En el artículo, Compasión en tiempos de COVID-19 publicado en The Lancet Journal, Sandro Galea, médico, epidemiólogo y decano de la Escuela de Salud Pública de Boston University, dice que la empatía es importante para prevenir que la curva de propagación de COVID-19 se salga de control, y afirma que la empatía además ayuda a seguir las pautas de distanciamiento social. Pero, hay un problema que surge en esta cuestión porque el impulso de ser empático con los demás proviene del miedo a ser infectado. E incluso si la empatía nos ha hecho seguir las reglas del distanciamiento social y ha creado un sentido de solidaridad con los necesitados, solo se ha “activado” en un contexto de emergencia. Galea explica que la pandemia ha unido a las poblaciones, generando un entendimiento de que nuestra salud esta interrelacionada y que todos podríamos estar en riesgo. Y esa comprensión ha permitido empatizar con las personas que tienen la enfermedad.
Sin embargo, la evidencia que está emergiendo muestra que los efectos de COVID-19, sigue patrones profundamente arraigados en las inequidades del sistema de salud. Aquellos con recursos, dinero y poder, a menudo grupos raciales o étnicos mayoritarios, están en mejores condiciones para distanciarse físicamente, trabajar desde casa y retener su empleo. Esos mismos grupos tienen menores riesgos de infectarse o morir por COVID-19, probablemente reflejando una combinación de factores, incluido un mejor acceso a la atención médica y una menor carga subyacente de morbilidad que predispone a peores resultados de COVID-19.
Asimismo, Pedro Delgado, Jefe de Europa y América Latina, del Institute for Healthcare Improvement (IHI) con sede en Boston, también está de acuerdo en afirmar que el coronavirus está afectando a las minorías de manera desproporcionada, en gran parte debido a las desigualdades preexistentes.
” Los factores de riesgo para la salud de los grupos con menos acceso a recursos, ingresos, educación, atención médica, alimentos nutritivos y energía eran mayores antes de COVID-19. Y son precisamente estos grupos vulnerables los más afectados por COVID-19, tanto en términos de infecciones como de muertes. Las estadísticas locales en Boston y las estadísticas nacionales en los EE. UU. (así como en otros países, como el Reino Unido) resaltan el problema “, explica Delgado.
Es por eso que Galea sugiere en el artículo publicado en The Lancet que el problema de la inequidad proviene del hecho de que nos hemos enfocado en tener empatía en momentos cumbres, y es solo con una mirada compasiva que podemos lograr un sistema de prevención que reduzca las disparidades a largo plazo. “La compasión se extiende más allá de la empatía. No motiva nuestras acciones porque nosotros también podemos ser perjudicados. La compasión motiva la acción porque los fenómenos que observamos son injustos, no dignos del mundo en el que nos gustaría vivir”, afirma el decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston.
Entonces, ¿qué nos está enseñando esta pandemia global? Que la salud no debe centrarse en las enfermedades sino en la prevención. Galea cree que debemos reconocer que a menos que invirtamos en las condiciones preventivas como: viviendas seguras, buenas escuelas, salarios dignos, equidad de género, aire limpio, agua potable y una economía más equitativa, no podremos lograr que las brechas de salud se sigan expandiendo.
Por su parte, Delgado también argumenta que las desigualdades ya estaban presentes antes del COVID-19, y eso se ha vuelto más evidente por el virus. Hay un punto de partida desproporcionado (peor salud, peor acceso a los servicios de salud), sufrimiento desproporcionado (infecciones, muertes) y participación desproporcionada en la toma de decisiones durante esta pandemia en los grupos minoritarios y más vulnerables. ” La salud y la economía son dos caras de la misma moneda a la luz del aislamiento al que nos hemos visto obligados. El riesgo que corremos como sociedades de no abordar la desigualdad de manera proactiva es que estas brechas aumentan, lo que no tiene sentido desde el punto de vista de la justicia social, ni desde el punto de vista de la productividad”, dijo a El Planeta el Jefe de Europa y América Latina, del Institute for Healthcare Improvement. “La ecuación es simple: más personas con mayores posibilidades, con mejor acceso a la educación y la salud, tendrían mayores posibilidades de contribuir a la construcción de sociedades y economías más fuertes. Hay ejemplos como los países nórdicos de Dinamarca, Noruega, Suecia en donde la desigualdad es muy baja y los niveles de educación, salud y bienestar se encuentran entre los más altos del mundo. No sugiero copiar estos modelos, sino aceptar el principio de que una mayor equidad es mejor no solo para los grupos más vulnerables sino también para todos, el beneficio es colectivo. Por lo tanto, las acciones en cada contexto hacia la equidad deben ajustarse a su historia y su presente, con miras a construir un futuro mejor ” afirmó delgado.
Estas conclusiones nos hacen pensar en cómo el mundo podría haber sido si hubiéramos tomado acciones con tiempo basadas en la compasión. Galea explica en el artículo que el panorama en realidad habría sido diferente: “Primero, habríamos invertido mucho tiempo en las condiciones que hacen que las personas estén sanas, con el objetivo de eliminar la carga desproporcionada subyacente de enfermedades prevenibles que se acumula en las poblaciones vulnerables de todo el mundo. Segundo, nuestra respuesta al COVID-19 se informaría en partes iguales. Tercero, nuestra respuesta reconocería las diferencias globales que caracterizan al mundo y entenderíamos que la mayor carga de la enfermedad cae directamente sobre los países con menos recursos, a menudo llevados a esa condición por siglos de injusticia internacional, y nos empujaría a redoblar nuestros esfuerzos para hacer todo en nuestro poder para ayudar a esos países, quizás antes que el nuestro “.
Además del hecho de que no hemos tomado las decisiones correctas para tener una mejor respuesta en nuestro sistema de salud, Delgado cree que en cada crisis hay oportunidades. “Este es el momento de acelerar las conversaciones y las acciones destinadas a cerrar las brechas de desigualdad y es una de las más importantes que tenemos en este momento crítico en el mundo”, dice. Estas son conversaciones que requieren datos y, por supuesto, grados extremadamente altos de compasión. “En mi opinión, esto requiere el co-diseño y la coproducción de una mejor salud para todos: sociedades más saludables y con un mejor acceso a los servicios. Las minorías y los grupos vulnerables necesitan ser activados localmente para tener estas conversaciones con un sentido de urgencia con sus líderes políticos para estar mejor preparados tanto en los picos futuros de esta pandemia como para otras”, concluye Delgado.