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Corredora denuncia comentarios que reciben las mujeres al entrenar en la calle

Descubre los desafíos que enfrentan las mujeres deportistas y la necesidad de medidas para garantizar entrenamientos seguros

Mujeres acoso al entrenar
Imagen de referencia vía Pixabay

En los entornos urbanos donde la forma física es una prioridad, surge una tendencia notable entre las mujeres atletas: a menudo eligen entrenar durante el día y en caminos de tránsito común.

Esta preferencia no tiene que ver simplemente con la comodidad; es una estrategia de protección. Hasta un 28% de las corredoras afirman sufrir acoso mientras hacían footing, según una encuesta del Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) y Zúrich Insurance.

Sólo en Barcelona, dos tercios de las corredoras se han enfrentado al acoso callejero, y Madrid registra un significativo 25% de incidentes similares.

Las principales preocupaciones de estas mujeres suelen producirse al anochecer. Para evitar riesgos, muchas corredoras evitan las zonas poco iluminadas o aisladas, optando en su lugar por las horas más concurridas y la seguridad que proporciona entrenar acompañadas.

Caso de Ángela Cánovas

Sin embargo, las horas diurnas no siempre garantizan la seguridad. La experiencia de Ángela Cánovas, compartida el lunes 8 de abril, representa el acoso a las mujeres en su máxima expresión.

Mientras hacía footing a las 11:00 am junto al río, un hombre en monopatín se le acercó y empezó a hacer gestos obscenos.

A pesar de sus intentos por ignorar las provocaciones y continuar con su ejercicio, se vio obligada a llamar por video a su hermano para pedirle ayuda mientras el individuo continuaba siguiéndola.

El incidente ganó aún más atención cuando Sandra Piñeiro, atleta y entrenadora, difundió la historia de Cánovas en Instagram, incitando a sus seguidores a compartir sus propios encuentros con el acoso mientras entrenan, especialmente a las mujeres.

Otras experiencias de acoso mientras entrenan

Las respuestas fueron tan rápidas como inquietantes. Una mujer relató ser degradada por hombres que le escupieron, otra fue agredida físicamente por un ciclista y otra describió que fue seguida insistentemente por un auto, cuyo conductor la acosó verbalmente a lo largo de una distancia considerable.

Estas historias de atletas femeninas pintan un mal panorama de los retos a los que se enfrentan en los entornos urbanos de entrenamiento.

Representan la necesidad urgente de un cambio social y de medidas de seguridad más estrictas para garantizar que las mujeres puedan hacer ejercicio sin miedo, lo que es un derecho fundamental, no un privilegio.