Son las 3 de la tarde del miércoles 25 de junio en la Catedral de Arlington, Santo Thomas y el padre Juan Puigbó se arrodilla frente al altar. Sería la última vez que lo haría en su vida. En una decisión tan poco común como profundamente espiritual, el sacerdote estaba a unas horas de dejar su vida parroquial para iniciar la vida de ermitaño a partir del día siguiente. “Eres la última persona secular con la cual estaría hablando en este mundo”, dijo durante una extensa plática.
El jueves 26 de junio por la mañana, el sacerdote tomaría su auto hasta llegar a una cabaña escondida en el Norte de Virginia para internarse por toda la vida, consagrado a la soledad, oración y penitencia.
Después de 15 años de años de discernimiento, este sacerdote venezolano, de 50 años, decidió responder al llamado de ermitaño, que reconoce desde la adolescencia, consagrándose a Dios en silencio y oración por el mundo.
A los ojos del mundo, su decisión rompe los parámetros ordinarios de lo que se entiende por éxito, progreso o estabilidad. Pero para él, se trata de seguir un deseo interior que Dios ha puesto en su corazón desde joven.
“Esto es una muerte al mundo, a los gustos, a esta libertad. Es un sacrificio, tanto para mí como para mi familia. Pero es el llamado que Dios me ha hecho”, dijo. “Sin fe es imposible entenderlo”, agregó.
Un llamado en silencio: el padre Juan Puigbó inicia vida de ermitaño tras 24 años de sacerdocio
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los ermitaños “consagran su vida a la alabanza de Dios y la salvación del mundo mediante una separación más estricta del mundo, el silencio de la soledad y la oración y penitencia asiduas”. No se trata de huir del mundo, sino de sumergirse más profundamente en Dios. Así lo expresó el sacerdote Puigbó.
“No es que el sacerdocio no sea suficiente. Es una sed más profunda, un anhelo por estar con Él”.
El Código de Derecho Canónico reconoce esta forma de vida consagrada (Canon 603), que exige una Regla de Vida aprobada por el obispo y la profesión de los consejos evangélicos.

Quince años desde que sintió el llamado
Tras casi un cuarto de siglo como sacerdote, y luego de 15 años de discernimiento acompañado por el obispo Michael Burbidge y otros guías espirituales, el padre Puigbó recibió permiso para vivir como ermitaño bajo el amparo del Canon 603 del Derecho Canónico.
Su familia, padre, madre y tres hermanos lo apoyaron. “Aunque fue una decisión difícil para ellos porque ya nunca más los volveré a ver”, dijo. “Pero ha sido un proceso, porque al principio hace 25 años cuando decidí seguir la vocación de sacerdote, también fue difícil para ellos, pero siempre me han apoyado”.
El padre Puigbó emigró a Estados Unidos desde Venezuela hace 24 años y luego lo hicieron sus padres y hermanos. Para muchos, su decisión sigue siendo incomprensible. Pero Puigbó ofreció una analogía conmovedora:
“He visto a mi papá enamorado de mi mamá toda la vida. ¿Por qué ella? Porque es ella. Así es el amor de Dios: no se puede explicar. El amor te hace hacer cosas que parecen locura”.
En un mundo que premia la visibilidad, la productividad y el ruido, la elección del padre Juan Puigbó es un acto profético. “Una lámpara encendida en el silencio”, añadió.
En una cabaña de 300 pies cuadrados
Fue la misma diócesis la que construyó la ermita donde ahora vive, un espacio que él describe con sencillez. “No puedo decir dónde está ubicada pero sí te puedo afirmar que está dentro del Norte de Virginia”, dijo.
Su padre y su hermano lo ayudaron a construir la ermita, como ya lo habían hecho una década antes en Haymarket, donde edificaron un primer espacio de retiro. Cada semana, durante años, el padre Juan pasaba su día libre orando allí. Su madre, su padre y sus tres hermanos han sido su sostén espiritual y humano.
