El desplome de UnitedHealth Group sacudió al sector financiero y sanitario estadounidense. En apenas un mes, la aseguradora más grande del país perdió cerca de $288,000 millones en valor de mercado, cortesía de una tormenta perfecta: la renuncia repentina de su CEO Andrew Witty, un alza inesperada en los costos médicos y una investigación criminal federal por posible fraude a Medicare. Para una empresa del Dow Jones, el giro fue tan rápido como alarmante.
Una renuncia que lo dice todo. Aunque la compañía insiste en que Witty se fue por “motivos personales”, la rapidez con la que le encontraron reemplazo y el contexto en el que se dio su salida levantan muchas cejas. La decisión parece más una maniobra de control de daños que una transición planificada. La junta llamó de urgencia a Stephen Hemsley, exCEO con historial de éxito, para intentar contener una crisis de reputación que ya se traduce en desconfianza de inversores y clientes.
Un riesgo sistémico en salud. Más allá del caso puntual, lo de UnitedHealth revela una fragilidad estructural en el sistema de salud privado estadounidense. Que una firma tan central esté bajo múltiples investigaciones —desde el Departamento de Justicia hasta el IRS— enciende alarmas sobre cómo operan las aseguradoras en programas públicos como Medicare. Si el modelo que parecía más sólido tambalea así, ¿qué tan profundo es el problema? El sector podría estar ante una crisis de legitimidad, no solo de gestión.