ir al contenido

Empresario y servidor de la comunidad

A sus 19 años, Andrés “Elmer” Arias se vio forzado a salir de El Salvador, alejándose de sus familiares que lo vieron partir desde San Miguel rumbo a los Estados Unidos, con pocas pertenencias, pero con la firme promesa de regresar. Y les cumplió.

Atrás había dejado también a sus amigos de la infancia en su querida Intipucá, en el Departamento de La Unión, donde nació el 5 de junio de 1960 hasta que sus padres lo llevaron a San Miguel, ciudad oriental en la que estudió, mientras complementaba su educación con la práctica del fútbol en ligas de la región.

Pero el conflicto armado que desangraba a El Salvador incidió para que el joven Arias abandonara el país en 1980, antes de terminar el ciclo de estudios de educación media.

El temor a perder la vida en la travesía, especialmente durante el cruce de la frontera entre México y los Estados Unidos, no fue impedimento para que  este “unionense” cumpliera su meta de llegar al Norte, no sin antes conocer en carne propia los riesgos que al igual que enfrentó él, sufren a diario miles de sus compatriotas. Pero la capital de EEUU lo esperaba.

“Mis padres decidieron que tenía que salir del país por la guerra y tenía un hermano en Oxon Hill, MD, donde llegué y luego me vine a vivir con un sobrino en DC”, dijo Arias a El Tiempo Latino.

En Washington, Arias comenzó a trabajar en un restaurante de Georgetown, iniciándose como lavaplatos, hasta llegar a ser el encargado de la administración y del expendio de licores, entre otras tareas. Trabajaba durante el día y estudiaba en la noche, mientras ayudaba a su familia en El Salvador.

En 1984 se casó con Elvia Fant, de padres mexicanos, con quien tuvo a sus dos hijas, Ashley y Jennifer, dos jóvenes profesionales que también han donado su tiempo en actividades a favor de la comunidad.

“Cuando estaba de novio con Elvia me capturó inmigración pero como ya estábamos enamorados nos casamos y así no me deportaron”, recordó.

El sueño americano de Arias tomaba forma durante esos primeros años hasta que en 1996 logró la apertura de su primer restaurante “La Hacienda”, en Springfield, Virginia, con el cual logró posicionarse como un referente de los negocios salvadoreños del área metropolitana.

En el año 2000 abrió un segundo restaurante llamado “Río Bravo” en Falls Church, VA. Ambos restaurantes los puso a disposición de las comunidades de Honduras y El Salvador, para que desarrollaran eventos y recaudaran fondos de ayuda a sus comunidades de origen.

En 2001, fue cofundador de la Cámara de Comercio Salvadoreña Americana y más tarde fue su Presidente, cargo que ejerció hasta 2007. Arias fue uno de los organizadores de la acción humanitaria para llevar ayuda a las zonas afectadas por el Huracán Mitch en Honduras. Después repetiría esa labor altruista en su país, luego de los terremotos en enero y febrero de 2001.

“Creo que uno nace con esa vocación de servicio por la comunidad y con la trayectoria que ya tengo muchas organizaciones me buscan para que los ayude”, explicó el dirigente.

En 1997, Arias fue nominado por El Tiempo Latino como el Empresario Latino del Año del área metropolitana de Washington, DC. En el 2000, la revista estadounidense “Time Life”, lo seleccionó para incluirlo en el libro “Inmigrantes del Siglo en la Nueva América”.

El 26 de abril de 2004, fue elegido Empresario del Año. Reconocimiento otorgado por la Alcaldía de Washington.

En 2010 recibe el reconocimiento del condado de Fairfax, Virginia, como el Ciudadano del Año, por el programa Fútbol Positivo, con un trabajo con niños del área de Springfield y Falls Church.

En 2012, recibió “Campeones del Cambio”, un reconocimiento otorgado por Barack Obama  en la Casa Blanca. También fue nominado por la revista IMAGEN, como “empresario comunitario del año 2005”. En 2001 fundó la Liga Centroamericana de Fútbol.

Uno de sus proyectos más recientes es con la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) en temas como promoción de la armonía y convivencia a través del fútbol y capacitación productiva a comunidades de las zonas rurales de San Miguel.