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Edwin Aparicio, un salvadoreño que difunde el flamenco en Washington DC

Una mañana de invierno camino a la escuela, con tan solo un mes de estadía en Washington DC, el salvadoreño Edwin Aparicio se dio un duro golpe, no solo cultural, sino que también físico. Se estrelló contra el pavimento congelado y se maltrató la nariz. Inmediatamente la sangre cubrió su rostro y el trauma fue inminente. Tan solo tenía once años y se enfrentaba a un mundo nuevo y desconocido, pero con muchas sorpresas en el futuro.

“Me acuerdo que en vez de irme a la escuela o para la casa, me fui a donde un amigo que era ayudante de farmacia en la Mt. Pleasant. Sabía que era amigo de mi mamá. Así que el primer sitio que visité antes de cualquier museo o monumento fue el hospital”.

Aquel niño centroamericano nunca había visto nada similar en persona, sino “en la tele” de su país, donde solo existían cuatro canales de televisión como mucho. No hablaba inglés y recién dejaba atrás a sus amistades. “Me arrancaron de mi cuna”, así lo expresa él, quien para ese entonces nunca había visto personas de otras razas y pues, llegaba a un entorno multicultural. “Íbamos en autobús y me quedaba viendo mucho a la gente, porque tampoco había visto a un rubio. Mi mamá me decía: ‘No te le quedes viendo a la gente tan fuerte, disimula un poco’”.

Aparicio, oriundo de San Miguel, llegó a este país después de que su padre se viniera como refugiado tras la guerra civil en El Salvador en los años 80, ya que su abuela había emigrado anteriormente y pidió a todos sus hijos. Gracias a él se vino con los papeles en regla. “En ese entonces, mis padres no estaban casados, así que mi mamá se tuvo que venir por tierra”.

Hoy día, Edwin es un reconocido bailaor de flamenco con 23 años sobre las tablas. Recibió la Cruz a la Orden del Mérito Civil por parte del Rey Felipe VI de España hace dos años . “Eso para mí fue un gran honor, siendo salvadoreño y también americano. El reconocimiento fue porque he difundido por muchos años en EEUU la cultura española y el flamenco”.

Érase una vez…

La participación de Edwin en una ópera de Plácido Domingo en DC, fue un trampolín en su carrera


           
   

Stan Weinstein / Teatro GALA

La participación de Edwin en una ópera de Plácido Domingo en DC, fue un trampolín en su carrera

Su carrera empezó con la decisión de salir de un salón de clases al que había empezado a asistir en el 10mo grado. Se encontraba en gimnasia, pero ya no había cupo. Fue así como el profesor tenía que sacar a algunos y pidió voluntarios para una nueva clase de ballet clásico. “Yo levanté la mano, prefería bailar que estar allí. Ya me llamaba la atención el baile, pero surgió de esa manera, entré a la clase”.

Después de dos años, el artista recibió una mala noticia. A pesar de que había empezado a audicionar en compañías pequeñas, un maestro le habló con sinceridad: era demasiado “chaparrito” para el ballet clásico. “Eso a mí me enfureció mucho. Me dijo que tenía una amiga que acababa de hacer una compañía de flamenco y buscaba chicos”. Sin embargo se negó rotundamente. Fue una etapa de rebeldía, tal como cuenta.

A pesar de su decisión, luego sintió curiosidad y fue a una sesión. “Cuando fui, me recuerdo que estaban haciendo sevillana, un baile típico de Sevilla, España. Me encantó, me picó el gusanito del flamenco y desde ese entonces, sí que empezó mi carrera de danza”.

Aparicio recuerda con mucho cariño su primera ópera en un lugar muy especial para él y donde en la actualidad funciona su compañía: el Teatro Gala. “Mi primera ópera fue allí, bailando ballet contemporáneo a los 17 años. Ellos empezaron un programa que se llamaba Paso Nuevo, para ayudar a chicos de mi edad a que no se perdieran en pandillas”.

