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Así es la vida cuando el Kremlin te cataloga como “agente extranjero”

El Kremlin ha estado censurando a periodistas locales y expulsando a periodistas internacionales para evitar que se disemine información sobre su represión política. FOTO: The Washington Post.

Especial para The Washington Post - Roman Badanin

“Este mensaje fue creado por medios de comunicación masiva extranjeros llevando a cabo las funciones de un agente extranjero”. Bajo la ley rusa, esto es lo que tengo que escribir cada vez que publico algo en Internet – ya sea la foto de un gato en Instagram, un mensaje de cumpleaños para un amigo o este artículo. No tengo otra opción – porque soy periodista.

Si no incluyo dicho anuncio – o si cometo cualquiera de las muchas otras posibles violaciones a la ley rusa para agentes extranjeros destinada a silenciar la libertad de prensa y la libertad de expresión –corro el riesgo de ir a prisión. Es apenas una de las muchas maneras con las cuales el gobierno ruso está manteniendo a los periodistas tras las rejas.

Hace tres años yo creé una página web sobre reportaje investigativo llamada Proekt. A lo largo de los últimos meses, las autoridades nos comenzaron a tratar a mis colegas y a mí como enemigos públicos número uno. Primero nos acusaron de difamación criminal; luego allanaron nuestros apartamentos y nos detuvieron para interrogarnos.

Finalmente, catalogaron a Proekt como una “organización indeseable” y a mis empleados y a mí como “agentes extranjeros”. (Nuestra empresa está registrada en Estados Unidos, así que cualquier salario pagado a nuestros empleados se considera financiamiento externo). Añadir el ridículo lenguaje a nuestras publicaciones es sólo uno de los problemas. La ley hace prácticamente imposible que nuestro medio pueda operar dentro de Rusia. Cualquier periodista, experto o informante que se comunique con nosotros puede ser encarcelado por hasta cinco años.

Pero no todos los castigos que se nos imponen están señalados en la ley. Mientras escribo este artículo, personas asociadas con las agencias de seguridad rusas están rastreando a mi familia por las calles de Moscú y filmando a mis hijos mientras abusan verbalmente de ellos como parte de una calculada campaña de intimidación – una que no tiene ninguna base en la ley rusa. (Actualmente yo estoy fuera del país).

Los 21 años de mandato de Vladimir Putin han sido difíciles para los periodistas rusos, pero no es una exageración decir que presentemente estamos experimentando el momento más dramático en la historia de los medios de comunicación en Rusia. Nunca el ritmo del deterioro había sido tan rápido. En los primeros 8 meses de 2021, seis medios de comunicación independientes fueron catalogados como “agentes extranjeros” – una medida que pone en riesgo su supervivencia porque aleja a los patrocidanores publicitarios. Las autoridades usaron la ley para efectivamente quebrar la página web más grande de noticias independientes, Meduza, mientras que sus reporteros respondieron organizando una campaña de financiamiento popular para mantenerla andando.

A comienzos de mes, las autoridades aplicaron la etiqueta al último canal de televisión libre, TV Dozhd, conocido por sus críticas al gobierno. Cuatro páginas web han sido bloqueadas, mientras que 14 organizaciones (incluyendo a Proekt) han sido declaradas como “indeseables” a lo largo de este año. Se llevaron a cabo más de 10 allanamientos a los hogares y oficinas editoriales de los periodistas, y como resultado muchos periodistas fueron obligados a salir de Rusia por razones de seguridad.

Podemos llegar a dos conclusiones sobre todo esto. Lo primero es que los medios de comunicación siguen siendo el más importante contrapeso al régimen autoritario de Putin. Por años, los periodistas rusos no habían comprendido el impacto que estaban teniendo en la situación del país. Investigaciones de alto perfil, incluyendo revelaciones sobre corrupción en el círculo más íntimo de Putin, no provocaron la renuncia o acusación de funcionarios enredados en mentiras y robos. Esto desmoralizó a muchos periodistas.

Pero dichas reacciones fueron no se plantearon la perspectiva correcta. En la nota de prensa justificando la designación de Proekt como “agente extranjero”, las autoridades rusas dijeron que la compañía “representa una amenaza a las fundaciones del orden constitucional y a la seguridad de la Federación de Rusia”. Nadie cree más en el poder del periodismo de investigación que el Kremlin.

El segundo punto es que el ataque contra los medios de comunicación rusos va mano a mano con una cada vez más fuerte represión contra la vida pública, la política y la educación. No hay manera de enumerar todas las prohibiciones y sanciones que las autoridades rusas les han impuesto a los ciudadanos este año. Todo esto sugiere que el régimen de Putin ha entrado en modo de supervivencia: cualquiera que haya cuestionado su derecho a gobernar Rusia será declarado enemigo, expulsado del país, encarcelado o asesinado.

Ahora más que nunca, nosotros los periodistas rusos necesitamos el apoyo de nuestros colegas alrededor del mundo, de organizaciones internacionales y de gobiernos nacionales. Ellos deberían exigirle al gobierno ruso que respete los derechos de los periodistas en el desempeño de su labor así como los derechos de los ciudadanos rusos de tener acceso a información honesta e independiente. Nuestros aliados internacionales también deberían llamar a las plataformas de redes sociales como Facebook, YouTube o Twitter, para que abran un diálogo con los periodistas rusos.

El periodismo independiente ha respondido al incremento de la presión gubernamental dependiendo más y más de la difusión por redes sociales. Muy a menudo, sin embargo, las plataformas eliminan o bloquean las cuentas sin explicación alguna y sin nadie a quien contactar. No tiene por qué ser así.

La comunidad internacional debe actuar. No hacerlo es convertirse en cómplice del esfuerzo del gobierno de Rusia por silenciar nuestra sociedad.

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Información del Autor - Roman Badanin, el editor en jefe de la página de periodismo investigativo Proekt, es un colaborador asociado en el Knight Senior International Fellow at Standford University.

Lea el artículo original aquí.

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