La guerra en Ucrania ha reforzado los argumentos a favor de las alternativas a los combustibles fósiles.
El belicismo de Vladimir Putin en Ucrania ha dejado al descubierto los costos estratégicos de la dependencia energética de Europa respecto de Rusia. Si bien la UE y otras potencias occidentales han golpeado a Moscú con sanciones devastadoras y sin precedentes, evitaron golpear al sector energético para que el petróleo y el gas puedan seguir fluyendo desde Rusia hacia las centrales eléctricas y refinerías occidentales. El problema, por supuesto, es que las divisas siguen fluyendo en sentido contrario.
Mientras que EEUU también se resiste a que los precios del petróleo sigan subiendo, la UE se encuentra en una posición particular. Más de un tercio de sus importaciones de petróleo y el 40 por ciento de las de gas proceden de Rusia. Perdió la oportunidad de reducir esta dependencia después de que Putin invadiera por primera vez Ucrania en 2014; de hecho, las importaciones de energía proveniente de Rusia aumentaron en ese período para sustituir la disminución del uso del carbón y el alejamiento de Alemania de la energía nuclear. Este error fue peor que una simple negligencia. La entonces canciller alemana, Angela Merkel, supervisó el lanzamiento de la construcción del gasoducto Nord Stream 2 en 2018, lo que ayudó activamente a Putin a obtener una ventaja estratégica. Fue necesaria la agresión de Moscú de la semana pasada para que su sucesor suspendiera la certificación de un gasoducto ya completado.
Además, los países europeos este invierno han permitido que sus reservas de gas almacenado disminuyan a niveles inferiores al promedio. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), el gigante productor estatal de gas ruso Gazprom es dueño del 10 por ciento de la capacidad de almacenamiento de gas de la UE, pero es responsable de la mitad del déficit comparado con los niveles de almacenamiento en un año promedio.
Ahora Europa debe encontrar soluciones provisionales urgentemente para sustituir el gas ruso en caso de que Putin corte el suministro de energía en respuesta a las sanciones y al loable apoyo de Europa a Ucrania. Incluso si esto se descartara – lo cual no es factible – la UE debería, en cualquier caso, ponerse en posición de embargar las ventas de petróleo y gas de Rusia si se considera que es la mejor manera de añadir presión al Kremlin.
Prescindir del gas ruso es difícil, pero no es imposible. La primavera está en camino, se puede comprar algo más de gas natural licuado en los mercados mundiales y la generación de energía fósil y nuclear puede reactivarse en los países de la UE. Las medidas de conservación de la energía pueden reducir la demanda a niveles manejables. El petróleo es un reto menor, dada la profundidad de los mercados mundiales del petróleo y las mayores reservas europeas.
Sin embargo, una reducción significativa de la dependencia energética de Europa respecto a Rusia tendría un alto precio, económico y político. La política macroeconómica debe adaptarse a una crisis de oferta negativa que puede agravarse. Los países de la UE deben acordar formas de compensar a aquellos más expuestos al aumento de los precios de la energía, tanto dentro de los países como entre ellos. Un enfoque unificado para un reto común requiere del apoyo a los países con la mayor proporción de gas ruso en su mezcla de fuentes energéticas, así como esfuerzos coordinados para resolver los cuellos de botella en la distribución de gas y el transporte de electricidad en todo el continente.
A largo plazo, las preocupaciones estratégicas encajan afortunadamente con los objetivos de descarbonización de la UE. En lugar de hacer caso a los llamados a renovar la extracción de combustibles fósiles en Europa – proyectos que tardarían en construirse, pero que cimentarían la infraestructura energética sucia durante décadas – es esencial acelerar el crecimiento de la capacidad de generación y transmisión de energía libre de carbono. Al igual que lo son los mayores incentivos para ser eficientes en la utilización del carbono y la energética por parte de los consumidores y las empresas. Asimismo, no debería haber dudas de que debe incluirse legítimamente la energía nuclear en la mezcla energética de Europa.
En palabras del ministro alemán de Economía, Christian Lindner, la energía sin carbono es la energía de la libertad de Europa. Este es el momento de invertir en ella.
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