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Mike Pence se equivoca al negar historial de comparecencias ejecutivas ante el Congreso

El exvicepresidente, Mike Pence, visto aquí durante su actual campaña a favor de candidatos Republicanos para las elecciones intermedias, no parece inclinado a testificar ante la comisión que investiga los hechos del seis de enero. FOTO: Washington Post por Scott Morgan.

Hay un largo historial de presidentes y vicepresidentes que han testificado, incluso desde los tiempos de George Washington.

Cuando se le preguntó recientemente sobre si testificaría ante el comité del 6 de enero, la respuesta de Mike Pence generó más preguntas que respuestas: El exvicepresidente declaró: "Sería algo sin precedentes en la historia que se convocara un vicepresidente a declarar en el Capitolio".

Esto es erróneo. No solo anteriores vicepresidentes han testificado ante el Congreso, sino que también es largo y abundante el historial de presidentes que se han ofrecido a testificar, y ese historial se remonta a George Washington.  Este precedente, que demuestra el tradicional respeto que tiene el poder ejecutivo hacia la prerrogativa de supervisión del Congreso, ha sido constante en épocas de funcionamiento normal e incluso durante las crisis que han puesto a prueba a la nación y a su gobierno, independientemente del período o de la política partidista.

Al igual que en tantos aspectos relacionados con la presidencia, Washington sentó el precedente para que los presidentes y vicepresidentes comparecieran ante el Congreso. En su primer año como presidente, Washington habló ante el Senado sobre los tratados con los nativos.  La disposición para declarar reflejaba el respeto que tenía el primer presidente hacia los controles y equilibrios instituidos por la Constitución.  Esto era algo que Washington entendía bien, ya que fue presidente de la Convención Constitucional.  En el Federalista n.º 51, James Madison explicó la actitud de los Fundadores respecto a la relación entre el poder ejecutivo y el Congreso: debido a la "naturaleza humana", esa supervisión era necesaria "para controlar los abusos del gobierno".

Una vez que Washington dejó el cargo, sus sucesores (independientemente del partido) mantuvieron y protegieron esta tradición en momentos críticos de la historia de la nación.

Tal vez lo más notable sea que, en medio de la Guerra Civil, posiblemente la mayor crisis de Estados Unidos, Abraham Lincoln testificó ante el Comité Judicial de la Cámara sobre el caso de un periodista que filtró su mensaje de diciembre de 1861 al Congreso.  Lincoln aclaró que los miembros de su familia, en concreto la primera dama Mary Todd Lincoln, conocían al periodista, pero que no estaban implicados en la filtración.  El comité había retenido al periodista mientras esperaba oír a Lincoln, y éste reconoció que el Congreso tenía derecho a su declaración y el peso que la misma tendría con los investigadores del Congreso.

La práctica de declarar por parte de los presidentes continuó en el siglo XX, independientemente de si los Demócratas o los Republicanos ocupaban la Casa Blanca.

Nada evidenció más esto que el comportamiento de los tres hombres que se enfrentaron en las elecciones presidenciales de 1912.  Un mes antes de las elecciones, cuando era candidato del Partido Bull Moose a la presidencia, el expresidente Theodore Roosevelt declaró ante el Congreso por segunda vez.  Esta vez su testimonio se refería a gastos de campaña, y compareció ante el Subcomité de Privilegios y Elecciones del Senado.  El presidente William Howard Taft, quien fue el sucesor de Roosevelt y un hombre que no estaba de acuerdo con él en muchas cosas, testificó más que ningún otro presidente después de su mandato debido a su posición como copresidente de la Junta Nacional de Trabajo de Guerra de la Primera Guerra Mundial y más tarde como presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos.  Y Woodrow Wilson, el candidato que superó a Roosevelt y a Taft en 1912, revivió la práctica de Washington de comparecer ante el Congreso para tratar asuntos de política exterior, cuando testificó ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado en 1919 para defender la adhesión de Estados Unidos a la Sociedad de las Naciones.

Cada uno de estos presidentes o expresidentes se ofreció a declarar, reconociendo el valor que aportaba su testimonio a la función de supervisión del Congreso y su capacidad de hacer una buena política.

También ha habido vicepresidentes que testificaron y cooperaron con las investigaciones del Congreso.  Durante los años de escándalos en la administración de Ulysses S. Grant, por ejemplo, Schuyler Colfax, vicepresidente durante su primer mandato, testificó voluntariamente ante el comité selecto de la Cámara de Representantes que investigaba el escándalo de Crédit Mobilier en 1873. En otro caso, Spiro Agnew, el primer vicepresidente de Richard M. Nixon, evitó ser "convocado", para usar el término de Pence, al admitir que evadió impuestos y dimitir en 1973.  Sin embargo, el Congreso lo obligó a tomar esta medida porque Agnew comprendió que, de lo contrario, se enfrentaría a los inquisidores del Congreso y a la posibilidad de un juicio político.

Quizá el testimonio más recordado que haya dado un presidente o vicepresidente también estuvo relacionado con el gobierno de Nixon, salpicado de escándalos.  En 1974, el presidente Gerald Ford (ex líder de la minoría de la Cámara de Representantes) volvió voluntariamente a la Cámara para declarar sobre su decisión de indultar a Nixon.  Ford vio el indulto como la única forma de poner fin a la crisis nacional del Watergate que amenazaba la estabilidad del gobierno estadounidense. Pero también comprendió que muchos estadounidenses se preguntaban si había hecho algún tipo de trato con Nixon.  Por lo tanto, Ford entendió que testificar oficialmente era la mejor manera de aclarar las cosas. Aunque reconocía la singularidad de la crisis y del momento, Ford también se basaba en un precedente de larga data.

Y aunque Pence decidió omitir esta historia, muchos aún la recuerdan.  Cuando se le preguntó por los comentarios de Pence, la representante Liz Cheney, Republicana de Wyoming (vicepresidenta del comité del 6 de enero e hija del exvicepresidente Dick Cheney, quien fue jefe de gabinete de Ford) aclaró que "en realidad existe un precedente, en caso de una crisis nacional, para que los presidentes o los vicepresidentes testifiquen", citando al exjefe de su padre.

Esta historia deja claro que, aunque no ha sucedido tiempos recientes, hay un largo historial de comparecencias de presidentes y vicepresidentes, tanto durante sus mandatos como posterior a estos, ante las comisiones del Congreso para testificar sobre asuntos importantes.  Ocurrió en momentos de crisis, durante feroces debates políticos e incluso cuando el Congreso estaba investigando el comportamiento negligente del Poder Ejecutivo.

Si Pence se niega a declarar, no será porque siga un precedente histórico. En cambio, reflejará cálculos políticos sobre una investigación a la que su partido se niega.  Pence fue elogiado el 6 de enero de 2021 por respetar las tradiciones constitucionales y legales cuando resistió a la enorme presión y certificó a Joe Biden como ganador de las elecciones de 2020.  Pero la historia es clara: Para que Pence siga respetando estas tradiciones, tendrá que declarar sobre los acontecimientos de ese día.

Washington Post - Laura Ellyn Smith

Lea el artículo original aquí.

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