ir al contenido

El dolor crónico es terrible - una nueva forma de entenderlo puede ayudar

El dolor crónico muchas veces lleva a los pacientes a abusar de los medicamentos, lo cual empeora su situación. FOTO: Bloomberg por George Frey.

Los últimos dos siglos han traído una sucesión de avances en la medicina que tienen el potencial de cambiar vidas, pero no se ha logrado tratar una afección aparentemente sencilla: el dolor crónico.  Afecta a 1 de cada 5 personas en todo el mundo; sin embargo, en gran parte debido a una incomprensión fundamental de su naturaleza básica, el tratamiento sigue siendo deficiente.

Nuestra incapacidad para entender el dolor se ve claramente ejemplificada en la epidemia de opioides. Aunque los medicamentos opioides son eficaces para tratar a los pacientes con dolor agudo, como el que se presenta tras la fractura de una extremidad, la evidencia acumulada sugiere que no son mejores que analgésicos más seguros como el ibuprofeno o el paracetamol para ayudar a los pacientes con dolor crónico - generalmente definido como el dolor que dura seis meses o más.

El consumo de opioides con receta se disparó en parte debido a una campaña de salud pública, ahora desacreditada, que pretendía situar todo el dolor como una sensación puramente física, un "signo vital" similar a la frecuencia cardíaca o la presión arterial. Sin embargo, los estudios de investigación están revelando que el dolor agudo puede tener poco en común con el dolor crónico.  Si se estudia el cerebro mediante resonancias magnéticas u otras técnicas, estos estudios demuestran que el fenómeno al que más se parece el dolor crónico es a la memoria, y la afección con más paralelismos con el dolor crónico es el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT).

La relación entre el dolor y la memoria es increíblemente estrecha, como han demostrado muchos estudios, y por buena razón.  En términos evolutivos, el principal objetivo del dolor es mantenernos a salvo del daño, y para lograrlo ha evolucionado hasta convertirse en un eficaz maestro.  No importa cuántas veces le advierta que no lo haga: solo cuando mi hija toca la sartén caliente, aprende a no hacerlo nunca más.

Como los seres humanos nos contamos entre los animales más longevos, tenemos que ser capaces de recordar durante mucho tiempo que nos ha causado daño. Y como nuestro cuerpo prefiere que seamos en extremo precavidos, nuestros recuerdos de la agonía suelen ser exagerados.

Este fenómeno de la memoria, llamado regla del pico final, dice que tendemos a recordar una experiencia por sus momentos emocionalmente más intensos y su final. Cuando se trata de dolor crónico, cuanto más dolor experimenta una persona, más probable es que lo recuerde como algo peor de lo que en realidad fue. Aunque sean infrecuentes, los peores picos de dolor quedan mucho más arraigados que los momentos de relativo alivio; por eso nuestro recuerdo se sesga negativamente.

Nuestra capacidad de memorización es fundamental para la transformación del dolor agudo en dolor crónico. La creación de fuertes conexiones cerebrales es necesaria para el recuerdo a largo plazo, que es lo que hace la llamada PKMzeta. Sin embargo, esta molécula hace algo más que ayudarnos a recordar las contraseñas de nuestras cuentas de internet. Es esencial para la génesis del dolor crónico.

En un experimento histórico, los investigadores demostraron que las lesiones nerviosas aumentaban los niveles de PKMzeta en las partes del cerebro de los ratones que recibían señales de dolor. Estas lesiones provocaron el desarrollo de un dolor crónico en los ratones, que siguieron cojeando y resguardando sus patas heridas meses después de la lesión inicial. Sin embargo, cuando los investigadores inyectaron ZIP, una sustancia que bloquea la capacidad de la PKMzeta para memorizar eventos, los ratones dejaron de desarrollar comportamientos característicos del dolor crónico, como la cojera y el resguardo. Cuando los ratones perdieron la capacidad de recordar, también perdieron la tendencia a que el dolor agudo se aprendiera y se recordara como dolor crónico.

La PKMzeta está presente principalmente en el hipocampo, la parte del cerebro dedicada a la memoria y el aprendizaje. Los estudios han demostrado que las diferencias en la forma del hipocampo entre personas con dolor de espalda pueden predecir qué pacientes tienen recuerdos más exagerados de su dolor.

El papel de la memorización en el desarrollo del dolor incesante hace suponer que, para superar el dolor crónico, en lugar de atiborrar a la gente de opioides u otros medicamentos, tal vez solo se deba aprender a olvidarlo.

Un medicamento prometedor para las personas con dolor crónico es el propranolol, un fármaco utilizado para la ansiedad de desempeño, la hipertensión arterial y los temblores, entre otros usos. Se ha demostrado en ensayos clínicos que debilita la consolidación de los recuerdos negativos. El propranolol se asocia a una reducción de los síntomas del TEPT en algunas personas y es especialmente eficaz cuando se administra antes de que reactiven los recuerdos traumáticos con un terapeuta.

El dolor es la razón más común por la cual la gente busca atención médica, y si se quiere tratar adecuadamente, hay que entenderlo bien. Esto es especialmente crucial en un momento en el cual la medicina se está recuperando de una cultura de prescripción excesiva de opioides y, sin embargo, carece de otros recursos para ayudar a quienes sufren una agonía incesante.

Washington Post - Haider Warraich

Lea el artículo original aquí.

Últimas Noticias