“Nuestro trabajo facilita el trabajo de otros”, en esta frase de la guatemalteca Evelyn Alfaro se engloba la importancia que tienen las trabajadoras del hogar en el engranaje económico. Que la casa de alguien esté limpia, los niños bien cuidados, la cena a la hora indicada o el ancianito bien atendido son cosas que suceden gracias a un ejército de mujeres, la inmensa mayoría de raza negra y latinas.
Cuando están trabajando lo hacen por demasiadas horas con bajos salarios y sin los beneficios básicos, como seguro médico, retiro y vacaciones pagadas. No todas tienen contrato laboral. Fueron muy afectadas durante la pandemia, muchas siguieron trabajando sin descanso, se enfermaron y otras fueron despedidas de un día para otro. Esto pasa tanto en DC y en el resto del país.

Con un agravante en la capital de Estados Unidos. El acta de los derechos humanos de DC protege en contra de la discriminación a todos los trabajadores en el lugar de trabajo, excepto a “las sirvientes domésticas”, estas son las palabras textuales de la ley.
“Este es el lenguaje de una ley obsoleta y responde a una larga historia de racismo y sexismo a nivel federal, porque antes de 1973 esas leyes las aprobaba el Congreso. Las trabajadoras domésticas en DC intencionalmente fueron dejadas al margen, porque en ese tiempo casi todas eran afroamericanas. Cuando la ciudad ganó control de esas decisiones no cambió esa exclusión y así sigue. Ahora es responsabilidad del Concejo cambiar esa ley”, dijo Eichner, organizadora principal de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas, capítulo DC.

Mal pagadas y marginadas
Según Economic Policy Institute, hasta 2019 en el área metropolitana estaban registrados 47 mil 319 trabajadores del hogar, 87.8 de cada 100 eran mujeres, 87 de cada 100 eran negras y 38 de cada 100 eran inmigrantes. Hablando de sus salarios, el promedio anual en ese año fue de 15 mil 980 dólares a nivel nacional. Eichner cree que las trabajadoras domésticas siguen siendo predominantemente de raza negra nacidas en Estados Unidos, pero cada vez hay más latinas, caribeñas y africanas.
Las trabajadoras domésticas se están organizando y en otoño de 2021 realizaron la marcha Care Can’t Wait (el cuidado no puede esperar) en DC pidiendo un salario de 15 dólares la hora, seguro médico, días de enfermedad y descanso.
Sus reclamos tienen el respaldo del Marty Walsh, secretario de Trabajo de los EEUU. Walsh, durante una conversación con vicepresidente de Contenido de El Tiempo Latino, Rafael Ulloa, ofreció “trabajar para conseguir mejores salarios”. Ejemplificó lo que está pasando en este sector: “A una mujer le aprobaron una cuidadora tres horas diarias, pero el problema es que no hay suficientes obreras, porque honestamente no están bien pagadas; ahora tenemos la oportunidad de invertir en este sector”.

En lo que respecta a DC, el Concejo ya tiende el proyecto del cambio de ley en sus manos, pero aún no lo ha puesto en el calendario del debate. Las trabajadoras piden que se termine la exclusión de este grupo en la ley de salud y seguridad en el lugar de trabajo.
Otro reclamo es que se hagan contratos de trabajo escritos entre la trabajadora doméstica y el empleador; y, por último, que se trabaje en educarlas sobre sus derechos, puesto que si los desconocen no los pueden reclamar ni defender.
“Nos hemos reunido con el Concejo y hemos encontrado una respuesta favorable de la mayoría, pero esperamos que cuando entre al debate se demuestre el apoyo con el voto”, dijo Eichner. Ella destacó que existe el apoyo de los empleadores en DC para poner fin a esa injusticia.

Al ruedo sin capa ni espada
En Estados Unidos cada día unas 10 mil personas cruzan la barrera de 65 años y entran al grupo de la tercera edad. Al tiempo que envejece la población se necesitará aumentar un millón 300 mil cuidadores para cubrir la demanda.
“Esta oportunidad no la podemos dejar pasar. El gobierno quiere dar en el blanco a una doble crisis: la de la falta de cuidadores y de acceso de esos empleados a la salud”, dijo Mary Kay Henry, líder de dos millones de trabajadoras de la Unión Internacional de Empleadas de Servicios.
“Somos marginadas, no tenemos un salario justo y durante la pandemia nos aventaron al ruedo sin capa ni espada”, dijo Martha Herrera, del grupo de Mujeres Unidas y Activas. Su compañera Alma Santana, cree que después de “haber limpiado casas y cuidado hijos ajenos es hora de cuidarnos nosotras”.

Santana comenzó recogiendo latas para sobrevivir y ahora es el paño de lágrimas de cientos de empleadas del hogar. “No nos dan mascarillas, nos arriesgamos a llegar al trabajo en medio olas de calor o de lluvias torrenciales y no podemos decir ‘no’ porque de eso vivimos”.
Para Alfaro, Herrera o Santana, todas trabajadoras del hogar californianas, la industria de cuidados y el trabajo doméstico les permite poner un techo y alimentos para sus familias, pero no ven ninguna retribución en forma de respeto y consideración a su trabajo.

Marginación histórica
Otros anhelos pendientes son: uso de productos alternativos en la limpieza, porque los químicos están afectando al cambio climático y a su salud, posibilidad de sindicalizarse y legalización de las indocumentadas que trabajan en esta industria.
“Estamos cansadas de ser invisibles, de no ser escuchadas e infravaloradas. Nos han puesto un sello en la frente que dice ‘aquí estás y solo sirves para esto’. La mentalidad es que si somos mujeres de color e inmigrantes venimos con el trapeador en la mano. No renegamos de nuestro trabajo solo queremos respeto”, es el pedido de Herrera.

La exclusión de este grupo tiene raíces históricas. Kitzia Esteva, organizadora de Grassroots Global Justice, lo ve así: “las primeras trabajadoras del hogar no asalariadas fueron las negras durante la esclavitud, después llegaron las inmigrantes, a quienes es fácil pagarles menos o dejarlas en el desempleo, como ocurrió durante esta pandemia”.
“Mis tareas de limpieza de casas y de cuidado de niños -dice Alfaro- sirven para que otros hagan su trabajo. Nosotros cuidamos de los empleadores, de sus hijos y de sus casas, pero no sentimos esa reciprocidad”.
No todo es limpiar o cuidar ancianos y niños, todas se refirieron al cambio climático y como pueden ser parte de la solución. Las mujeres que trabajan en limpieza abogan por el uso de productos menos tóxicos, como el vinagre y el bicarbonato.