Un pañuelo o una corbata de lazo al cuello son su distintivo allá donde va. Aún más que la indumentaria lo que hace diferente Larry Villegas-Pérez es su firme defensa de los derechos humanos y su trabajo con la comunidad latina LGBTQ.
Hijo de José y Olga Yolanda, los dos sindicalistas, creció en un ambiente donde hablar y practicar la justicia y la equidad era tan natural que el niño pensó que así era en todas partes.
Villegas-Pérez, gerente de nuevos programas en la Oficina de Derechos Humanos de la Alcaldía de DC, tiene una trayectoria de más de 20 años como como activista, consejero en salud mental, abuso de sustancias y soporte de la comunidad transgénero.
“Siento que estoy en una plataforma desde donde puedo ayudar a mi gente. Estamos ejecutando dos leyes para prevenir el acoso sexual en hoteles, bares y restaurantes; y, otra para proteger los derechos de los ancianos LGBT que viven con el VIH”.

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Todo lo que hace tiene un propósito social, tanto que ha hecho suya una frase que le escuchó decir a José Antonio Tijerino, presidente y director ejecutivo de Heritage Foundation: “Cuando usted esté arriba mande el elevador abajo para que alguien más suba”.
“Mi abuela materna, Trina Palacios, era indígena de cabello negro y hasta la cintura, tuvo 12 hijos y de ella aprendí a extender la mano al prójimo. De mi abuela paterna, Natalia Escalona, heredé sus consejos de la importancia de la educación”, dice, quien se describe que cuando niño fue muy extrovertido.

De la oscuridad a la luz
Todo cambió en la adolescencia. “Llegaron los cambios hormonales y las confusiones sin saber qué hacer ni a quién decirle”. ¿Su solución?, “yo me quito de este mundo que me trae problemas con mi familia y en el colegio”. Felizmente esas ideas tuvieron un corto recorrido, las reemplazó transformándose en un estudiante modelo.
Su doloroso y silencioso proceso de aceptación lo llevó como consejero y orientador por 22 ciudades de Estados Unidos, representando a la empresa Access, ayudando a plantar semillitas de autoestima y confianza entre los gays que encontraban un escape en el abuso de sustancias.
La terapia y sus estudios de sicología le sirvieron para ayudar a otros como él y empezar el activismo LGBTQ en su país. Villegas, enfermero con especialización en siquiatría, fue testigo de primera mano del sufrimiento de los pacientes con VIH. Empezó a viajar a Estados Unidos, para entrenarse sobre el cuidado de esos enfermos. En 2000 se vino definitivamente.

Masón y popular anfitrión
El segundo entre cinco hermanos y hermanas. Se siente agradecido de haber nacido en Caracas, Venezuela, porque en su país siempre hay un motivo para estar alegre, cocinar bastante y reunir a la familia y a los amigos. “Eso es como la multiplicación de los panes y los peces”.
De aquellos tiempos le vienen los recuerdos más ensoñadores de los primeros de mayo, de la mano de papá en las multitudinarias marchas de los trabajadores. También los sábados de lluvia en el barrio La Vega, con la abuela haciendo pan y él corriendo a buscar a los amiguitos para que fueran a saborearlos con chocolate o café con leche.
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Como se niega a perder esa costumbre, Villegas es el anfitrión ideal y tiene un talento para las arepas, sopa de pollo y café. Le gusta salir de parranda, eso sí con un código que nunca transgrede: nada de alcohol.
Es miembro de la Fraternidad de los Masones de DC, porque es importante introducir allí el tema LGBTQ latino y aprovechar ese lado progresista para impulsar las causas de justicia social.
Recientemente asumió la representación legal y filial de un joven colombiano que llegó en los buses de la frontera. “Esto es personal, es como mi ahijado para ayudarlo en la educación y a navegar en su nueva vida”.

Al lado de los pacientes de VIH
Su activismo en favor de la comunidad LGBTQ y su experiencia con los pacientes de VIH lo llevaron a Whitman-Walker, la organización que trabaja para este grupo. Empezó ofreciendo información en la calle, después dio apoyo a quienes salían positivos. Llegó a ser consejero y, por último, director de la oficina de servicios latinos.
Hizo voluntariado de interpretación para los pacientes de VIH en La Clínica del Pueblo. Para darle más respaldo académico a su experiencia se inscribió en el programa de salud mental en University of the District of Columbia. Una de sus metas pendientes es una maestría en psicología de liderazgo.
Durante un tiempo trabajó en Casa Ruby (ahora envuelta en un escándalo de supuesta malversación de fondos), ofreciendo ayuda a los sin techo, a los refugiados y a las víctimas de crímenes. Hace muy poco se sumó a la junta directiva de la escuela Carlos Rosario.
“Con Larry trabajamos recolectando fondos para los programas de VIH-sida en Whitman Walker, cuando no había programas para latinos. Siempre estaba ayudando a los inmigrantes y ahora a los venezolanos. Lo respeto mucho por su trabajo en asistir a la comunidad para mejorar su situación”, dijo Jay Haddock, director de Absolute Hospitality LLC, una firma consultora en estrategias de negocios.