En las décadas de los 80s y 90s del siglo pasado, la enfermedad del sida causada por virus de inmunodeficiencia humana (VIH) fue tan cruel como la condición de proscritos a la que estaban condenados los pacientes. Por fortuna esos tiempos han cambiado y nadie ha hecho tanto en Washington DC como la clínica Whitman-Walker para acabar con el VIH y su estigma.
Whitman-Walker se fundó 1973 para abogar por la población de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros y queers (LGBTQ) y por la prevención de enfermedades de trasmisión sexual en ese grupo; pero a mediados de los 80s, el VIH cayó como una bomba invisible que diezmó a los homosexuales y pronto afectó a los heterosexuales sin distinción de género.
En esos aciagos momentos la clínica no solo fue el paño de lágrimas para los enfermos, sino la zona cero desde donde se emprendió un trabajo de defensa, prevención y tratamiento a favor de los pacientes y del grupo LGBTQ.
“Cinco jóvenes homosexuales vieron que existía una brecha en el tratamiento y atención a los gays y fundaron la organización”, dice Juan Carlos Loubriel, director de salud de esta entidad sin fines de lucro. A la hora de escoger el nombre, la inspiración alcanzó su cénit: juntaron al poeta de “Quienquiera que seas, sospecho con temor que caminas por los senderos de los sueños”, Walt Whitman; y, a la cirujana abolicionista, Mary Edwards Walker. Así se creó un nombre que es un sinónimo de oasis para el grupo LGBTQ que va en busca de ayuda.
Entre los fundadores estuvo un hispano, Jaime Fernández, quien fue presidente de Whitman Walker entre 1980 y 1981. En ese entonces él declaró a The Washington Post que se atendían a 800 pacientes cada mes. Él mismo fue una víctima más del sida, murió en 1995. En 2018, se atendieron a 20 mil personas, de ellas el 17% latina.
Whitman-Walker es uno de los centros más grandes del país que trabaja en la atención y prevención de las enfermedades de trasmisión sexual. Está en la 1525 de la 14, cerca de Logan Circle. Desde el 21 de octubre, los servicios legales, administrativos, y de seguros volvieron al segundo piso de las renovadas instalaciones del centro médico Elizabeth Taylor, en la misma calle 14.

CENTRO. Whitman-Walker tiene el Centro Max Robinson en Anacostia, desde hace 25 años, para atender a la población LGBTQ en ese lado de la ciudad
En la primera planta del edificio, más conocido como Liz, funciona el centro cultural y negocios y en el resto departamentos residenciales. Esto es propiedad de la organización y en parte ayuda a financiar los programas de salud.
“En 2002 se abrió la línea VIH-Sida las 24 horas y desde entonces se amplió el alcance a los latinos”, recuerda Loubriel. Sin embargo, esta minoría tiene una asignatura pendiente: despojarse de mitos como aquel del que VIH solo afecta a los gays. La verdad como dice Miguel Mejía, educador de salud de Whitman-Walker, “es que el virus no discrimina a nadie, en ese tiempo fue muy difícil convencerlos y fue devastador para todas las comunidades”.
En los 90s, rememora Mejía, “demoraban 30 días los resultados de las pruebas, se hacían el examen de sangre y no volvían a buscarlos, hoy se toma una muestra de saliva y en 60 segundos está la respuesta. Con medicina, control, disciplina e información nadie se muere ni se contagia”.

CREACIÓN. Los comienzos de Whitman Walker fueron muy modestos, hoy tiene sus instalaciones centrales en la calle en el Norwest de la ciudad
Hay dos tipos de tratamiento para mantenerse libres del virus: PrEP está diseñado para quien no tiene VIH pero está en alto riesgo de contagiarse, consiste en tomar una pastilla todos los días y acudir a chequeos regulares; PEP es otra gragea, en este caso de emergencia, que se debe tomar hasta 72 horas después y por 28 días seguidos, si sospecha que se expuso al virus.
Whitman-Walker ofrece esas medicinas y ayuda a navegar con los seguros para reducir el costo. Además de servicios médicos, tienen un bus que va promocionando la prevención y ofreciendo las pruebas gratuitas, al instante y confidenciales. Se servicios dentales, contra el uso de sustancias, pólizas, salud comunitaria, farmacia. El soporte legal es en caso de asilo para las personas LGBTQ que están en peligro por su orientación sexual y para quienes buscan cambiarse el nombre.
Solo en el Distrito, hasta el año pasado 12 mil 332 personas vivían con VIH, 937 de ellas latinas. Whitman-Walker atiende al 28% de todos esos casos. Aunque el contagio va en franco declive, 360 nuevos casos dieron positivos en el 2018, el contacto sexual sigue siendo la forma usual de transmisión. Están en mayor riesgo los hombres gays negros, seguidos por los gays latinos y gays blancos.

COMPROMISO. Desde que el VIH, el virus que de no ser tratado a tiempo destruye el sistema inmunológico y causa el sida, se convirtió en una de las razones para luchar de Whitman-Walker
¿Dónde buscar ayuda?
Servicios. Además de la Clínica Whitman-Walker, el centro médico Liz Taylor y el bus que va por los barrios haciendo las pruebas, la organización tiene el Centro Max Robinson en Anacostia y los Servicios Juveniles Whitman-Walker.
Tratamiento. Si cree que se ha expuesto peligrosamente a contraer el VIH, sea porque tuvo sexo sin protección o ha sufrido una violación, llame urgente al 202-797-4439. Si no tiene el virus pero quiere evitar el contagio porque está en permanente riesgo de infectarse llame al 202-939-7690
Pruebas. Whitman-Walker también realiza exámenes de otras enfermedades de trasmisión sexual como sífilis, gonorrea o clamidia. Todas estas pruebas son confidenciales. Para más información llame al 202-745-7000 o al 202-745-6130.

ACCIÓN. Whitman-Walker desde hace 33 años organiza la caminata-carrera, una de las acciones más visibles de su lucha con el VIH