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Cuando llega el verano, comienza el sufrimiento en esta comunidad hispana de Maryland

Decenas de familias hispanas viven casi en la indigencia cuando llega el verano. Los cortes de luz, la falta de aire acondicionado y los roedores son una constante desde hace 30 años en esta comunidad de Maryland.

FAMILIAS. Varias familias hispanas de los Apartamentos Bedford & Victoria Station estuvieron más de 22 horas en la calle debido a un apagón. FOTOS: Cortesía Lidia Rivas

El verano nunca es bienvenido en el hogar de Digna Ramírez. Los cortes de luz, la falta de aire acondicionado, los alimentos de la refrigeradora dañados y sus complicaciones pulmonares por falta de aire temperado son un infaltable ritual de incomodidades e impotencia.

En los apartamentos de Bedford & Victoria Station, en Langley Park, Maryland, donde ella vive desde hace tres décadas, cada año es lo mismo: apenas hay una ola de calor, el sistema de electricidad falla. Eso ocurrió el antepasado fin de semana, las familias de dos edificios en medio de la noche tuvieron que salir a la calle para “coger algo de fresquito”, contó Ramírez, quien lamentó botar “la comida y la bandejita de carne con lo carísimo que está”.

Lidia Rivas, activista comunitaria de Casa Maryland, recibió una llamada a las 8 pm del viernes 19 de mayo. “Me dijeron que hacía más de una hora se habían quedado sin luz. Cuando llegué las familias ya estaban en la calle porque el calor era insoportable en el interior. Las horas pasaron y el servicio no se restableció, mientras los bebés en pañales lloraban porque estaban agobiados”, dijo.

Al día siguiente, algunas familias con niños se refugiaron en el restaurante McDonald’s más cercano, otros se quedaron a esperar en las áreas verdes. “Este problema es tan recurrente y pese a los reclamos nadie da solución".

Situación similar vivieron ese fin de semana en el complejo Cheverly Station, en Prince George. Allá está prohibido encender el aire acondicionado hasta el 30 de mayo, con esa ola de calor tan fuerte la gente se estaba ahogando hasta que el domingo (22 de mayo) llegaron técnicos”, contó Jorge Benítez, líder de campañas comunitarias de Casa Maryland.

Un problema viejo

El Tiempo Latino lleva años reportando las precarias condiciones en las que viven los inquilinos, en su gran mayoría familias latinas vulnerables, en los Apartamentos Bedford & Victoria Station de Langley Park, en Maryland. Además de la falta de aire acondicionado en el verano y de calefacción en el invierno, este medio en 2012 denunció la infestación de roedores, cucarachas y chinches. También reportó sobre las paredes invadidas por el moho, las goteras y la humedad.

“Nada de eso ha cambiado. La diferencia es que quizá hace 14 años trataban de arreglar más rápido, pero desde hace unos cinco años estamos en el abandono”, aseguró Ramírez.

Los que allí viven son de Honduras, Guatemala, México y de República Dominicana y como dijo Siomara Rodríguez, “aquí de vivir ya tengo más de 10 años y el baño está roto y por más que llamo nadie viene arreglar”. En el último apagón, la calle fue el solaz de ella y su hijo. “Daba pena ver a los bebitos sofocados. Los enfermos, viejitos y todos sufrimos mucho”.

La comida se arruinó

La emergencia del apagón llegó a oídos de la concejal de ese distrito Deni Tavares el sábado. “Busqué un técnico, encontró la falla, la arregló y los inquilinos pudieron volver a sus apartamentos. Estas viviendas son las más problemáticas en condado, a la falta de reparaciones y de mantenimiento hay que agregar que hay inquilinos que han causado bastante daño al sistema eléctrico. Hace dos años alguien hizo ‘marimañas’ en Navidad y el sistema explotó, 15 días se quedaron sin luz”.

NIÑOS. A los más pequeños tuvieron que quitarles parte de la ropa para que pudieran resistir la ola de calor

En este último apagón, la energía se restableció luego de las 4pm. La refrigeradora vieja de Karen Agustín no logró mantener el frío suficiente y la leche y el pollo no aguantaron el calor. “Suele pasar que se va la luz, pero la de la nevera se queda, esta vez todo se apagó. Con los tiempos de carestía que corren que se me arruine la leche y la carne es una pérdida grande. Aguanté varias horas adentro, pero mi niño empezó a sudar mucho, no me quedó más que salir”.

Agustín se lamenta que desde hace cuatro años que llegó a vivir allí, lo único puntual es el pago mensual de la renta, la falta de aire acondicionado en el verano y de calefacción en el invierno. “Una ventana está dañada, entra el frío y mi niño pasa solo con gripe. De la escuela ya me llamaron a quejarse de que falta mucho por enfermedad”.

Los inquilinos, con la ayuda de Casa Maryland, pusieron una demanda hace más de dos años a la administración de las unidades de Bedford & Victoria Station, esta sigue en pie pero no hay avances.

Una razón para el optimismo

Hay un rayo de esperanza. Estos edificios están en proceso de venta, los nuevos dueños viven en el área y quizá entiendan la realidad de esta comunidad, esa es la aspiración de Taveras. “Como parte de las negociaciones, estamos trabajando para que el derecho de renta económica se mantenga, incluidas estas viviendas que están cerca de la línea morada. Nos da optimismo saber que el propietario es local y habrá una oficina para solicitar reparaciones”.

El cambio de liderazgo y la negociación de compra y venta se hará efectiva en los próximos meses y ‘espero ver condiciones más favorables en esas unidades habitacionales, mientras tanto les recuerdo a los inquilinos que hay un refugio no muy lejos de allí para pasar los peores días de calor”, señaló Taveras.

INTEMPERIE. Madres acompañadas de sus niños pasaron varias horas a la intemperie a la espera de que se reinstale el servicio eléctrico

Benítez también abriga alguna esperanza de que con el cambio de propietario se dé soluciones nuevas a viejos problemas, aunque para él lo mejor sería que las viviendas las controlen los inquilinos y que las autoridades entiendan que hay una comunidad mixta de inmigrantes que se quedan callados y sufren, que no hablan inglés y no saben cómo acceder a los servicios. Que también viven ‘tepesianos’ y soñadores y que tienen hijos nacidos aquí.

Las cartas sobre la compra y venta que les está llegando a los inquilinos es otra razón de incertidumbre para Ramírez. “Pago $ 1 mil 558, eso es un dineral. Sé que la calidad de aire no es buena para mis pulmones y que sin una temperatura fresquita siento que se me va la vida, pero si hago cuentas no hay donde ir porque es muy costoso. Si el nuevo dueño nos pide desocupar, no sé dónde iremos. Los pobres tenemos miedo de no hallar en otro lado”.