Llega un punto en la temporada del tenis en el que la balanza parece inclinarse de forma severa hacia un lado y ocurre cuando el calendario dicta el inicio de la gira sobre polvo de ladrillo. Con Rafael Nadal en competencia, la lucha de las raquetas es la misma cada temporada: intentar obrar un milagro para ver caer al español en esta etapa del año.
No existe mejor tenista que el balear cuando la gira se centra sobre los eventos en arcilla, superficie predilecta para el ibérico, quien en 2019 tiene la responsabilidad, como ya es costumbre, de defender gran cantidad de unidades y seguir aspirando por el primer puesto del ranking, aún en manos del serbio Novak Djokovic.
Con 4.860 unidades obtenidas en esta parte de la campaña sobre tierra batida, Nadal apunta a repetir al menos cuatro títulos, con los Masters 1000 de Montecarlo y Roma, el 500 de Barcelona y el Roland Garros como Grand Slam para acercarse a la cifra. Además, en Madrid, donde hizo cuartos de final el pasado calendario, podría alimentar la cifra de 2018.
No es tarea sencilla, nunca lo será, pero cuando el mallorquín salta a la pista, el tenis luce como un deporte muy fácil de desarrollar. Pero nada más alejado de la realidad. este año, la competencia pone sobre la mesa a sus más grandes rivales, con Djokovic a la espera de contar con una mejor versión sobre la superficie en comparación con el pasado curso y eventuales presentaciones del suizo Roger Federer, para quien todo será ganancia al no disputar esta etapa en 2018.
Los viejos recuerdos
Si Nadal está sano, se necesita más que esfuerzo para superarlo en el lugar donde mejor se desenvuelve; no obstante, hay un ejemplo que pone a sus rivales a actuar con la misión de apartarlo del camino.
Corría el año 2011 y el español era dueño del primer lugar de la ATP, pero no por mucho tiempo. En frente, Djokovic firmó su mejor campaña, con una serie de triunfos contra el de Palma de Mallorca en la que un patrón común le permitió celebrar en más de una oportunidad. Sus tiros cruzados, a diferencia del pasado, no contaban con tanta profundidad como antes, haciendo que la carrera de su contrincante no solo fuera hacia los costados sino también que las obligaciones de ir en diagonal hacia la red alteraban su planificación.
Nole pegaba hacia la zona de servicio, llevando a Nadal a desproteger el resto de la cancha para luego definir al espacio libre. De esa renta vivió el balcánico para hacer historia en la campaña.
Pero la magia no duró para siempre. Hoy Djokovic despierta dudas sensatas sobre su juego, siendo el más terrenal de ese trío de leyendas. En Montecarlo 2019 se despidió en instancia de cuartos de final, a donde llegó el año pasado. Si decide presentarse en Madrid y Roma, podría recuperarse pues apenas acumuló 405 puntos entre esos dos escenarios el año pasado. En total, el serbio logró 855 unidades en la gira, números bajos para un tipo de su talla.
Nada que perder
El caso de Federer tiene un panorama totalmente claro al no sumarse a los torneos de polvo de ladrillo en 2018, lo que servirá para que cada victoria se traduzca en puntos a su favor. Con menos presión que en el pasado y entendiendo que el helvético transita por la fase final de su brillante carrera, llegó la hora de divertirse y dejar que su juego lo lleve a escalar cada vez más.
Sin saber qué esperar, desde inicios de mes adapta su tenis a las sensaciones del desplazamiento e impactos de la más lenta de las pistas del deporte blanco, donde se ha visto menos favorecido por su ritmo en comparación con lo logrado sobre cemento o césped.
Aún así, jamás se puede descartar al que muchos consideran es el más grande de todos los tiempos.
Por el reto
Entre la camada de nuevas raquetas, hay dos elementos que tienen mucho por ofrecer: Alexander Zverev y Dominic Thiem. Ambos fueron de los más destacados sobre tierra batida el pasado almanaque, por lo que las obligaciones son las mismas.
El alemán defiende 2.570 puntos, con el título del Masters 1000 de Madrid en el bolsillo además del 250 de Munich.
Mientras, el austríaco llega con la necesidad de obtener al menos 2.240 tantos. En 2018 se coronó en el 250 de Lyon, pero su mejor momento fue en las dos semanas finales de la gira, cuando alcanzó la final en París, donde cayó frente a Nadal.