Estrecha la mano con suavidad, como para dejar al otro preguntándose dónde estará la dureza de este ex guerrillero Tupamaro en el Uruguay de los años 60: herido de bala seis veces, cuatro veces preso, fugado de la cárcel en dos ocasiones y con 15 años, en total, entre rejas. Uno espera el peso de la historia al otro lado de la mesa y se encuentra con un hombre sólido, realista y cómodo con las conclusiones que le ha servido la vida.
El presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica, visitó Washington, DC, entre el 12 y el 15 de mayo, para hablar con el presidente Barack Obama y arrimar a Estados Unidos a la agenda humanista uruguaya. Al final, fueron tres días de efectiva diplomacia blanda.
Conversación con José Mujica, Presidente de Uruguay

“La lucha por la igualdad entre los hombres no se la podemos regalar a la derecha, que ése nunca fue su objetivo. Que la libertad no está en subasta. Tenemos que construir sociedades igualitarias respetando los fundamentos de la libertad, entendiendo que en la sociedad hay muchas diferencias, y en el mundo, y que no hay derecho a imponerle lo que uno piensa a los demás”.
Estados Unidos y Uruguay firmaron un Memorando de Entendimiento para la igualdad racial, étnica y social que impulsará los intercambios profesionales, asociaciones público-privadas e iniciativas regionales.
Durante el cálido encuentro entre Mujica y Obama —donde el uruguayo le dijo al estadounidense que el trabajo le aceleraba las canas— Mujica abrió las puertas de su país a Estados Unidos, no solo en inversión económica directa, sino para que acudan técnicos y profesionales a compartir su experiencia. Y Obama se comprometió a proporcionar fondos para “triplicar el tamaño del programa de intercambio de profesores entre EE.UU. y Uruguay”.
Durante la conversación con El Tiempo Latino, Mujica se quejó de que la fuga de cerebros es “más bien robo de cerebros”, expresando su preocupación ante la pérdida del talento formado en el Uruguay.
Le dije que uno tenía la sensación de que Uruguay era un país de vacas, artistas y futbolistas. No tomó el estereotipo como una ofensa. Al contrario, durante la conversación el presidente desgranó el tema con paciencia de hombre del campo.
“Mi pais tiene cuatro vacas por cada habitante y otras tantas ovejas”, dijo. “Es un país eminentemente pecuario. En los últimos años se ha diversificado más hacia la agricultura, pero lo pecuario nos dio características de país urbanizado porque nos adaptamos al mercado mundial… Ahora está cambiando. El país ha multiplicado su productividad y actualmente tenemos el mejor per cápita de América Latina, pero tenemos todavía problemas”.
Mujica me ofrece una mirada intensa, acentuada por cejas en rebelión permanente, y las dos líneas de los labios serios bajo un bigote antiguo esconden su capacidad para la ironía y la distancia. Tal vez por eso, cuando le recordé que en 2009 se definió como un “gerrillero vegetariano” —más allá de la derecha y de la izquierda— se permitió sonreir con un ruido gutural escueto para, de inmediato, recuperar la sobriedad y encarar al periodista.
“La lucha por la igualdad entre los hombres no se la podemos regalar a la derecha, que ése nunca fue su objetivo. Que la libertad no está en subasta. Tenemos que construir sociedades igualitarias respetando los fundamentos de la libertad, entendiendo que en la sociedad hay muchas diferencias, y en el mundo, y que no hay derecho a imponerle lo que uno piensa a los demás”.
Entonces a uno se le ocurre recordarle al presidente Mujica el escepticismo del poeta uruguayo Mario Benedetti quien, en un poema contra el uso de “los derechos humanos” desde el poder, se pregunta: “¿no sería hora / de que iniciáramos / una amplia campaña internacional /por los izquierdos humanos?”
Y Mujica se inclina sobre la mesa, y me mira punzantemente y me indica, con un dedo a medio camino entre su rostro y el mío: “Le diría que no solo soy de izquierdas. Yo soy bastante libertario. Con una desconfianza al exceso del poder del Estado, pero contrario a la explotación del hombre por el hombre. Mi fantasia, mi lucha es ayudar en lo posible a que la gente aprenda a organizarse y sean dueños de su trabajo sin tener que contratar a otros para que trabajen para ellos”.
¿Y cómo se siente este hombre que fue protagonista y producto de la Guerra Fría y que hoy es presidente de su país en relación con Estados Unidos?
“Si yo me dejo mover por atavismos culturales y tradición tengo el alma llena de reproches a lo que ha sido la política norteamericana para con nuestra América Latina, pero como estoy viejo sé que lo blanco o lo negro no existe y que lo único que existe son matices. No pongo todo adentro de una bolsa. Trato de diferenciar”,
Mujica mira a Estados Unidos desde los valores y explica que “las universidades americanas y el sistema de investigación, la masificación de la cultura, la pléyade de pensadores que hay aquí no son un valor secundario”.
