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Tras la odisea del cruce, el reto de la integración

RECIÉN LLEGADO. Brandon con su mamá Trinididad Ramírez, papá Julio Terriquez y hermanitos Chally y Aury, en junio cuando empezó a conocerlos.


           
   

Milagros Meléndez-Vela

RECIÉN LLEGADO. Brandon con su mamá Trinididad Ramírez, papá Julio Terriquez y hermanitos Chally y Aury, en junio cuando empezó a conocerlos.

Springfield, VA.- Brandon Terríquez, de 15 años, soñaba con viajar a Estados Unidos para estar con sus padres a los que no veía por años. La violencia y las drogas se estaban apoderando de su barrio en el departamento Izabal, en Guatemala, contó Brandon, quien vivía con sus abuelos de 73 y 81 años.

Por fin tras una traumática travesía y haber sido detenido por Inmigración al cruzar la frontera, el adolescente fue puesto en libertad y se reunió en mayo con sus padres, en Virginia. Sin embargo, un mes después quería regresarse al país del cual “huyó”.

“Yo me quiero regresar aquí todo es tan distinto”, expresó el adolescente en junio cuando El Tiempo Latino lo entrevistó por primera vez con sus padres en su hogar de Springfield, Virginia.

A Brandon se le llenaban los ojos de lágrimas cuando hablaba de sus abuelos que lo criaron. “Los extraño muchísimo y me preocupa cómo están”, expresó.

Su madre, Trinidad Ramírez, quien había anhelado el encuentro con ansias y disfrutó los abrazos de su hijo durante los primeros días de la reunificación mostró tristeza al señalar que el ajuste en la familia había sido díficil.

“Para nuestro hijo, nosotros somos como unos extraños. Yo lo dejé cuando era un niño y ahora es un jovencito”, dijo en ese entonces la madre del adolescente, Trinidad Ramírez.

Como muchos de los más de 63 mil niños que han cruzado la frontera de manera ilegal solos desde octubre pasado, Brandon se enfrentó a otro duro reto: el de la adaptación a su nueva vida.

“Es un proceso díficil para estos chicos, que muchas veces tienen que lidiar con traumas, sentimientos de abandono y control de la cólera, que se suman a la falta del inglés y otros aspectos”, expresó la delegada estatal de Maryland, Ana Sol Gutiérrez.

Precisamente Sol Gutiérrez y una decena de representantes de organizaciones locales y nacionales que asisten a los niños migrantes se reunieron el miércoles 24 en la Casa Blanca con funcionarios del gobierno para hablar sobre las necesidades de estos menores una vez que se reunifican con un familiar o tutores.

Hoy, tras recibir ayuda e integrarse en la escuela, Brandon ya no se quiere ir. Sabe que su bienestar está aquí.

El martes 23 de septiembre, cuando El Tiempo Latino regresó a visitar a la familia a su hogar, Brandon —con un cabello más claro y gafas oscuras— sonreía al llegar de la escuela.

“Ya no me quiero regresar, aunque extraño a mis abuelos”, sonrió al abrazar a su madre.

La escuela y la iglesia en donde participan han sido cruciales en el proceso de adaptación para Brandon. En julio asistió a la escuela de verano y conoció a varios amigos y compañeros.

Hoy cursa el noveno grado en la Robert Lee High School, en el condado de Fairfax.

“Estoy en mis clases de ESL (Inglés como Segundo Idioma) y tengo muchos amigos, algunos de ellos que han emigrado recién como yo”, contó.

“Mis maestros son comprensivos y me explican lo que no entiendo. También mis compañeros de clase me ayudan con la traducción”, manifestó.

De los 2.800 menores migrantes que Virginia ha recibido desde enero a julio, más de 1.000 han sido reunificados con sus padres en el condado de Fairfax.

Las autoridades escolares no dicen cuántos de estos niños están matriculados en el sistema. “Nosotros no podemos dar un número con exactitud, porque no estamos preguntando el estatus migratorio de nuestros estudiantes. Ese es un asunto federal”, expresó a El Tiempo Latino el vocero de las Escuelas Públicas de Fairfax, John Torre.

El oficial explicó que educar a los estudiantes inmigrantes “no es un asunto nuevo en Fairfax”.

“Las clases de inglés como segundo idioma han sido una constante en nuestro sistema”, dijo.

“Cada año el número de matrículas aumenta de 2.000 a 3.000 estudiantes en Fairfax”, dijo Torre, al señalar que el estimado de niños migrantes permanece bajo sobre la cifra de nuevos alumnos.

Algunos políticos locales en Virginia han pedido al gobierno federal un reembolso por el número de estudiantes indocumentados que cruzaron la frontera solos, al señalar que suman una carga económica a los distritos.

En Fairfax por ejemplo se invierte $13.519 por cada estudiantes; y los costos adicionales por los programas de ESL suman $3.454 por cada alumno.

Brandon no entiende de costos,  lo único que quiere es aprender a comunicarse en inglés. El martes 23 cuando leía su libro “Word By Word: Diccionario Ilustrado de Inglés”, repetía las frases: “I am hungry” y “I am cold”.

“Yo sé que voy a aprender pronto. Debo tener paciencia y poner empeño”, señaló.

Su madre lamentó no poder ayudarlo. “Yo tampoco puede hacer con él las tareas”, dijo.

Sin embargo, organizaciones comunitarias y familias que ya han pasado el proceso de adaptación con sus hijos son las mejores guías. “Hay que buscar ayuda y no quedarse encerrados”, expresó Ramírez.

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