(c) 2022, The Washington Post – Alex Horton
A medida que tropas rusas se acantonan alrededor de Ucrania como una media luna de hierro, Kateryna Ponomarenko mantiene un bolso de emergencia cerca de la puerta de su casa, preocupada de que la guerra la persiga nuevamente.
Ponomarenko, junto con sus dos hijos, huyó de intensos combates en 2015 después de explosiones y disparos en su pueblo, a las afueras de Donetsk, en el este de Ucrania, donde los separatistas pro-rusos se alzaron en armas un año antes. Comenzaron de cero en Chernihiv, a más de 400 millas del latente conflicto en el este.
Ahora siente que la amenaza se acerca a su familia una vez más.
Las tropas rusas, los tanques y la artillería se están concentrando a lo largo de la frontera cerca del este de Ucrania y avanzando hacia la vecina Bielorrusia para lo que Moscú dice son ejercicios militares conjuntos programados para comenzar la próxima semana. Las tropas rusas más cercanas se han concentrado alrededor de la frontera de Ucrania y Bielorrusia, a una corta distancia de apenas 25 millas de su casa.

Funcionarios rusos dicen que no hay planes de invadir Ucrania incluso cuando el Kremlin aumenta la presión para evitar que Ucrania refuerce sus lazos con Occidente. Pero la demostración de fuerza militar de Rusia junto a su aliado Bielorrusia ha generado temores de que se profundice el conflicto y se abra un nuevo frente en el norte.
El camino a Kiev, a unas 150 millas por una carretera pavimentada, no sólo es el camino más rápido desde la frontera hasta a la capital, sino que también es el más práctico, reconocieron los funcionarios ucranianos. Espesos bosques y pantanos helados actúan como barreras naturales en la región.
La primera ciudad importante en el camino es Chernihiv.
“Quiero prepararme para el peor escenario y escapar de alguna manera si comienza la guerra”, dijo Ponomarenko al Washington Post desde su apartamento en la ciudad de unas 300.000 personas, repleta de catedrales históricas y aún con cicatrices de la ocupación Nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Mientras los funcionarios ucranianos, estadounidenses y de la OTAN debaten las probabilidades de una invasión rusa, quienes viven a lo largo de la carretera están divididos sobre si sus hogares estarán en el camino de posibles convoyes de tanques. Una escalada es poco probable, argumentaron algunos, mientras que otros se muestran nostálgicos sobre los tiempos de la Unión Soviética, que incluía a Ucrania como una de sus repúblicas. Y a medida que las conversaciones sobre la destrucción alcanzan un punto álgido, algunos ucranianos se han lanzado a la pista de baile en los clubes para escapar de la sensación de temor aunque sea por un momento fugaz.

Lo que preocupa a Ponomarenko es una estado de complacencia. Dijo que muchas personas en la región alrededor de Chernihiv no se han visto afectadas por el conflicto en el este, donde los separatistas respaldados por Rusia crearon dos enclaves. Si no se han visto afectados personalmente por la muerte de casi 14.000 personas desde 2014, el conflicto puede parecerles insignificante.
“La mayoría de la gente no se lo toma en serio”, dijo.
Hay cerca de 5.000 soldados rusos en Bielorrusia movilizados para los ejercicios de entrenamiento que durarán 10 días durante el mes de febrero, dijeron funcionarios ucranianos y estadounidenses, aunque los funcionarios afirmaron que el número podría aumentar a 30.000. Se estima que hay 100.000 fuerzas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania más hacia el este.
Hablando durante un evento en vivo del Washington Post el lunes, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que los próximos ejercicios militares de Rusia en Bielorrusia son motivo adicional de preocupación. “Rusia ha usado ejercicios militares antes como un disfraz, como un camuflaje”, dijo.
El secretario de Defensa de EEUU, Lloyd Austin, dijo la semana pasada que la cantidad de tropas rusas movilizadas “supera con creces lo que normalmente vemos para este tipo de ejercicios”.
Oleksiy Danilov, secretario del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, dijo que actualmente no hay signos de una invasión desde Bielorrusia, pero el ejército no ha descartado la posibilidad de que pueda ser un trampolín para un ataque. Dijo que los densos bosques y pantanos dificultarían un asalto por el terreno silvestre, forzando una invasión por medio de las carreteras existentes. Chernobyl, lugar del desastre nuclear de 1986, ocupa una franja de tierra desolada al oeste que también complicaría un ataque que no fuera por la carretera.
Los despliegues para asegurar la frontera con Bielorrusia se están acelerando, junto con la entrega de municiones, combustible y otros suministros, dijo.

