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En Virginia, la voz de la epidemia de COVID-19 habla español

El pasado junio, en un anuncio largamente retrasado, Virginia reconoció oficialmente el feriado estatal de Juneteenth. A la vez que celebramos las contribuciones que los afroamericanos han aportado a nuestra sociedad, también entendemos que la emancipación dio origen a más de un siglo de discriminación y servidumbre sistémicas para las personas de color, que solo han comenzado a ser rectificadas a través de acciones críticas como el movimiento por las vidas negras, y las muchas luchas antirracistas que marcaron el paso. Para muchos, el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2), el virus que causa la COVID-19, ha abierto el telón y ha puesto de relieve algunas de las desigualdades más evidentes, la de la salud y la prestación de atención médica.

En un evento comunitario reciente en la ciudad de Culpeper, en Virginia Central, más de 200 personas recibieron pruebas para COVID-19 gratuitas desde el automóvil. El evento de pruebas fue organizado por la Universidad de Virginia (UVA) junto con la comunidad latina. Los organizadores alabaron el éxito de la iniciativa, a pesar de la renuencia de muchos miembros de la comunidad a buscar servicios de prueba por temor a ser detenidos debido a su estado migratorio. Una asombrosa mitad de todos los participantes dieron positivos para la infección por COVID-19.

El evento de detección comunitaria en una población predominantemente latina destaca el desafío que enfrenta Virginia para contener la transmisión del virus y el sufrimiento forjado en su camino, mientras traza un camino hacia el trabajo urgente necesario para remediar las inequidades en la atención médica que han alimentado la pandemia desde el principio. Si bien los latinos representan el 10 por ciento de los residentes de Virginia, representan un desproporcionado 45 por ciento de las infecciones reportadas por COVID-19 y el 35 por ciento de todas las hospitalizaciones. En Charlottesville y su distrito geográfico de salud, donde vivimos y trabajamos, los latinos representan menos del cinco por ciento de la población total, pero cargan con más de una cuarta parte de los casos de coronavirus del área. Al caminar por las salas de las unidades COVID-19 en nuestro hospital, el Centro Médico de UVA, las habitaciones de aislamiento son más comúnmente ocupadas por una persona de color, y su voz casi unánimemente habla español.

En lugar de una predisposición genética a la enfermedad, el racismo sistémico, las desigualdades estructurales y los determinantes sociales de la salud ayudan a explicar por qué la COVID-19 golpea desproporcionadamente a las comunidades de color. Los latinos, por ejemplo, son más propensos que sus homólogos blancos a vivir en viviendas abarrotadas, como hogares multigeneracionales, campamentos agrícolas, cárceles y centros de detención de inmigrantes, donde el distanciamiento social y el autoaislamiento son, en el mejor de los casos, poco prácticos. Seamos claros, en nuestra América, el distanciamiento social es un privilegio. Además, en Virginia, las personas de color están sobrerrepresentadas en muchos trabajos de primera línea de la industria de servicios públicos y, a menudo, no reciben los beneficios de teletrabajo, seguro médico patrocinado por el empleador ni subsidio por enfermedad. Los inmigrantes indocumentados enfrentan nuevos desafíos, ya que no son elegibles para recibir beneficios de desempleo ni paquetes de estímulo económico, a pesar de desempeñar funciones esenciales en plena pandemia global. Aplaudimos a las enfermeras, los médicos y los socorristas, pero ¿no deberíamos levantar la mayor ovación de gratitud por los trabajadores, como los de las plantas de procesamiento avícola en la Costa Este de Virginia, y muchas otras industrias con personal similar en todo el país?

Si bien los latinos soportan una carga desproporcionada de la enfermedad de COVID-19, también están representados de manera desigual en la investigación médica, el tipo de investigación que puede beneficiar a aquellos que sufren por COVID-19 ahora. Ya que entendemos que las terapias u otras intervenciones pueden tener un impacto diferencial en las comunidades de color, es aún más vital que la asistencia médica y la investigación relacionada con la salud sean ampliamente accesibles e informadas por nuestras poblaciones más médicamente vulnerables. Nos sentimos alentados por los esfuerzos de nuestra propia institución para reconocer el valor de un enfoque cultural y lingüísticamente adaptado a la atención de salud relacionada con la COVID-19 para la población latina que tenemos el privilegio de servir. Por ejemplo, reclutar a miembros de una población históricamente desatendida para participar en ensayos clínicos que pueden salvar vidas mientras luchan contra la infección por COVID-19 requiere mucho más que traducir un formulario de consentimiento informado al español. Más bien, requiere humildad cultural; familiaridad con las creencias de las comunidades latinas en torno a la enfermedad y la medicina; y un conocimiento íntimo de las formas en que el familismo, el estado migratorio y la desconfianza médica informan la toma de decisiones de los latinos en cuanto a la atención médica.

Para cambiar el rumbo de la COVID-19 en Virginia, debemos llegar a las personas donde se encuentren a lo largo del continuo de riesgo, exposición, transmisión y enfermedad por COVID-19. Las soluciones como las pruebas basadas en la comunidad con miembros confiables de la comunidad latina, el rastreo de contactos y la promoción del apoyo social, las protecciones en el lugar de trabajo, así como la investigación priorizada que expone y reduce la inequidad, se basan en los mismos principios que debemos defender para reformar nuestro sistema de salud por completo. Efectivamente, podemos buscar orientación en América Latina. En la ciudad de Medellín, Colombia, los funcionarios públicos y científicos utilizaron una nueva aplicación para teléfonos inteligentes que vinculaba a las personas que necesitaban alimentos y apoyo financiero directo durante los períodos de cuarentena, y también proporcionaba una red de rastreo para identificar a las personas que necesitaban atención médica antes de que se enfermaran gravemente.  En una ciudad de 2.4 millones de personas, una población más grande que el estado de West Virginia, más de 1 millón de familias en Medellín se han registrado y se han beneficiado de los servicios. A pesar de que hace meses desde que la pandemia llegó a la ciudad, tienen poco más de 700 casos y actualmente solo 10 pacientes hospitalizados en las unidades de cuidados intensivos.

Si queremos resultar una sociedad más equitativa a raíz de la pandemia de la COVID-19, debemos reconocer el desafío de este momento como un ajuste de cuentas para los tradicionalmente marginados. En Virginia, ese movimiento por el cambio se encuentra hombro con hombro con las personas de color, incluidos los latinos, y sus aliados.

Scott Heysell MD, MPH

Associate Professor of Medicine

Infectious Diseases and International Health

Pinn Scholar

University of Virginia

Kristen Petros de Guex, MA, CMI-Spanish

Research Specialist Intermediate

Infectious Diseases and International Health

University of Virginia