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Una cena que cambia vidas

Foto: Olga Imbaquingo / El Tiempo Latino

Desde hace más de diez años, todos los días, excepto fines de semana, se abren las puertas del sótano de la Iglesia Sagrado Corazón en la calle 16 de Washington DC, para ofrecer el acostumbrado programa de alimentación a los desamparados, que deambulan sin rumbo en las calles. Los primeros en entrar son los voluntarios, algo que forma parte de esa rutina.

Justo abajo de la imponente estructura del santuario, ocurre un milagro a diario. A las 4 pm los voluntarios entran al “Salón Parroquial” para empezar a organizar las mesas y sillas, desempacar la comida recibida y preparar todo para el recibimiento de los invitados a la cena una hora más tarde. El sótano abre sus puertas y lo primero que se ve es un gran escenario al fondo, es un espacio amplio y cómodo para la actividad.

Después de ingresar, todos esperan con ansias el banquete. Algunos se sientan, mientras que otros deciden esperar de pie. Se puede ver a un muchacho de unos 30 años durmiendo sobre una de las mesas circulares, que el programa adquirió recientemente. “El papá se lo lleva a su casa, pero él no quiere estar allí. Es latino… Ha estado preso. Solo él sabe cual es su problema”, comenta Benjamín Rodríguez, un señor que acostumbra visitar el lugar al menos tres veces a la semana para conversar con los demás, ofrecer consejos y pasar el tiempo.

Justo a las 5 pm la coordinadora del programa, Roxana Cruz, pide a todos que se formen en una fila para recibir sus alimentos. “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, son sus primeras palabras, inicia la oración en inglés y luego en español. Pide por las personas que no tienen casa y da las gracias por los alimentos. Los que tienen sombreros se los quitan y escuchan con atención. Al finalizar les pregunta si todos han recibido las reglas del recinto e inmediatamente empiezan a repartir la comida a las más de 50 personas que asistieron. En invierno alcanzan las 100 por día.

“Toda persona, sin importar su etnia, estado social, religión u orientación es bienvenida al programa de comida”, se lee en el papel con las reglas del lugar, que incluyen desde la prohibición del consumo o venta de bebidas alcohólicas y drogas in situ, hasta la advertencia sobre peleas, groserías y disturbios.

Roxana expresa su felicidad por tener la oportunidad de ayudar a los desposeídos del programa, que en un 50% son latinos. “Tenemos residentes, ciudadanos e indocumentados.

VOLUNTARIA. Roxana Cruz empezó de voluntaria en el programa a los 16 años.


  
   

VOLUNTARIA. Roxana Cruz empezó de voluntaria en el programa a los 16 años.

Convivimos con ellos, les hablamos. Hacemos encuestas para saber en qué los podemos ayudar. Hablan de bancarrota, adicciones, familiares enfermos por los que se tuvieron que endeudar y fueron embargados, otros fueron abandonados”.

De acuerdo a datos oficiales de la Alcaldía de Washington, DC obtenidos por Miguel Guilarte para El Tiempo Latino, del total de personas desamparadas en el área, los hispanos que no tienen un lugar donde vivir sin compañía de menores de edad constituyen el 9% y los grupos familiares alcanzan el 6.7%.

A la calle por un accidente

Sentado, mientras espera ser llamado a la fila para comer, José* es un latino que lleva consigo el periódico abierto en la sección de pasatiempos y un lapicero en mano. Desde hace unas tres semanas se ha quedado en la calle, pues trabajó en construcción por diez años, luego cuando decidió cambiarse, apenas llegó a su nuevo empleo sufrió un accidente.

“Me quebré el pie, desde ahí no pude trabajar y la recuperación ha sido lenta. La compañía donde trabajaba tenía seguro, me ayudó a pagar el hospital, donde me pusieron cuatro tornillos”, relata, pero sus ahorros se agotaron y sus parientes lo ayudaron solo al principio, porque “hasta la misma familia se cansa, cada quien tiene sus propios problemas”.

SANTUARIO. Bajo la imponente estructura de la iglesia ocurre un milagro.


   
   

Ricardo Sánchez-Silva

SANTUARIO. Bajo la imponente estructura de la iglesia ocurre un milagro.

Ahora asiste al programa de cena del Sagrado Corazón, mientras que en las noches se queda en un refugio, pues tampoco pudo seguir pagando los $450 de renta de la habitación pequeña donde vivía en DC. “Dejé mis cosas en casa de una hermana, pero yo no me puedo quedar ahí porque el apartamento es ofrecido por el gobierno, no pueden meter más gente de la que tiene en el contrato”.

José afirma que en el lugar donde duerme hay muchas camas. “Ahorita que hay calor muchas personas no buscan el refugio y se prefieren quedar durmiendo en la calle, pero con el frío se llena más. Ahí me dan toalla, jabón y una sábana para la cama”. Sin embargo, ha corrido con suerte, pues según afirma Cruz, “en esos refugios el primero que llega es el que tiene el lugar. Es limitado”. Y en algunos casos ocurren “hasta violaciones”.

Voluntarios por los más necesitados

El programa de cena en el santuario está abierto a recibir voluntarios constantemente. Roxana empezó como tal hace 12 años, siempre dispuesta a trabajar por los demás, y aunque antes de ocupar el cargo de Coordinadora hace seis meses, trabajaba de Gerente en un restaurante, hoy día se siente mejor en la iglesia.

“Nunca me he sentido con miedo, porque mientras que les demuestres caridad y amabilidad, ellos te dan lo mismo”, confiesa la joven nacida en Washington DC, pero de padres salvadoreños.

