Por Milli Legrain - Especial para El Tiempo Latino
Los tamales de Doña Rosa, las frutas y verduras frescas de Omar Flores y José Luis López, las acuarelas de Anny Calderón, los collares de Martha Leuro, las empanadas de Diana Torres, el ponche crema de Paula Rodríguez y los jabones de Anette Casiano-Negroni, son algunos de los productos que usted puede conseguir en el Farmers Market de UDC Van Ness, todos los sábados de mayo a noviembre de 8 am a 2 pm.
Con la llegada del invierno, el sábado pasado, entre mariachis y un cuatro venezolano, estos pequeños agricultores y empresarios se despidieron del mercado al aire libre, en un evento patrocinado por la Asociación Comercial Nacional de Granjeros y Dueños de Ranchos Latinos (NLFRTA, por sus siglas en inglés).

Desde hace 13 años, la Universidad del Distrito de Columbia (UDC) les cede el espacio en el acomodado barrio de Van Ness a un precio simbólico. Y es un buen trampolín para quien quiera probar su suerte vendiendo productos antes de abrir una tienda, empezar un food truck o emprender un restaurante.
Todos los productos que allí se venden tienen su toque especial. El mole tradicional oaxaqueño que vende Doña Rosa tiene 32 ingredientes, con tres chiles de distinto tipo, y está hecho en cazuelas de barro a fuego de leña. “No está hecho en una fábrica”, insiste la empresaria.
A pesar de la pandemia, del frío, de la necesidad de madrugar y las horas de pie, al ver las colas largas de clientes, ninguno de los vendedores se queja.
“El COVID despertó la consciencia en este tipo de mercado local. Es una experiencia saludable y hasta educativa. Los niños pueden estar afuera, y ven las frutas y verduras enteras y así aprenden de donde vienen”, dice Raúl Medrano, que imparte talleres para pequeños emprendedores en la Escuela Carlos Rosario de Columbia Heights y tiene su propio negocio familiar: Café Medrano.
Muchos de los pequeños agricultores y empresarios se han ido adaptando a la pandemia y han triunfado.

“Los inmigrantes somos muy resilientes”, dice Medrano. “Estamos acostumbrados a salir adelante con poco y adaptarnos. Y hay oportunidades”, agrega.
Una de estas empresarias exitosas es Dayana Torres, una maestra que llegó a Estados Unidos de Barquisimeto, Venezuela en 2016. Mientras trabajaba en un restaurante, hace 2 años decidió montar su propio negocio de comida venezolana: Na’guara con Sabor Venezolano. Aprendió a tomar encargos y tenerlos listos para recoger. También hace catering para eventos y entregas a domicilio.
Otro que se declara satisfecho es el mexicano José Luis López. Aunque se dedicó durante años a la construcción de vallas, hace 12 años se hizo agricultor en el condado de Westmoreland, Virginia.
Al llegar la pandemia, su esposa y él temían que las ventas fueran a caer. Pero se sorprendieron. “Fue mucho mejor el año pasado que cualquier otro año anterior. Y este año fue mejor que el año pasado”. Dice que las fresas y arándanos son lo que mejor se venden.
Pero no todo ha sido así de fácil. Algunos vendedores confiesan que les preocupa la reciente subida de los precios. Doña Rosa dice que las pechugas de pollo para sus tamales con salsa verde han subido “una mitad”. Y según Omar Flores, el precio del abono ha subido “un 40 o 50%”.

Rudy Arredondo, presidente del NFLRTA, que lleva desde 2004 abogando por los pequeños agricultores ante el Congreso de Estados Unidos, advierte que la sequía en el Valle Central de California es un problema para el pequeño agricultor. Algunos prevén que quizás un 30% de sus terrenos tengan que ser sacrificados debido a la falta de agua.
También le preocupan las deudas que tienen algunos con el Departamento de Agricultura (USDA) y que las ayudas a los agricultores durante la pandemia hayan caído en manos de los grandes productores. Además, resalta que la infraestructura decaída en el país es un obstáculo para que los agricultores puedan comercializar sus productos.
Pero no pierde la esperanza, este veterano activista aprendió trabajando con Cesar Chávez que “¡Sí Se Puede!”. En el mercado de agricultores, hasta bailó una ranchera para despedir el año.
Mientras tanto, Omar Flores fue saludando con entusiasmo a cada uno de sus clientes, que hacían fila para comprar rábanos y zanahorias de distintos tamaños y colores. A cambio les ofreció cinco manzanas de regalo, o una lechuguita. También les deseó un feliz invierno y, aunque un poco anticipado, hasta una Feliz Navidad.




