Una sola frase, “total reset con China”, bastó para que el S&P 500 repuntara y Bitcoin rozara los $105,000. No hubo documento firmado ni lista de aranceles revisados; solo la foto de un apretón de manos en Ginebra y el megáfono digital de Trump.
El mercado, hambriento de cualquier señal que desinfle la guerra comercial de los últimos meses, leyó la escena como tregua y respondió con euforia algorítmica: flujos hacia acciones industriales, un rally en semiconductores que se fabrican a ambos lados del Pacífico y, de fondo, el búho de Duolingo subiendo un meme en perfecto mandarín—porque hoy la geopolítica se mide también en likes.
La diplomacia del doble click. El movimiento fue tan instantáneo como frágil. Ni la Casa Blanca ni Pekín detallaron qué implica ese “reinicio total”. Los traders, sin embargo, precargaron el relato: menor presión inflacionaria, dólares saliendo del colchón y fondos soberanos asiáticos comprando deuda US para mostrar buena voluntad. Mientras tanto, en los dark pools se cruzaban apuestas de que la tregua durará lo que tarde la próxima notificación de aranceles en Twitter/X.
El mensaje tácito: los algoritmos ya no esperan minutos para digerir un comunicado; bastan dos palabras optimistas traducidas a todos los idiomas del Bloomberg Terminal.
Cripto, termómetro de la ansiedad global. La reacción más elocuente llegó desde el universo sin regulador central. Bitcoin y Ethereum saltaron en vertical —y retrocedieron igual de rápido— recordándonos que las criptos se han vuelto el indicador adelantado de la confianza macro: si la reunión va mal, son refugio; si va bien, son apuesta de crecimiento.
El repunte se evaporó cuando los periodistas notaron que el 145 % de tarifas US y el 125 % de tarifas chinas siguen ahí, inalterados. Moral de la historia: en la economía del scroll infinito, las palabras presidenciales valen miles de millones.