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Lo que no se dice del crackdown en DC

La llegada de la Guardia Nacional a las calles de la ciudad ya está provocando un daño colateral.

Foto: EFE

Washington siempre ha sido la capital de los símbolos: el poder, los monumentos, la democracia. Ahora suma otro: las calles vacías de repartidores (y ya muchos negocios empiezan a sentir el golpe). Lo que antes era parte invisible de la rutina —bicis y carros esperando pedidos frente a restaurantes— se convirtió en un recordatorio de que la seguridad nacional puede aparecer disfrazada de operativo migratorio en la esquina de tu casa.

Lo que se dice es que las detenciones son procedimientos legales, que obedecen a protocolos de verificación y que, si alguien no cumple con la ley migratoria, el Estado debe actuar. Lo que no se dice es que en el camino se interrumpe un servicio esencial para la ciudad, se genera miedo en comunidades enteras y se castiga a trabajadores cuyo mayor “crimen” era entregar un burrito a tiempo.

¿Es muy pronto para saber el impacto de la toma de DC? Vámonos a los datos. Según un informe de OpenTable desde que la Casa Blanca anunció el despliegue de la Guardia Nacional en la capital, las personas sentadas en restaurantes de Washington, tomando datos de reservas en línea, comenzaron a disminuir –drásticamente– en comparación al año anterior: una caída del 16%. El miércoles, de la semana pasada, la cantidad de personas sentadas en restaurantes con reserva disminuyó un 31 %, recuperándose hasta un 20 % el sábado.

Mientras que la narrativa dice que las operaciones apuntan a “restaurar el orden”, la realidad es distinta: la gente no está contenta con que la ciudad esté militarizada, los negocios ven bajas y los repartidores están entre la espada o la pared de salir a trabajar y ser arrestados o quedarse en casa pero sin ingresos. 

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