. A las empresas se les hará un descuento de $75 por hasta cinco equipos y a los clientes individuales de $50 por una máquina. La oferta se acaba este 31 de diciembre.
Ashley Counsellor, directora de programas de DCSEU, estimó el costo promedio de cada sopladora residencial en $200, mientras que la comercial es de $600. Para más información ingrese a la página: www.dcseu.com.
“Una de las ventajas de este relevo tecnológico es la reducción de los gases contaminantes.
Solo la idea de que avanzamos hacia tecnologías más limpias es una gran solución para la ciudad”, aseguró Trabue y agregó: “siendo honestos, sabemos que la vieja tecnología, sean sopladoras de hojas o cortadoras de césped, es mucho peor que la nueva en lo que respecta a la contaminación, pero cuesta admitir que estos cambios reducirán la incidencia de asma y otros problemas de salud, relacionados con la calidad del aire y en eso queremos colaborar”.
Las sopladoras eléctricas, según Benjamin Burdick, director de mercadeo y comunicación de DCSEU, son más livianas y seguras para almacenar porque no hay el riesgo de que se filtre la gasolina. También son menos ruidosas y quizá algo que queda todavía por abordar es si la batería aguantará hasta el final del día.
Listo para el cambio
Oscar Centeno, propietario de EcoLands Upstream, desde que creó su empresa solo tiene equipamiento eléctrico. Los pedidos de limpieza de hojas, tanto en DC como en Maryland, los acepta cada vez menos porque está convencido de que al soplarlas se está destruyendo la vida en miniatura que tiene sobrevivir durante el invierno.
“Estoy preparado, trabajo con tecnología renovada, pero se han quedado a medio camino, tienen que hacer lo mismo con las cortadoras de césped, igual de contaminantes y ruidosas”.
Este salvadoreño-costarricense cuando llegó a Estados Unidos se empleó soplando las hojas con máquinas a gasolina. “Al instante me di cuenta que ese olor y ruido horribles no se mitigan con nada. Amo la naturaleza y no me gustó ver que, al dejar libre de hojas al terreno, las orugas y otros animalitos se quedaban sin un techo. Las hojas cuando se descomponen fertilizan el suelo, deberíamos dejarlas en su sitio”.
El problema de las baterías, Centeno lo resuelve con más baterías de reemplazo o recargándolas en el lugar de trabajo.
“Mi deseo es seguir trabajando y que la gente se preocupe del daño que causan las sopladoras al ambiente y a la salud”, dijo Centeno.