Los candidatos oportunistas suelen tener dificultades para establecerse en sus nuevos estados, pero no todos los oportunistas son iguales.
En la intensa contenida por el Senado de los EEUU en Pensilvania, el vicegobernador, John Fetterman, desacreditó humorísticamente la campaña de Mehmet Oz, el candidato Republicano, al señalar que Oz es un recién llegado al estado, un oportunista que se trasladó allí simplemente para postularse como candidato. ¿Funcionarán estos ataques? La historia puede ayudarnos a responder a esa pregunta. Después de todo, Oz no es la primera persona que se traslada para postularse a un cargo. Hillary Clinton se mudó a Nueva York para postularse al Senado en el 2000, y Mitt Romney ganó la carrera al Senado en Utah después de ser gobernador de Massachusetts y postularse a la presidencia desde ese estado en 2012.
Pero los candidatos oportunistas suelen tener dificultades para establecerse en sus nuevos estados. Carecen del conocimiento arraigado y a largo plazo que emana de vivir a tiempo completo en un estado durante años, lo cual permite postularse a un cargo para servir a su propia ambición, no a los residentes de su nueva localidad. Todos los candidatos a un cargo son ambiciosos, por supuesto, pero el oportunismo enfatiza la ambición de una manera difícil de ignorar y proporciona una estrategia fácil para los oponentes.
La dinámica clave que hay que entender es que no todos los oportunistas son iguales. El éxito, o al menos la viabilidad, ha dependido durante mucho tiempo de si un oportunista trae consigo la credibilidad necesaria para contrarrestar las críticas sobre su candidatura en un nuevo estado. Candidatos como Clinton y Romney fueron capaces de convencer a los votantes de que estaban en un nuevo estado para continuar sus largas carreras a servicio del público.
El término oportunista (en inglés “carpetbagger”) se remonta al período de la Reconstrucción tras la Guerra Civil. Los editores de los periódicos sureños desarrollaron el término para referirse a los norteños que llegaban al sur después de la guerra en busca de fortuna y eventualmente postularse a un cargo. El término se impuso rápidamente fuera del sur para referirse a cualquiera que llegara a un nuevo estado específicamente para postularse como candidato y persistió hasta el siglo XX.
Cuando Robert Kennedy se postuló como candidato del Senado de los EEUU en Nueva York en 1964, él y su oponente, el senador Kenneth Keating, Republicano de Nueva York, debatieron sobre qué candidato lideraría mejor la nación en áreas políticas como la vivienda, el trabajo y los derechos civiles. La posición de Kennedy como recién llegado al estado fue objeto de críticas por parte de su oponente, pero no de burlas. Inicialmente, Kennedy habló (y exageró) de los lazos de su familia con el estado y de su breve residencia allí cuando era un niño. Cuando eso resultó poco convincente, argumentó que su reciente experiencia como fiscal general en la administración presidencial de su hermano le daría una ventaja para abordar las inquietudes diarias. Y enfatizó ante el electorado Demócrata de Nueva York que él sería un voto más a la agenda del presidente, Lyndon B. Johnson, en el Senado, mientras que Keating pasó la campaña eludiendo la pregunta de si votaría por el conservador forastero y candidato presidencial Republicano de 1964, el senador, Barry Goldwater (R-AZ).
La situación era muy diferente más de dos décadas después en New Hampshire. En 1986, los Demócratas desesperados convencieron a Endicott "Chub" Peabody, que se había retirado al Estado del granito tras su único mandato de dos años como gobernador de Massachusetts, para que fuera su candidato contra el senador Warren Rudman, un Republicano. Los Demócratas no se hacían ilusiones de que Peabody, que no había ocupado un cargo en décadas, pudiera derrotar a Rudman. Pero los Demócratas de New Hampshire querían evitar que la nominación fuera capturada por Robert Patton, un partidario de Lyndon LaRouche, el prominente paranoico de teorías conspiratorias y ocasional candidato presidencial. Perder con un candidato estrafalario pero popular como Peabody sería lamentable; perder con un extremista como Patton, cuyas posturas estaban fuera de lugar en el partido, sería devastador.
La campaña de Rudman se aprovechó de la condición de foráneo de Peabody en la medida en que se relacionaba con él en absoluto. En un anuncio de campaña aparecía un imitador de Peabody, que daba un monólogo incoherente en el que confundía New Hampshire con Maine y Vermont. La campaña de Rudman también repartió broches publicitarios en las que se instaba a los votantes a "eliminar a Taxachussets Chub", relacionando su origen fuera del estado con la legendaria aversión de los habitantes del Estado de granito a los impuestos. En respuesta, Peabody trató de argumentar que estaba más en contacto con la opinión de los votantes de New Hampshire que Rudman, pero esta respuesta nunca conectó con los votantes del estado y Rudman ganó fácilmente la reelección.