Y añade: “Yo sé que están los prepotentes, los imperialistas, y el conjunto de intereses que consideran que el mundo tiene que ser como ellos lo piensan. Pero también están los otros, los muchísimos otros. Acá hay una lucha de ideas también, y acá fundaron la República. Nosotros en el Sur hemos soportado las patologías de la República: demagogia, populismo, tiranía. Acá también padecen patologías de la República: son los lobby, la presión de los lobby que evitan que los intereses de los ciudadanos difícilmente lleguen arriba. Pero a pesar de eso, tenemos que pelear por mantener la democracia republicana y mejorarla. Que no se crea nunca perfecta y está en nuestras manos mejorarla”.
Allá donde va le persigue al presidente Mujica el tema de la legalización de la marihuana que ha puesto a Uruguay en un punto de mira a nivel global.
Cuando acudimos a la entrevista, en Potomoc, Maryland, en la residencia del embajador de Uruguay ante la Casa Blanca, Carlos Pita, encontramos al presidente Mujica enfrascado en un tira y afloja sobre el tema de la marihuana, contestando a las preguntas de un canal de TV estadounidense.
“Pero nosotros no legalizamos la marihuana. Regularizamos el mercado… Hay que atender a la gente… El narcotráfico es peor que la droga… No va a ser un proceso de fumar libremente ni que propicie el vicio, va a ser un mayor control…”
Mujica dijo que en 1985 había en Uruguay 2.000 consumidores de marihuana. Hoy son 150.000 consumidores los que están bajo el control del narcotráfico. Se trata, añadió, de “arrebatar el mercado para dejar al narcotráfico sin negocio, no para expandir un vicio”.
Al hablar con Mujica uno tiene la sensación de que comparte un pasado enorme, un pedazo de historia. Pero también estamos ante el hombre sencillo que dona el 90% de su sueldo y vive en la chacra de su esposa. Por eso me interesaba que me contara su país en sus propias palabras: “Es una esquina históricamente conflictiva. Fue territorio de marca de los viejos imperios, Portugal y España. Al fin y al cabo la historia no quiso que fuéramos Argentina y no podíamos ser Brasil tampoco. En el fondo, las potencias que manejaban el mundo —previsoras, astutas y sabias, y sin escrúpulos— aprovecharon las contradicciones regionales para que las costas del Atlántico Sur no fueran a quedar en manos solo de dos países”.
Y alzó la voz para enfatizar la conclusión: “Y ahí estamos, en una esquina importante. Pequeños, pero ricos en territorio fértil. Es como quien tiene un kiosko en una esquina por donde pasa todo el mundo”.
Mujica dijo que “la socialdemocracia se fundó en el Uruguay” y relató que, a principios del siglo XX, “Uruguay le dio el divorcio a la mujer por su sola voluntad, el Estado se hizo cargo de la venta de alcohol mientras que en EEUU inventaban la ley seca. Reconoció la prostitución, la legalizó, se les dio un carnet a las meretrices que tenían la obligación de revisarse y era una profesión como cualquiera. Fundó en 1914 una universidad para que las familias se animaran a enviar a las nenas a estudiar… Y el Estado hoy en Uruguay, heredado de nuestros abuelos, es el que refina el combustible y lo distribuye, el que genera y distribuye energía eléctrica. Tiene por lejos los principales bancos que son del Estado, el agua potable en las ciudades es del Estado… Y eso nos ha permitido que cada chico que va a la escuela tenga una computadora y los que van al liceo también. Y se está llevando el internet a todas las clases sociales en el país. Se empezó por los más pobres… Esto ocurre no porque estemos nosotros en el poder. Esto es posible porque estamos en el Uruguay y hay una tradición de esas cosas. Después tenemos limitaciones, pero somos el país de América Latina que distribuye mejor… Tenemos problemas culturales, problemas de la cultura del conocimiento. Hemos crecido y ahora nos faltan técnicos de toda clase… Bueno, pero vamos andando”.
Para cerrar la conversación hubo que hablar de fútbol y del Mundial de Brasil. Algo que un presidente latinoamericano solo puede discutir en Washington con un periodista hispano. Mujica, antes de definir su ganador, explicó que una de las profesiones más importantes de su país es la exportación de jugadores y técnicos de fútbol: “debemos ser per cápita los que tienen más jugadores por el mundo”. Y sentenció: “si Uruguay pasa la serie es un peligro para cualquiera. No porque juegue mejor. Porque tiene tradición, tiene historia, tiene cultura, y en los partidos difíciles se multiplica. Pero si no gana Uruguay, deseo que gane un cuadro latinoamericano. Y de no haber latinoamericanos entonces que gane España o Italia”, concluyó José Alberto Mujica Cordano, de sangre vasca y genovesa, y ciclista en su juventud.