Inés Camposano, la voluntaria con tiempo récord de participación, lleva más de 9 años en el programa, que inició con desayunos en la parte trasera de la parroquia por iniciativa de un grupo que hacía la Confirmación. “Después de ayudar me siento muy bien y quiero hacer más. Vengo aquí y luego voy al Centro Católico. Les digo a los muchachos que se unan al voluntariado”, comenta la dominicana.

ESTUDIANTE. Josue Ortez cumplió con sus horas comunitarias en su escuela y ahora asiste al programa por su propia voluntad.


   
   

Ricardo Sánchez-Silva

ESTUDIANTE. Josue Ortez cumplió con sus horas comunitarias en su escuela y ahora asiste al programa por su propia voluntad.

En contraste, Josue Ortez de 16 años, apenas tiene un mes asistiendo al lugar como voluntario. Finalizar las horas de servicio comunitario para su escuela, no impidió que siguiera ayudando. “El llamado a los jóvenes que quieren colaborar es que no tengan pena. Es una cosa buena, uno se siente alegre después de colaborar. Se siente como una alegría al final del día”, comenta el joven estadounidense, hijo de madre hondureña y padre salvadoreño.

EQUIPO. Párroco del Santuario Sagrado Corazón, Fray Moisés Villalta junto a la voluntaria más antigua.


   
   

Ricardo Sánchez-Silva

EQUIPO. Párroco del Santuario Sagrado Corazón, Fray Moisés Villalta junto a la voluntaria más antigua.

En el sitio, el componente espiritual, pareciera ser parte de lo que hace a las personas quedarse para apoyar por largo rato. Por ejemplo, Jaime Hernández, el vigilante, tiene una decena de años trabajando allí. “He visto ejemplos de gente que venía y hoy tienen su trabajo e inclusive han venido a ayudarnos al programa. No se olvidan de que estuvieron aquí. Por cierto, el programa le pagó a un señor un curso de Chef y ya tiene su trabajo en un hotel”.

El barbero Ruddy Romero también tiene su tiempo en el lugar.

Por tres años ha cortado el cabello de los asistentes tres días a la semana y aunque está contratado por la iglesia, cree que ha sido “una lucha”, pues le ha tocado lidiar con personas que tienen adicciones, pero considera que el programa es una ayuda fundamental.

BARBERO. Ruddy Romero, barbero del programa, asiste al Salón Parroquial tres veces por semana.


   
   

Ricardo Sánchez-Silva

BARBERO. Ruddy Romero, barbero del programa, asiste al Salón Parroquial tres veces por semana.

Un gran corazón para donar

En medio de la conversación con Roxana surge la duda sobre el financiamiento del programa. “Por el momento recibimos comida de Martha’s Table y otros establecimientos. A veces nos llegan donativos que tenemos que aplicar para mantener la iniciativa viva. Contamos con un Comité que también se encarga de la ayuda”.

Al consultarle a Cruz sobre el apoyo del gobierno local, piensa sus palabras con detenimiento antes de hablar. Una leve pausa antecede a la frase “la Alcaldesa de DC apoya bastante, pero se necesita más de lo que está haciendo”. Ella se refiere al aporte en términos generales, porque la organización no recibe ningún subsidio directo por parte de la administración Bowser.

Por el contrario, buscan financiarse con donativos que los particulares o empresas pueden hacer a través del sitio web dinnerprogram.org, mediante el aporte monetario una sola vez o incluso domiciliado mensualmente con “el monto que salga de sus corazones”, dice.

Recientemente, fueron incluidos en una campaña de United Way, que incentiva a las personas a aportar su granito de arena para la organización. Hay tres formas de ayudar. Donar cualquier cantidad, mediante el enlace (link) identificado como “Do More 24” en el sitio web del programa desde ahora hasta el 8 de junio; consumir en los restaurantes La Placita o La Cabaña (aportarán el 10%) entre el 3 y el 8 de junio o bien, en esta última fecha entrar al enlace indicado a las 6 am, donar $24 y el programa podrá participar por un premio especial.

DESAMPARADO. Un accidente laboral dejó a este latino sin ahorros y en la calle.


   
   

Ricardo Sánchez-Silva

DESAMPARADO. Un accidente laboral dejó a este latino sin ahorros y en la calle.

“Todo va unido, porque no solo es la ayuda directa, como darles de comer, que sí lo necesitan, sino también apoyarlos de una manera integral. Una de las cosas que quiero hacer es una terapia de Alcohólicos Anónimos para que salgan de la adicción. Ese es uno de mis sueños. Ya hemos sacado a varios. A otros también los guiamos hacia la parte espiritual, van a retiros”, dice el Fray Moisés Villalta, párroco del santuario.

“El llamado es a que colaboren con nuestra parroquia para poder ayudar a estos hermanos a salir adelante. Todos merecemos una segunda oportunidad sin importar qué tipo de pasado hemos tenido. Nadie debe ser excluido”, dice Cruz, quien quiere ofrecer más que un plato de comida. De hecho, una vez a la semana les dan ropa a los asistentes, así como asesoría legal todos los viernes, para que los que hayan perdido sus documentos de identidad, puedan obtenerlos nuevamente.

También proveen artículos de uso personal cuando reciben este tipo de donaciones.

Si quieres comunicarte directamente con la Coordinación del programa, puedes hacerlo a través del teléfono (202) 234-8000 o escribir al correo shdinnerprogram@gmail.com.

* Por su seguridad, el nombre original de la fuente ha sido cambiado por un pseudónimo.