Esfuerzo y educación

Al principio no vivía del arte, porque solo bailaba en compañías pequeñas que hacían competencias en el ambiente gay. Aunque no se travestía, formaba parte del grupo de bailarines de fondo para los espectáculos que hacían las Drag Queens. “Estaba en la secundaria, mientras trabajaba como secretario en una firma de abogados de inmigración, que fueron los que le hicieron los papeles a mis abuelos. Yo no sabía. Ellos aún son muy buenos colaboradores hacia el arte, nos ayudan en el teatro Gala con las visas de los artistas”.

Mientras que trabajaba allí y reunía dinero, cada cierto tiempo se iba tres meses a estudiar a España y cuando regresaba tenía su trabajo de vuelta. Recibió un gran apoyo de esta firma, según comenta. Eso lo hizo por al menos tres años. Al terminar su jornada laboral a las 7 pm iniciaba su otra faceta, la de bailaor. “Me daba tiempo de trabajar todo el día y luego ir a mis clases (de flamenco) en la noche. Eran días largos, entonces”. Allí empezó su transición para convertirse en artista a tiempo completo.

“Tenía una tarjeta de crédito de Bank of America, pero nunca antes había salido del país. Jamás había visto una peseta, cuando llegué al aeropuerto cambié $200, me senté en un banquito y empecé a estudiar ese dinero”.

Su historia, según dice, no habría sido la misma sin un trampolín fundamental, que le permitió en gran parte realizar sus viajes al antiguo continente. En los 90, trabajó con la Washington Opera, precisamente cuando Plácido Domingo la había acogido. “Empezó a traer zarzuela y bailaores de flamenco. Hice con él una de las primeras obras, que se llamaba El Gato Montés”. Al estar allí, un coreógrafo de renombre – Goyo Montero -, lo guío y motivó a realizar sus viajes para formarse.

Proyectos actuales

“Ahorita estoy ensayando la nueva obra que se llama Flamenco Extranjero que la vamos a presentar en el Teatro Gala el 3, 4 y 5 de noviembre. Se trata de cómo nosotros, los extranjeros, aportamos al flamenco. Los españoles nos ven como foráneos, pero a la vez ellos también lo son porque originalmente este arte es gitano”.

La presentación de este espectáculo se enmarca en el Festival Fuego Flamenco XIII (3 – 12 de noviembre), del cual Aparicio es curador. También se expondrá una muestra de historias desde la perspectivas de “bailaores no españoles quienes han elegido el flamenco como la pasión de sus vidas y como carrera profesional, gracias a lo cual han obtenido respeto y reconocimiento por la manera magistral en que se desenvuelven dentro y fuera de sus países, incluyendo España”, se lee en el portal de Gala.

Desde hace cinco años atrás, realiza obras con historias de principio a final. Es decir, con un argumento bailado, un “por qué”. Aunque también se mantiene activo con espectáculos solo de danza. “Introducimos el chelo, piano o una poesía de Carlos Gardel. Voy a estar en octubre en un espectáculo en Pensilvania, que es solo flamenco, de un conductor de orquesta. En septiembre tendré un cursillo con una bailarina de España”.

Edwin, quien se considera orgullosamente salvadoreño y americano, produce espectáculos con su compañía y cursos de baile con artistas españoles reconocidos, mientras que ejerce también como independiente, por contrataciones.

Por otra parte, en sus cursos particulares, tiene alumnos de Guatemala, Venezuela y Puerto Rico. “Un cuarto de mis alumnos son latinos. Las edades varían. Tengo ahora una chica que baila súper bien, que empezó con nosotros cuando tenía 5 años. Ahora es fenomenal, tiene 19 años. El más viejito tiene 65”.

Este triunfador sigue adelante y motiva a los hispanos a que no se den por vencidos ante las dificultades. “Lo que quieras hacer en esta vida, si le pones esmero, dedicación y esfuerzo, lo puedes lograr. Yo no vengo de una familia de altos recursos. Soy inmigrante”, enfatiza, dentro de un arte “que es difícil. La educación es lo más importante para alcanzar tus metas”.