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Los Demócratas ya no escuchan a los votantes de Estados Unidos

Alexandra Ocasio Cortez
FOTO: Washington Post por J Pat Carter.

El partido se encamina a un fracaso en las elecciones intermedias, pero no muestra interés por la introspección.

¿Cómo saber si los liberales culturales estadounidenses han ido demasiado lejos? Cuando los habitantes de San Francisco los destituyen. El reciente referéndum revocatorio para revocar al fiscal del distrito y jefe de educación de San Francisco no puede desestimarse como una idiosincrasia de la ciudad más Demócrata de Estados Unidos, donde la última vez que se eligió a un alcalde Republicano fue en 1959.  Hay una razón por la cual los Demócratas están languideciendo en las encuestas nacionales.  San Francisco es simplemente la señal de advertencia.

Teniendo en cuenta los instintos autoritarios del actual partido Republicano, el hecho de que los Demócratas se estén quedando tan atrás debería ser un motivo urgente para auto cuestionarse.  El partido se encamina hacia lo que, según las encuestas, podría ser una derrota arrasadora en las elecciones intermedias de noviembre.  Sin embargo, hay pocas señales de introspección.  La culpa es de todos, menos de los Demócratas.  A los votantes se les ha lavado el cerebro para que piensen que Joe Biden es demasiado viejo para desempeñar el trabajo de presidente, que está harto de los altos precios de la gasolina, que exagera ante la escasez de leche de fórmula para bebés o que, simplemente, es demasiado de derecha como para entender los problemas.

Hay otra explicación: que las elecciones intermedias suelen ser referendos sobre la economía y los Demócratas no tienen un mensaje económico fácil de digerir.  Por el contrario, los votantes piensan que saben lo que el partido cree sobre la inmigración ilegal, la desfinanciación de la policía, la participación de los transexuales en los deportes femeninos y los sindicatos de profesores parciales a la educación por Zoom. A la mayoría no le gustan estas posturas.  Esto se aplica tanto a los votantes no blancos como a los blancos.

Como dice Ruy Teixeira, un veterano politólogo: la marca Demócrata está "entre poco convincente y tóxica para amplios sectores de votantes estadounidenses que podrían ser sus aliados".  El hecho de que Teixeira diga esto debería hacer que los Demócratas estén alerta.  Fue coautor del influyente libro "The Emerging Democratic Majority", que argumentaba que las tendencias raciales harían inevitable el gobierno Demócrata.  Esto sigue siendo un principio rector entre los consultores electorales. Sin embargo, Texieira ha cambiado de opinión.

¿Cómo es que los Demócratas se están enemistando con los votantes que necesitan para ganar?  Gran parte de la respuesta es que han dejado de escuchar a los votantes ordinarios. Esto sería menos problemático si la dirección del partido fuera una muestra representativa de la sociedad estadounidense. Pero sus altas esferas están dominadas por una clase activista blanca con estudios universitarios que está acostumbrada a hablar con personas pertenecientes a esa misma clase.  Los días en que se llamaba a la puerta de los posibles nuevos votantes prácticamente han terminado.  Desde la época de Barack Obama, los Demócratas se han aferrado a un modelo digital que resta importancia al compromiso personal.

Esto aleja al partido de la realidad.  Una consecuencia es que la mayoría de los Demócratas creen que solo tienen que "lograr que vote la base".  Emocionar a la base significa atender a los activistas del partido, que son un mundo aparte del votante medio.  Alison Collins, la directora de la junta educativa de San Francisco que fue expulsada a principios de este año, dijo que "'el mérito' es una construcción inherentemente racista diseñada y centrada en el marco de la supremacía blanca".  Esta idea llevó a Collins a cambiar la mayor escuela selectiva de San Francisco, que de tener un sistema de aplicación basado en los méritos pasó a aplicar un sistema de lotería.  Los liberales de todo el país están presionando para acabar con los exámenes estandarizados.  Sin embargo, la mayoría de los votantes, incluidos los afroamericanos, lo rechazan por considerarlo la intolerancia atenuada de las bajas expectativas.

La izquierda activista también pasa por alto la creciente ola de criminalidad en Estados Unidos.  Los homicidios urbanos se han incrementado en más de un 40 por ciento en los últimos dos años y medio, lo que constituye una de las principales razones por las que está creciendo el número de votantes que afirman que EEUU va por el mal camino al ritmo más constante desde principios de la década de 1990, cuando EEUU sufrió su última ola de delincuencia.  Chesa Boudin, fiscal del distrito de San Francisco, fue destituido la semana pasada por negarse a procesar a delincuentes reincidentes.  Aunque Boudin tenía razón al quejarse de que las cárceles estadounidenses están llenas de gente que no debe estar allí, esa empatía no es la respuesta a la inseguridad que sienten las personas cuando salen de sus casas.

A la izquierda también se le escapa la probable anulación del caso Roe vs Wade por parte de la Corte Suprema, que consagró el derecho federal al aborto.  Los grupos de temáticas liberales, entre los que destaca la American Civil Liberties Union, afirmaron que la medida sería muy perjudicial para los grupos marginados, como los pueblos indígenas y la comunidad LGBTQ.  Las mujeres, que representan más de la mitad de los votantes, no fueron siquiera mencionadas en el tuit de la ACLU.  El término actual para referirse a las madres es "paridoras" que "amamantan".  Tales palabras solo podrían prosperar en un mundo recluido.  El éxito de la política consiste en ganar adeptos. Acabar con la herejía es una mala manera de hacerlo.

Edward Luce

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