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El estatus de refugiado y la ayuda de los países de la región impulsarían el desarrollo del potencial de los migrantes venezolanos

Quizás la crisis que más se discutió en la Asamblea General de las Naciones Unidas fue sobre los 2,3 millones de venezolanos que han huido de su país y los muchos más que aún no se han ido. En toda América Latina, lo que comenzó con una actitud de solidaridad hacia los migrantes podría estar empezando a dar paso a una reacción violenta, mientras que los gobiernos están tratando de coordinar las respuestas a través de varias reuniones de alto nivel. A medida que los migrantes continúan cruzando fronteras y los casos de xenofobia se vuelven más comunes, algunas autoridades podrían comenzar a actuar por temor. Sin embargo, los venezolanos desesperados no dejan de migrar: están huyendo para sobrevivir.

Los líderes inteligentes deben reconocer que abrir sus puertas a los migrantes venezolanos no solo es lo correcto sino también una política inteligente: estos migrantes y refugiados constituyen una oportunidad para mejorar su propia infraestructura social e impulsar sus economías.

El primer paso sería declarar una crisis regional de refugiados, reconociendo a los venezolanos como tales, una faceta principal, basada en los principios establecidos en la Declaración de Cartagena sobre Refugiados de 1984. Tanto la profunda crisis humanitaria como el creciente control político sobre la población sirven de base para hacerlo. Esto permitirá a los venezolanos recién llegados a otros países obtener un estatus legal hasta que sea seguro regresar a su nación, y pondrá a disposición de los necesitados asistencia humanitaria mientras se integran en las comunidades. Un acuerdo regional integral puede ayudar a los gobiernos a compartir la carga basada en las cuotas de admisión de refugiados. Los países donantes, incluido Estados Unidos, también deberían permitir la entrada de más refugiados venezolanos a sus territorios, elevando el límite que estima el Programa de Admisión de Refugiados.

Luego de esto, la región debería llegar a la comunidad de donantes para crear un fondo de emergencia multilateral que debería ir mucho más allá de los casi $100 millones cedidos generosamente por los Estados Unidos y Europa, hasta el momento. La capacidad de los donantes para crear un fondo de miles de millones de dólares para los refugiados venezolanos existe. Desde 2012, por ejemplo, la comunidad internacional ha donado más de $33 mil millones para ayudar al pueblo sirio. Solo los Estados Unidos han proporcionado casi $7,7 mil millones de asistencia humanitaria desde 2011, incluyendo unos $3,6 mil millones a países que acogen a refugiados. Recientemente, el Banco Mundial comprometió $2 mil millones para financiar proyectos en países de bajos ingresos que acogen a refugiados.

Este fondo apoyaría a todos los habitantes de esos países, no solo para los migrantes entrantes. Además de la ayuda humanitaria, este dinero externo podría usarse para construir y mejorar escuelas y hospitales locales (muchos de los cuales ya están al máximo de su capacidad), así como infraestructura de transporte, comunicaciones y energía para ayudar a atender la afluencia de los recién llegados. Realizada de forma correcta, esta inversión interna mejoraría la vida no solo de los migrantes venezolanos, sino también de todos los habitantes de las comunidades receptoras.

Después de que los fondos comiencen a circular, la región debe tratar de coordinar una estrategia de integración estandarizada para todos los venezolanos en todo el continente. Uno de los primeros pasos a tomar debe ser acelerar los permisos de trabajo para los venezolanos incluso sin documentos, como lo decidieron recientemente los gobiernos de Colombia y Chile. Es una medida delicada desde el punto de vista político, pero una investigación rigurosa ha demostrado que las grandes entradas de recién llegados a los mercados laborales locales tienen poco o ningún efecto en las perspectivas laborales de las poblaciones anfitrionas. Los permisos de trabajo también son la solución al aumento de las tasas de delincuencia: los estudios en Italia, Gran Bretaña y Malasia, por ejemplo, muestran reducciones drásticas en la delincuencia cuando los inmigrantes se integran en la fuerza laboral.

Los migrantes venezolanos podrían incluso dejar una marca positiva en la solución del desempleo crónico que sufre la región. En todo el mundo, los datos muestran que los migrantes se convierten en empresarios a tasas más altas que los nativos, crean negocios de rápido crecimiento e incluso representan el surgimiento de nuevos sectores de exportación. Esto no es sorprendente: los tomadores de riesgos están representados en los flujos de migrantes, precisamente el tipo de personas que a menudo inician pequeñas empresas. Vimos esto de primera mano en nuestro viaje a Cucuta, Colombia, en abril, donde conocimos a muchos empresarios que contribuyen a la economía local, como Eduardo Espinel, un empresario venezolano que ahora emplea a más de 30 colombianos y venezolanos en cinco restaurantes.

Las cosas simples, como permitir a los desplazados abrir cuentas bancarias con sus nombres y registrar nuevos negocios sin demasiados problemas, por ejemplo, pueden aumentar el potencial empresarial de los migrantes. Políticas más asertivas, como permitir que los estos extranjeros participen junto con las poblaciones locales en programas públicos nuevos o existentes destinados a brindar capacitación empresarial y facilitar el acceso al crédito, podrían aumentar las tasas de creación de empleos en las comunidades que reciben a los nuevos pobladores.

¿Declarar formalmente una crisis generará una migración aún mayor? No. Es el colapso total de la economía de Venezuela lo que empuja a la gente a irse, no las políticas de los países vecinos que los están arrastrando allí.

Mientras el presidente venezolano, Nicolás Maduro, permanezca en el poder, la amenaza de inestabilidad prevalecerá sobre la región: el número de migrantes podría duplicarse en los próximos 12 meses. Paralelamente a la creciente presión para enfrentar la raíz del problema, los gobiernos de la región también deben encontrar una respuesta política inteligente a la crisis de los refugiados venezolanos. ¿Por qué esperar? Hagamos de esto una oportunidad económica para América Latina. Pero, lo que es más importante, ayudemos a estos migrantes y refugiados a alcanzar su máximo potencial, dondequiera que estén. Serán la clave para la reconstrucción de una Venezuela democrática.

Traducción por Redacción de El Tiempo Latino.

Para leer la nota original, ingresa a la página de The Washington Post.

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