Ante una última semana llena de acontecimientos dentro de la Casa Blanca y el presidente retornando del hospital militar Walter Reed National Military Medical Center todavía convaleciente y con aparente dificultad al respirar (link), el brote de COVID-19 sigue creciendo dentro de colaboradores cercanos de Donald Trump como Kayleigh McEnany secretaria de prensa y el reciente caso confirmado de Stephen Miller asesor del presidente Trump y uno de sus principales redactores de discursos.
Independientemente de que el presidente le reste importancia a la gravedad y fatalidad del virus en su activo e intenso Twitter feed, no es de extrañar que muchos americanos nos preguntemos qué sucedería si días antes de las elecciones o nombramiento, el actual presidente y candidato a reelección muera o resulte incapacitado. Sin ser alarmistas, según el CDC el ratio de muerte producto del nuevo coronavirus es 90 veces mayor entre miembros de su grupo de edad (74 años) en comparación con personas entre 18 y 29 años. A esto le podemos sumar la obesidad como variable de riesgo para el presidente.
Teniendo en cuenta este contexto aclaremos la situación en dos contextos diferentes: antes de las elecciones (3 de noviembre) y antes de la ceremonia de inauguración (20 de enero).
¿Puede el partido republicano sustituir a Trump como candidato si este resulta incapacitado?
En principio los partidos tienen el poder para sustituir a un candidato a presidente antes de las elecciones si cuentan con un alineamiento interno, cambiando en consecuencia el nombre que aparece en las papeletas de votación en los distintos estados. Ahora bien, a solo poco más de tres semanas para las elecciones, prácticamente todos los estados han cerrado la posibilidad de dicha sustitución. También debemos tener en cuenta que ya han enviado 63 millones de papeletas y se han emitido 3 millones de votos. Esto nos indica que el presidente Donald Trump seguramente seguirá estando en las papeletas sea cual sea el escenario.
¿Qué sucede si el candidato se incapacita después de ser elegido pero antes del Día de Inauguración?
Teniendo en cuenta el punto anterior, el presidente Donald Trump puede ganar las elecciones incluso estando incapacitado o muerto. Esto torna la situación compleja porque los votos que efectivamente nombran al presidente son los efectuados por los electores del colegio electoral, no el “voto popular” emitido por los ciudadanos de cada estado. Este último sirve como directriz al colegio electoral indicando por quién deben votar estos. Algunos estados no obligan a los electores del colegio electoral a votar por el candidato que ha ganado en su estado. En este escenario podemos prever que los electores, normalmente siempre leales a su partido, voten por algún candidato que el partido haya decidido como sustituto a última hora del presidente Trump.
Ahora bien, un número de estados obliga a los electores del colegio por ley a votar solo por el candidato elegido por el voto popular del estado, que sería en este hipotético escenario Donald Trump incapacitado o difunto. El profesor Richard Pildes, experto en elecciones y el gobierno de Estados Unidos, comenta en una entrevista con el Washington Post (link) que “esas leyes tienen un gap: No declaran qué es lo que pueden o deben de hacer los electores si Trump gana en el estado pero no puede servir. Cuando estas leyes fueron escritas, las legislaturas de los estados no estaban pensando sobre esta posibilidad remota”. La visión del profesor es que, aunque estos electores estén obligados a darle su voto a Trump, votarán por aquel candidato propuesto por el partido republicano ya que es difícil imaginar que los estados penalicen a los electores por violar la ley en esta situación tan particular.
La conclusión:
En los escenarios comentados, podemos decir que el Republican National Committee o RNC tendría la última palabra para nombrar un sustituto, así no pueda modificar las papeletas actuales. Igualmente es de esperar que los miembros del colegio electoral de cada estado sigan las indicaciones de liderazgo del partido y voten por el candidato sustituto, estén o no obligados por ley a votar por Trump incapacitado si gana el voto popular de cada estado. Solo queda reflexionar si el Partido Republicano está suficientemente alineado internamente para, en cuestión de días, proponer un sustituto único que no divida al colegio electoral.
Este ejercicio hipotético nos lleva a reflexiones importantes para los Latinos en Estados Unidos
Éticamente una enfermedad no debería considerarse como parte del juego político. El vicepresidente y candidato a presidente Joe Biden ha deseado una recuperación rápida a Trump y ha pedido unión y apoyo por parte de todos los ciudadanos, independientemente del partido, para el actual presidente y su familia. Lo anterior no ha sido lo común los últimos meses, no podemos negar que la actual pandemia se ha utilizado como arma política entre los dos partidos, partiendo del uso o no uso de las mascarillas como señalización partidista. Al final, y como siempre, las víctimas de este juego político no han sido los propios políticos: cuentan con los más afamados médicos, los mejores hospitales, medicamentos novedosos y helicópteros para un traslado rápido. Todo esto pagado por supuesto del bolsillo de los que pagamos impuestos, aunque muchos en los dos partidos no lo hagan, comenzando por el propio Trump. Las víctimas de convertir el virus en un instrumento político tienen nombre y apellido. Más de 211.000 personas fallecidas al día de hoy y cientos de miles de hijos, esposos, esposas y madres con un agujero imposible de rellenar. A esto le debemos sumar millones de trabajadores que vivían “paycheck a paycheck” y que han quedado sin trabajo y sin seguro médico en medio de la crisis económica y pandemia más grave del siglo. Y no es de extrañar que un alto porcentaje de afectados, tanto del virus como de los despidos han sido y son desproporcionadamente miembros de nuestra comunidad latina.
Esperemos que para la salud del sistema electoral estadounidense y la psique colectiva de los americanos estas elecciones no las resuelva un virus terrible que ya suficiente ha afectado nuestro día a día. Que sea la voluntad de cada uno de los americanos, y no el virus, que se manifieste mediante el voto, con la ambición de mejorar las condiciones de la clase media olvidada y de los emprendedores arriesgados. Que se exprese la diversidad de pensamientos, colores, acentos y religiones que componen el tejido americano en una decisión electoral que empuje una reflexión colectiva constructiva y de acción. Dejemos atrás frases nostálgicas irreales como “Make America Great Again” o aspiracionales abstractas como “Unite for a better future” y concentrémonos en construir el presente: “Let ‘s do this!”.
Fuentes:
Marcos Marín-Q