La histórica reticencia de China a trabajar en equipo con otros acreedores podría afectar a muchos países.
Es difícil imaginar una crisis en tiempos de paz más grave que la que ahora afronta Sri Lanka. Su presidente huyó sin enfrentarse al pueblo ceilandés ni dimitir oficialmente. Décadas de corrupción y mala gestión han quedado al descubierto a raíz de la crisis económica provocada por el coronavirus y la guerra de Rusia en Ucrania.
Sri Lanka se quedó sin dinero. Ya no puede pagar las importaciones de alimentos, medicamentos y combustible. Después de meses de protestas, los manifestantes tomaron el palacio presidencial e incendiaron la casa del primer ministro. Se anunció una emergencia nacional.
El caos político se ha reflejado en las finanzas públicas. Los recortes de impuestos y otras decisiones desafortunadas vaciaron los ingresos del gobierno justo cuando golpeaba la pandemia. El gobierno ha tenido un déficit presupuestario promedio anual de más del 10 por ciento del PIB desde 2019.
Las deudas han aumentado. Sri Lanka debe más de $50 millardos a organismos multilaterales, gobiernos extranjeros y acreedores comerciales. En mayo, dejó de pagar y se convirtió en el primer prestatario soberano asiático que cae en incumplimiento desde 1999. Ahora se enfrenta a lo que probablemente sea la reestructuración de la deuda soberana más compleja de los últimos tiempos. Otras economías emergentes que se han atiborrado de deuda durante la pandemia observarán de cerca el proceso. Según el FMI, 38 países en desarrollo se encuentran en dificultades de endeudamiento o en alto riesgo de padecerlas. Los observadores han expresado su preocupación por Pakistán, Ghana y otros países.
Sri Lanka tiene gran parte de su deuda con rivales geopolíticos. Le debe al menos $5 millardos -el doble según algunas estimaciones- a China, incluido un financiamiento de emergencia otorgado durante la pandemia. Nueva Delhi afirma haber otorgado $3,8 millardos. Según el FMI, a Japón se le deben al menos $3,5 millardos y otro millardo a otros países ricos.
Conseguir que esos prestamistas se pongan de acuerdo sería un gran logro. Puede haber motivos para el optimismo en el hecho de que, el mes pasado, China se unió a Francia como copresidente del comité oficial de acreedores de Zambia, el primer país africano que cae en incumplimiento en la era Covid. Sin embargo, China tardó seis meses en aceptar el rol, y no hay garantía de que el enfoque colegiado en este caso se extienda a Sri Lanka o a cualquier otro de sus otros deudores soberanos que ahora corren el riesgo de incumplir con sus pagos.
Esto tiene una enorme importancia. China es el mayor prestamista bilateral del mundo. Entre los 74 países clasificados como de bajos ingresos por el Banco Mundial, es mayor que todos los demás prestamistas bilaterales juntos. No obstante, sus préstamos son opacos y tradicionalmente ha adoptado un enfoque ad hoc para la gestión las deudas, al tratar con sus deudores a puerta cerrada. Aunque a menudo está dispuesto a dar más tiempo a los prestatarios, se ha mostrado reacio a aceptar cualquier reducción de la suma adeudada.
El FMI dice que las deudas de Sri Lanka son insostenibles. El apoyo del FMI estará condicionado a que los acreedores acepten primero dar garantías para restablecer su sostenibilidad. Conciliar los intereses contrapuestos de China y de India será una tarea gigantesca. Otro salto enorme será conseguir el acuerdo de otros acreedores, incluido el de los prestamistas comerciales de Sri Lanka, quienes a menudo tienen motivaciones diferentes. Llevará meses, por lo menos.
Las iniciativas para el alivio de la deuda introducidas en la pandemia por el grupo de las grandes economías del G20 se diseñaron para abordar las deudas insostenibles antes de que se convirtieran en crisis. Zambia y ahora Sri Lanka son las prueba más recientes de que esas iniciativas se han quedado cortas.
El FMI, el Banco Mundial y otros organismos han instado a los gobiernos nacionales a unirse para encontrar una mejor solución. Aún así, las posibilidades de esta cooperación mundial parecen más lejanas hoy que al comienzo de la pandemia. El pueblo de Sri Lanka, y los pueblos de otros países potencialmente morosos, sufrirán el costo.
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