Estas tendencias han continuado en el siglo XXI, ya que los candidatos que han tenido éxito aprovecharon sus puntos fuertes en el servicio público. Por ejemplo, en el año 2000, los Republicanos de Nueva York se mostraron incrédulos ante el hecho de que la primera dama, Hillary Clinton, se postulara al Senado desde su Estado. Pero los meses que pasó en un recorrido de aprendizaje por pequeños pueblos y ciudades de todo el Estado la convirtieron en una parte familiar del panorama político para cuando la campaña comenzó en serio. También aprovechó la función de la ciudad de Nueva York como capital cultural y financiera, donde la gente acudía para empezar de nuevo y reinventarse.
Cuatro años más tarde, los Republicanos de Illinois reclutaron a Alan Keyes, el frecuente candidato Republicano a las primarias presidenciales de Maryland, para que competir contra Barack Obama por el escaño en el Senado de los EEUU en su estado. Obama llevaba una ventaja tan cómoda que no hizo mucho caso de la condición de oportunista de Keyes, pero éste siguió dando espectáculo con su ignorancia del estado. El editorial de un periódico comparó la respuesta de Keyes a la llamada del Partido Republicano (GOP) de Illinois con la de Mighty Mouse volando al rescate de alguien, mientras que el Chicago Tribune sugirió que Keyes aprendiera a pronunciar correctamente Cairo, Ill.
La campaña de Fetterman se basa en esta historia, insistiendo en la condición de oportunista de Oz y en su experiencia en el mundo del espectáculo, no en el servicio público. Oz goza de un gran reconocimiento, gracias a sus años como presentador de su programa de entrevistas diario. Pero la campaña de Fetterman se ha esforzado por convertir esto en una desventaja, no en una ventaja, argumentando que la riqueza y la fama de Oz le impiden relacionarse o representar a los habitantes de Pensilvania.
Por ejemplo, Fetterman, y su equipo de redes sociales, atacaron a Oz por comprar "crudités" (un término quizás más familiar para la gente adinerada) en lugar de una "bandeja de verduras" (como la mayoría de los habitantes de Pensilvania lo describirían) en un vídeo de campaña que se hizo viral el mes pasado. Oz también fue criticado por mezclar los nombres de dos tiendas de abarrotes, Wegman's y Redner's, para afirmar que compró la comida en "Wegner's". La campaña de Fetterman envió calcomanías de "Wegner's Crudite" a los donantes en línea. Los simpatizantes se unieron al montón con sus propios tuits sobre las bandejas de verduras disponibles en Sheetz, la cadena de gasolineras y tiendas de conveniencia con sede en Altoona, y presentándose a los eventos políticos Demócratas vestidos de brócoli, una de las verduras del vídeo de Oz.
Debajo de estas y otras innumerables bromas había un tema que se ha enhebrado a lo largo de la campaña de Fetterman contra Oz: la idea de que Oz es incapaz de representar a Pensilvania porque no entiende a Pensilvania ni a la gente que vive allí. Para ello, Fetterman cuenta con la ayuda de la propia historia y cultura política de Pensilvania, que contrasta con el cosmopolitismo de Nueva York, donde oportunistas como Kennedy y Clinton fueron elegidos con éxito para el Senado de los EEUU. Pensilvania tiene una cultura política mucho más fracturada, que va desde Filadelfia y sus suburbios de lujo hasta la más rústica Pittsburgh, pasando por los pequeños pueblos y ciudades dispersos por el resto del estado en lo que algunos denominan "Pennsyltucky" debido a su ambiente rural.
Todo esto hace que los ataques de Fetterman contra Oz sean potentes, y las redes sociales dan a la campaña de Fetterman y a sus partidarios la oportunidad de amplificar y aprovechar estos ataques. En la medida en la cual estos esfuerzos mantengan a los votantes de Pensilvania pensando en Oz como una celebridad adinerada que intenta ganar unas elecciones por razones de ego y ambición, podrían ayudar a los Demócratas a triunfar en una carrera importante en un Estado clave. El peligro para los Demócratas es que este tipo de campaña hará poco para construir al partido para 2024 y más allá. Pero si eligen a Fetterman, los Demócratas de Pensilvania abordarán ese tema más adelante.
Washington Post - Christopher J. Galdieri
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