Una semana antes de que los votantes de Virginia acudieran a las urnas, Latino Victory Fund, del cual soy presidente, publicó “American Nightmare”, un anuncio televisivo que destaca cómo el uso de los estereotipos dañinos y la defensa de los símbolos racistas por parte del candidato republicano a la gobernación Ed Gillespie perjudicaron a las comunidades de color. El espacio publicitario atrajo muchas críticas no solo de los conservadores sino también de los principales medios de comunicación.
Entendemos la negativa reacción. Nunca una organización latina había sido tan agresiva en la defensa de nuestra comunidad. Cuando nos enfrentamos a ataques viciosos y racistas, solemos poner la otra mejilla o señalar con el dedo al matón. Esta vez lanzamos un golpe en la garganta. Y continuaremos resistiendo estos ataques en el futuro.
Después de meses de no ganar impulso como republicano de Romney, Gillespie decidió tomar prestadas las tácticas trumpianas de su rival principal, Corey Stewart. Este nuevo plan implicó calumniar a los inmigrantes latinos, demonizar a los que antes estaban encarcelados y defender los símbolos racistas.
En septiembre, lanzó su primer anuncio que vincula las políticas de las “ciudades santuario”, que permiten a las víctimas y testigos indocumentados denunciar delitos a la policía, con la pandilla callejera MS-13. Gillespie afirmó que el candidato demócrata, Ralph Northam, había “aumentado la amenaza de la MS-13” votando en contra de la prohibición de las ciudades santuario, a pesar de que no hay una sola ciudad santuario en la región. Las imágenes utilizadas en el anuncio no fueron tomadas en Virginia sino a unas miles de millas de distancia en una cárcel salvadoreña. Sin embargo, Gillespie continuó transmitiendo sus xenófobos anuncios, tratando de engañar a los habitantes de Virginia haciéndoles creer que los miembros de las pandillas estaban a la vuelta de cada esquina, listos para “matar, violar, controlar”.
Gillespie también apeló a los peores instintos de los votantes con anuncios que defienden los mismos monumentos confederados, cuya remoción incitó a la violencia racial en las calles de Charlottesville. El mensaje era simple: Él luchaba por mantener los símbolos racistas intactos y Northam por derrotarlos.
Nuestras comunidades habían sido calumniadas, insultadas y atacadas por demasiado tiempo, y no podíamos permanecer en silencio. Era nuestro deber moral crear conciencia sobre las tácticas de Gillespie y ayudar a aumentar la participación de los latinos contra el fanatismo en una elección apretada.
El anuncio de 60 segundos de Latino Victory Fund mostraba a un hombre blanco en una camioneta con una bandera de la Confederación y una pegatina de parachoques de Gillespie persiguiendo a un grupo de niños de las minorías. Queríamos enviar el mensaje de que, tomando prestado el léxico de los supremacistas blancos y negándose a desautorizar los símbolos racistas, Gillespie convirtió su campaña en un refugio para el odio. Además, el poderoso anuncio retrató el estrés y la preocupación que acechaba a las familias inmigrantes en un entorno político y social cada vez más hostil.
Nuestro anuncio provocó fuertes reacciones en la izquierda y la derecha. Las organizaciones de defensa de inmigrantes y otros grupos liberales elogiaron nuestro anuncio, diciendo que reflejaba el temor de sus comunidades bajo la administración de Trump. La extrema derecha explotó de ira. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, dijo que estábamos “avivando el racismo político”, mientras que Rush Limbaugh movilizó a sus oyentes para llamar a nuestra oficina. Gillespie y el partido Republicano de Virginia respondieron con lágrimas de cocodrilo. Algunos conservadores expresaron su ofensa personal de que estábamos llamando racista la campaña de Gillespie. Nadie condenó ni cuestionó las tácticas de Gillespie.
Pero las críticas de los medios principales picaron. El comité editorial del Post llamó al anuncio “vil”, argumentando que solo porque Gillespie usó tácticas controvertidas, no otorgó a otros licencia para hacer lo mismo. Pero nunca intentamos pintar a todos los votantes de Gillespie como racistas; más bien, nos propusimos mostrar que el candidato había abrazado la parte vulnerable del Partido Republicano y cómo ese abrazo puso en peligro a nuestras comunidades.
El comité editorial también señaló correctamente que Gillespie había sido más duro con los supremacistas blancos que marcharon en Charlottesville que el presidente Donald Trump. Eso es cierto, pero también es cierto que Gillespie no criticó la afirmación del presidente de que había “personas muy buenas” en “ambos lados”. Luego Gillespie se dio la vuelta y echó todo su apoyo detrás de las estatuas enraizadas en el dolor de millones de ciudadanos estadounidenses, y continuó calificando a los inmigrantes como criminales.
El mensaje detrás de nuestro anuncio fue innegablemente efectivo. Una encuesta realizada en la víspera por Latino Decisions encontró que una vez que los votantes blancos vieron anuncios o discusiones de Gillespie como anti-inmigrantes, la mitad se entusiasmó menos con Gillespie. Esa preferencia fue similar entre los votantes latinos. Como era de esperar, los votantes republicanos votaron por su candidato.
Hay mucho que aprender de nuestra experiencia: sobre lo lejos que hemos llegado como país y el trabajo que aún nos espera. Hay cosas que podríamos haber hecho de manera diferente, mejor. Pero también ha reafirmado que no podemos tirar golpes cuando se trata de luchar contra el odio. Si otros republicanos buscan replicar el enfoque de Gillespie, no esperen que nos sentemos al margen.
*Alex es el president de Latino Victory Fund.
(Traducción El Tiempo Latino/El Planeta Media)