“Todo está en 300 pies cuadrados. Ahí me voy a quedar el resto de mi vida. A rezar, a hacer penitencia. Y contar los días hasta que el Señor me llame y me lleve al cielo”, expresó con serenidad.
La ermita cuenta solo con lo esencial: una cama, un baño pequeño, una cocina sencilla, un estudio, y un rincón para el trabajo manual. “Para que no me enloquezca”, dijo entre sonrisas. Su rutina comienza a las 11:50 p.m. con oración nocturna hasta las 4:00 a.m., luego duerme dos horas, y el resto del día lo dedica a la adoración, la Misa, la Lectio Divina, trabajo manual como carpintería, y lectura espiritual. Solo come una comida al mediodía y algo ligero en la noche.
“En la espiritualidad cristiana, no solo la oración, también la penitencia tiene una fuerza enorme contra el mal. El Señor dice en la Escritura que hay demonios que no se expulsan sino con oración y ayuno. Eso es lo que voy a hacer”.
Soledad elegida, no aislamiento
Aunque algunos feligreses se sorprendieron —uno incluso preguntó si estaba en su sano juicio— el padre Puigbó insiste en que su decisión no es un alejamiento, sino una ofrenda.“No me alejo para evitar personas, sino para llevarlas conmigo ante Dios”.
Su contacto será limitado al obispo, confesor y director espiritual. Planea enviar boletines espirituales anuales a familiares y amigos. Permitirá visitas ocasionales en los jardines del eremitorio, pero el interior de su “claustro” permanecerá cerrado al mundo.
El respaldo del obispo: “Un testimonio vivo de fe”
En una carta dirigida a la comunidad parroquial, el obispo Burbidge expresó: “El padre Puigbó ha servido fielmente a nuestra diócesis durante muchos años. Ahora, con gran generosidad, se entrega a una vocación profundamente contemplativa. Su vida como ermitaño será una fuente de gracia para toda la Iglesia”.
Comprendiendo la vocación eremítica del Padre Juan Puigbó
Cuestionario de preguntas, basadas en las interrogantes de la feligresía

¿Qué es un ermitaño?
El Código de Derecho Canónico, en su canon 603, reconoce la vida eremítica —también llamada anacorética— como una forma de vida consagrada. En ella, los fieles se retiran del mundo con mayor rigor, en silencio y soledad, para entregarse a la oración constante y la penitencia, en alabanza a Dios y por la salvación del mundo. Un ermitaño es reconocido como consagrado cuando, en manos del obispo diocesano, profesa públicamente los consejos evangélicos —pobreza, castidad y obediencia— mediante voto u otro vínculo sagrado, y vive bajo una regla y dirección apropiadas.
¿Vivirá solo o con otros ermitaños?
Viviré solo. Actualmente no hay otros ermitaños en nuestra diócesis. Residiré en una pequeña cabaña con oratorio, equipada con lo necesario para una vida austera.
¿Cómo será su día a día?
Tendré una Regla de Vida aprobada por el obispo. El día comenzará a la medianoche con oración nocturna, seguida de Laudes y una Hora Santa a las 6:00 a. m. Haré Lectio Divina a las 8:00 a. m., rezaré Tercia a las 9:00 y celebraré la Eucaristía a las 10:30. Al mediodía rezaré el Ángelus y la hora de Sexta, y luego almorzaré. A la 1:30 p. m. estudio, a las 3:00 Nona, seguido de trabajo manual. Vísperas a las 5:00, cena a las 6:00, Completas a las 7:30, y descanso a las 8:00. Es una vida equilibrada de oración, estudio y labor.
¿Cómo será la ermita? ¿Tiene agua y electricidad?
Será una pequeña cabaña de unos 30 metros cuadrados, ubicada en la diócesis. Tiene electricidad y agua de pozo. Ya no es común vivir en cuevas como los antiguos ermitaños.
