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En la compra, la ayuda es hispana

“Los hispanos necesitan ayuda, no sólo por el idioma, sino también por la cultura y por la confiabilidad”, comentó la cubana María Nicolau, agente de bienes raíces de Long & Foster Realtors en Sterling, Virginia. “Pero si te toca un hispano pillo, ahí es donde nuestra gente cae. Y ese fue el problema que tuvimos hace unos años”.

Nicolau dejó Cuba en 1961, se instaló 18 años en Puerto Rico y llegó al área de Virginia en 1981.

Ese mismo año, la salvadoreña Ana Racanelli, de Coldwell Banker Residential Brokerage, llegaba con su familia a Nueva York, escapando de la violencia y de la guerra en su país. Tenía 17 años y estaba por terminar la escuela secundaria.

Por su parte, Sonia Ruiz, de Solutions Realty Group, nació en Pittsburg, Pensilvania, pasó su infancia y adolescencia en Ecuador con sus padres, y volvió a Estados Unidos en 1996 con su marido ecuatoriano y sus hijos. Al principio, se dedicó a la computación, hasta que empezó a sufrir el síndrome del túnel carpiano y decidió cambiar de profesión.

“Me dije: ¿Por qué no hacer lo que me gusta?”, contó Ruiz el jueves 5 a El Tiempo Latino. “Desde que era niña iba con mi papá a los ‘open house’, y me encantaba”. Así fue como en 2003 comenzó con el negocio inmobiliario y sacó licencias en Maryland, DC y Virginia.

Las tres agentes advierten que el momento de esplendor no volverá a ser como antes, pero miran con esperanza la leve mejora de los últimos meses. “La gente que estaba en este rubro sólo por hacer dinero, se fue”, dijo Nicolau. Pero admiten que los que se fueron, ahora están regresando. Sin embargo, la experiencia pasada y la crisis, también sirvieron para educar al comprador, comentan.

Esos agentes que buscaban el provecho propio y no servir a sus clientes con honestidad, “han hecho mucho daño a nuestra gente”, apuntó Ruiz desde su oficina de Arlington, Virginia.

Al igual que Nicolau, Racanelli pasó por la universidad y luego por varios trabajos antes de llegar a ser agente inmobiliaria en 2004.

“Me apasiona la relación con la gente”, advirtió Racanelli. “Hablar español nos permite ayudar a nuestro pueblo para que no sea abusado, especialmente en estos momentos con las operaciones de venta rápida “shortsale” o con las ejecuciones hipotecarias, “foreclosure”.

Nicolau es, a su vez, entrenadora de Virginia Housing Development Authority (VHDA), la única agencia de Virginia que da un entrenamiento a los compradores y los ayudan con el monto del pago inicial. “Es fundamental que la gente no se equivoque ni escuche a los agentes que les prometen imposibles”, advirtió Racanelli. “Y muchas veces fuerzan al cliente a tomar decisiones que no deben”.

Para estas tres mujeres latinas, ser agente inmobiliario es una responsabilidad y coinciden en que el mito del dinero fácil no existe. Aseguran que es una profesión de mucho estrés y un desafío permanente. Nicolau confesó que cuando firmó el primer contrato estaba aterrada.

“Lo que me apasiona de esta profesión es que cada casa es un misterio porque nunca se sabe lo que vamos a encontrar hasta que no estamos adentro y la recorremos”, dijo Ruiz. “Además, poder llegar al cierre de una operación es siempre un reto”.

Después de 13 años en el rubro, Nicolau hoy está haciendo operaciones inmobiliarias con los hijos de sus primeros clientes. “Y eso es porque no he defraudado a la familia”, aseguró.

Las tres remarcan que los latinos son muy leales y que el negocio funciona más por referencias que por publicidad. Para cada una de ellas, no hay mejor recomendación que el propio trabajo. Y la ética, es fundamental.

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