En la mañana del 8 de noviembre, el sonido de la destrucción llenó el aire en Jerusalén, cuando la casa de un niño palestino de 13 años de edad, Mohamed Zalbani, fue demolido por militares israelíes y la policía fronteriza, según los medios de comunicación locales. Esta drástica medida fue la respuesta a un incidente de apuñalamiento protagonizado por el joven Zalbani en febrero.
Zalbani, residente en el campo de refugiados de Shuafat, cerca de Jerusalén, agredió a Asil Suaad, agente de la policía fronteriza israelí. En el caos, un guardia de seguridad que se encontraba en las inmediaciones disparó, hiriendo tanto a Zalbani como a Suaad.
Los cargos que enfrenta el menor de edad
Según reportes del diario israelí Haaretz, Zalbani se enfrenta ahora a cargos de asesinato, intensificados por el elemento de terrorismo. La demolición de su casa fue consecuencia de que el tribunal denegara una petición para detener la demolición el pasado lunes. La familia de Zalbani había alegado, aunque en vano, que ignoraban su plan para llevar a cabo el atentado.
El campo de refugiados de Shuafat fue el escenario en el que cientos de agentes facilitaron la evacuación y la demolición, según informó el periódico Times of Israel. La policía confirmó que la operación se llevó a cabo sin que se produjeran disturbios.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) reveló que, sólo en 2023, las autoridades israelíes han demolido al menos 850 estructuras palestinas. Entre ellas se incluyen viviendas, tiendas, talleres y establos.
El número total de demoliciones desde 2009 alcanzó la cifra de 9.978, lo que subraya la escalada de tensión en la región que inició el 7 de octubre con el ataque terrestre y aéreo del grupo Hamás a territorio israelí.
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