¿Cómo se sostendrá?
Mis necesidades serán mínimas. Viviré con lo básico, comprando solo lo necesario. No espero grandes gastos.
¿Qué llevará consigo? ¿Puede recibir algo? ¿Tendrá una mascota?
Llevaré solo lo esencial: algunos libros, pocas prendas, utensilios para cocinar y trabajar, y lo necesario para celebrar la misa. Nada más. Agradezco su cariño, pero no necesito mucho.
¿Está psicológicamente preparado para vivir solo?
¡Eso espero! El ermitaño debe ser psicológicamente estable y maduro. Por eso, los obispos no aprueban esta vocación para personas muy jóvenes.
¿Seguirá predicando o celebrando misa?
No predicaré como en una parroquia, pero mi vida entera será una predicación silenciosa. Celebraré la Eucaristía cada día en la ermita, en soledad.
¿Escribirá reflexiones? ¿Podremos leerlas?
Sí. Escribir forma parte de mi vida espiritual. Publicaré una carta o boletín varias veces al año, para compartir algo de este camino.
¿Cómo puede la comunidad apoyarlo?
Con sus oraciones y sacrificios. Les pido que recen por mi perseverancia.
¿Cómo ha reaccionado su familia?
Mis padres y hermanos han sido mis primeros maestros. Su apoyo ha sido un regalo de Dios.
¿Cuánto tiempo vivirá así?
Comienza ahora una etapa más profunda de discernimiento, pero mi intención es permanecer en la ermita el resto de mi vida.
¿Qué es lo que más extrañará?
Celebrar la misa con el pueblo, acompañar a los fieles en sus momentos de vida, compartir con otros sacerdotes, y, por supuesto, la cercanía de mi familia y amigos.
¿Qué belleza tiene esta vocación?
Toda vocación es bella cuando se vive con fidelidad. Dios me ha llamado a esta forma poco conocida de vivir el sacerdocio, desde el silencio y la soledad, pero con el corazón unido al mundo.
¿Cómo descubrió este llamado?
Desde joven sentí una atracción especial por la soledad para estar con Dios. El deseo creció con los años, hasta que lo compartí con mi obispo. Luego tuve experiencias concretas de vida eremítica, y fui incorporando elementos de ascetismo.
¿Qué raíces bíblicas tiene la vida eremítica?
La vida del ermitaño se inspira en la teología del desierto del Antiguo Testamento. Desde el siglo III hay ermitaños en la Iglesia: San Antonio Abad, San Romualdo, San Bruno, San Charbel, entre otros. El ermitaño no está aislado del Cuerpo de Cristo: vive desde la Iglesia, su Madre, y se entrega a Dios por ella y desde ella.

Horario Diario del Padre Juan A. Puigbó (Vida Eremítica)
- 8:30 p.m. – Se acuesta a dormir
- 11:50 p.m. – Se despierta
- 12:00 a.m. - 4:00 a.m. – Oración nocturna
- 4:00 a.m. - 6:00 a.m. – Descanso
- 6:00 a.m. - 8:00 a.m. – Hora Santa ante el Santísimo Sacramento
- 8:00 a.m. - 9:00 a.m. – Lectura de la Biblia
- 9:00 a.m. - 10:30 a.m. – Oración personal
- 10:30 a.m. - 11:15 a.m. – Santa Misa
- 12:00 p.m. – Oración litúrgica (Liturgia de las Horas) y comida principal
- 1:00 p.m. - 2:30 p.m. – Lectura espiritual
- 3:00 p.m. – Oración de la Misericordia y trabajo manual, como lavar ropa, cocinar Y carpintería), entre otros.
- 5:30 p.m. – Oración de la tarde
- 6:00 p.m. - 7:00 p.m. – Lectura u otras actividades tranquilas
- 7:00 p.m. - 7:30 p.m. – Oración de la noche
- 8:30 p.m. – Se acuesta nuevamente