“Hispano”: “Perteneciente o relativo a la población de origen hispanoamericano que vive en los Estados Unidos de América”.
En 1976 el Congreso aprobó la única ley en la historia de Estados Unidos que ordenaba la recolección de datos sobre un grupo étnico específico: “Estadounidenses de origen o ascendencia española”. La legislación describía a los hispanos como “estadounidenses que se identifican a sí mismos como pertenecientes a un grupo español-hablante y tienen raíces en México, Puerto Rico, Cuba, Centro y Sur América y otros países hispano-hablantes”.
Ser hispano en Estados Unidos no es sólo una cuestión lingüística, sino también de identidad asumida. Según el Censo, sólo un 4% de los inmigrantes de Brasil y un 1% de los inmigrantes de Portugal y Filipinas se identifican como “hispanos” cuando llenan los formularios del Censo.
“Latino”: “Natural de los pueblos de Europa y América en que se hablan lenguas derivadas del latín”. Por lo tanto, la mayoría de los latinos son hispanos mientras que los hablantes de portugués y francés de las Américas son latinos, pero no hispanos. A no ser que se identifiquen a sí mismos como hispanos en los formularios del Censo. Esto es Estados Unidos: aquí se puede elegir.
Será fascinante ver a las futuras generaciones de “hispanounidenses” tomar las riendas del país. Serán mejores entendiéndose a sí mismos y a Estados Unidos.
He escuchado a algunas personas oponerse apasionadamente a ser llamados “hispanos” y reclamar que se les llame solamente “latinos” porque —dicen— no quieren identificarse con España, la antigua potencia colonial.
Todavía no he escuchado a ningún español rechazar el concepto de Hispania, impuesto por el invasor romano.
Tal vez esas personas “Solo Latino” debieran proyectar su animosidad contra el viejo Imperio Romano. Pero tengo noticias para los que se agrupan en el terreno de los anti-hispanos y “Solo Latino”: el concepto “latino” fue acuñado alrededor de 1830 por el imperio francés con el objeto de unir “América Latina” con una “Europa Latina” y en contra de una “Europa Teutónica”, “Europa Eslávica” y “América Anglosajona”.
El término “América Latina” lo promocionó Napoleón III durante la invasión francesa de México para fabricar lazos culturales entre el invasor —Francia— y el invadido —México— y generar la percepción de un enemigo común en la América anglófona. ¿Buscan hoy refugio en Francia quienes desean escaparle a sus raíces hispanas? ¡Qué paradoja histórica!
Hoy los términos hispano o latino son intercambiables y dependen de la preferencia del individuo, antes que responder a razones culturales o lingüísticas.
Un sondeo del Pew Research Center encontró que a un 50% de los hispanos del país les resulta indiferente la etiqueta; pero puestos a elegir prefieren hispano antes que latino por un margen de 2 a 1.
La mayoría dicen utilizar el origen hispano de la familia para identificarse (mexicano, cubano, salvadoreño…). La mitad dicen que se consideran “estadounidenses”. Será fascinante ver a las futuras generaciones de “hispanounidenses” tomar las riendas del país. Serán mejores entendiéndose a sí mismos y a Estados Unidos.
Avendaño es Editor en Jefe de El Tiempo latino