Sin embargo, franjas de la frontera norte parecían estar poco reforzadas. El viernes, en el cruce de Senkivka, donde convergen las fronteras con Rusia y Bielorrusia, se podía ver a un puñado de soldados ucranianos patrullando el área mientras camiones comerciales circulaban junto a búnkeres en ruinas. Los drones y otros puntos de observación ayudan a mantener la frontera bajo vigilancia, dijo Oleksandra Stupak, oficial de seguridad fronteriza, a un grupo de periodistas. Hizo referencia a una barricada de madera que podría usarse para bloquear el camino.
En el punto de la triple frontera se instaló un obelisco denominado las Tres Hermanas, una conmemoración de la era soviética para reconocer las relaciones amistosas, dijo Stupak. Impidió que los reporteros se acercaran al área, advirtiendo que las otras naciones podrían verlo como una provocación.
En un pequeño pueblo a las afueras del cruce, Nicholai Lebedev, un jubilado de 68 años, anhelaba regresar a la Unión Soviética, donde dijo que los empleos eran mejores y los bajos precios de los servicios públicos hacían la vida más fácil. Rechazó la idea de que podría estar en peligro en caso de que el ejército ruso use el camino que está a unos metros de la cerca hundida de su propiedad.
“Nadie nos atacará. Son mis hermanos. Somos la misma nación”, dijo, refiriéndose a la Rus de Kiev, una antigua federación de pueblos eslavos. La Rusia de Putin ha utilizado nociones similares de vínculos antiguos y “un solo pueblo” en la propaganda que busca desdibujar el concepto de una identidad y cultura ucranianas separadas.
En Chernihiv, Roman Avramenko ha adoptado un enfoque más sombrío.
Avramenko es el director ejecutivo de Truth Hounds, un grupo con sede en Kiev que investiga crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos en Ucrania y otros lugares. El grupo ha comenzado los preparativos para resguardarse en caso de una invasión rusa, almacenando agua limpia y leña para pasar el implacable invierno. Su trabajo continuará, dijo, con medidas adicionales de seguridad para mantener los documentos almacenados en nubes y libres de confiscación.
“Sé lo que sucederá”, dijo, “cuando Rusia venga”.

Mientras algunos ucranianos se preparan para el conflicto, la vida continúa en Chernihiv.
Las parejas paseaban por las aceras heladas del centro el sábado por la noche, deteniéndose para fumar y calentarse con capuchinos a las afueras de las cafeterías. Los lugareños a la moda se juntaron en Zivot a Pivo, un restaurante alemán que presentaba una banda en vivo tocando una mezcla de éxitos rusos y occidentales, incluido algunos de AC/DC.
“¡Estoy en una carretera hacia infierno!” una masa de bailarines gritaba al techo, incluidas las amigas Sveta Prikhodko y Liydmila Rochina.
Ambas mujeres dijeron que han empacado bolsos de emergencia en caso de que la guerra llegue a su ciudad, aunque son optimistas de que la diplomacia ganará. “Nos preocupamos, pero creo que hay un 75 porciento de posibilidades de que no pase nada, y un 25 porciento de posibilidades de que tengamos vecinos indecentes”, dijo Prikhodko.
Un aluvión constante de noticias y tensiones ha dejado a la comunidad profundamente desconcertada, dijeron las mujeres, que trabajan en bienes raíces. Las ventas se desplomaron en enero, lo que las llevó a buscar un lugar para desahogar su frustración y su ansiedad.
“¿Y si este fuera el día final?” preguntó Rochina.
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Oksana Parafeniuk, del Washington Post, contribuyó con este reporte.
Información del Autor:
Alex Horton es reportero de seguridad nacional para el Washington Post, donde cubre el ejército de los EEUU. Se unió a la mesa de asignaciones generales del Post en 2017 desde Stars and Stripes, y sirvió en Irak como soldado de infantería del ejército.
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