En casa de la salvadoreña Pura Viera el Día de Acción de Gracias juntó al mundial de fútbol y la pasión incondicional de esta familia por poner a rodar el balón. Esta madre de familia de dos hijas ha perdido la cuenta de los pavos asados que han compartido, de los goles que ha mandado adentro del arco o que ha tapado y de los años que lleva subiendo y bajando por las canchas de Washington DC, Hyattsville, Gaithersburg, Riverdale o Landover.
Viera es una futbolista que patea duro con la zurda, es muy reconocida y apreciada entre las ligas del área metropolitana. “En los equipos femeninos tenemos jugadoras desde los 15 hasta los 50 años y más, una de ellas es Pura (47), muy buena pateando el balón”, dice Claudia García, otra futbolista.
Viera ha trasmitido esa obsesión de correr detrás de la pelota a sus hijas Karen Viera (25) y Vanessa Viera (21), quienes también son delanteras y volantes en las canchas del área metropolitana. Además, les ha enseñado lo mucho que vale la unión familiar y Thanksgiving no fue la excepción.
“Mi hermana Sandra, como cada año, se encargó del pavo, mi mami Zoila del arroz y yo de las ensaladas. Esta vez a mí me tocó ser la anfitriona”, contó Viera. Al menos unos 20 familiares se juntaron para celebrar una tradición, que la han adoptado y a la que le agregan el aderezo salvadoreño en forma de pastelitos con miel o menestra de fréjol.

“Mi corazón con Argentina”
Pura y sus hermanas, Sandra y Evelyn, son tan unidas que cada cumpleaños, graduación, o bautizo es razón suficiente para reunirse. Anoche, entre la degustación del pavo relleno, horchata y pastelitos, hablaron de fútbol y se entretuvieron haciendo quinielas con sus selecciones favoritas. Ese hogar, hablando del mundial, está dividido entre Brasil y Argentina, pero si llega a ganar cualquiera de esas selecciones lo festejarán en familia.
“En este mundial y como en todos los mundiales mi corazón está con Argentina, porque somos latinoamericanos. Nuestra tradición es poner el árbol de Navidad el domingo antes de Thanksgiving y esta vez fue especial porque, entre bombillos y luces, estuvimos apoyando a Ecuador contra Catar” y ese 2-0 fue la primera alegría de este mundial; para esta familia este mes va a darles muchas emociones gracias al deporte del balompié.

Mucho por lo que agradecer
Anoche, alrededor de la mesa, a nombre de todos Sandra agradeció por los alimentos, la amistad y la compañía. También dieron las gracias porque la pandemia no se llevó ni enfermó gravemente a nadie de los suyos y pidieron que la vida continúe dándoles salud para seguir reuniéndose, trabajando y, por supuesto, jugando fútbol.
Viera se sumó a ese agradecimiento, mencionando que muchos perdieron el empleo, se quedaron sin comida y sin casa. “Nosotros, gracias a dios, tenemos un techo, no nos falta trabajo y en la mesa hay un plato más y por eso hay que estar agradecidos”.
Siempre le ha gustado jugar algún deporte. “Esto es algo que viene de familia. Mi tío tiene un equipo en El Salvador. Cuando vine a Estados Unidos tenía nueve años y comencé jugando en un equipo llamado La Polvosa, en Columbia Heigths, allí el fútbol femenino comenzó hacerse popular entre las latinas”.
La falta de información y en ese entonces el temor por no tener papeles hizo imposible buscar una beca por méritos deportivos para ir al college. Sin embargo, Viera está satisfecha con lo que ha conseguido gracias al rey de los deportes.

El fútbol como terapia
“En las canchas he encontrado la paz y tranquilidad, pasé por un divorcio y el balón me ayudó a superar la depresión y sanar las emociones. Ha sido la mejor medicina, me pongo el uniforme y me olvido de todo. A mucha gente le ayuda el sicólogo, a mí el fútbol y la iglesia y a eso le doy las gracias no solo en Thanksgiving sino todos los días”. Viera trabaja en el departamento de finanzas del Children’s Nation Medical Center, en Silver Spring.
El fútbol también le ha dado muchas amistades y eso “vale más que cualquier dinero que se pueda tener”, dice. Cada domingo disputa un partido contra sus amigas, “solo en la cancha somos rivales, cuando termina el juego nos abrazamos, nos felicitamos y nos reímos mucho”. Ahora mismo por una lesión de rodilla está en la posición de arquero y es su hija Karen, quien juega en el bando contrario, la que le mete goles.
Madre, hija y rivales
“Es chistoso y al mismo tiempo triste, porque a veces me cuesta echarle un gol al arco de mi mamá. Ella tampoco me hace la vida fácil en la cancha, mi mami es una guardameta de calidad”, dice Karen, quien estaba a la espera de la cena de anoche, “porque a veces, con mi vida loca como recepcionista en la oficina de un doctor, el cuidado de mi hijo de cinco años y el fútbol, no tengo tiempo de verlos. Por eso agradezco que somos una familia unida”.
Al igual que su madre, Karen se da tiempo para entrenar a los niños en la cancha, es así como su pequeño Mateo ya empieza a construir la tercera generación de familia futbolera.
Viera, quien juega en el equipo de Las Águilas, ha sufrido varias lesiones, pero ninguna tan grave como para alejarla por mucho tiempo de la cancha. “Nuestro fútbol es hoy ganar o perder y mañana ir a apoyar al equipo rival. Jugamos por el placer de jugar, por fraternizar y por no olvidar que somos una comunidad”, dijo Viera, quién aseguró que el Día de Acción de Gracias fue para compartir en familia, hablar del mundial y poner en mente al siguiente partido de este domingo.