El estado más nuevo de la nación, si los residentes del sector rural de Colorado se salen con la suya, sería del tamaño de Vermont pero con la población de un pueblo pequeño extendida a lo largo de miles de kilómetros de pasturas. No habría uniones civiles para parejas del mismo sexo, nuevos patrones de energía renovable ni límites sobre cargadores de armas.
Después de todo, esos fueron algunos de los motivos por los que cinco condados del estado votaron el día de las elecciones para crear el quincuagésimo primer estado de la Unión.
Los partidarios de la secesión saben que los votos fueron simbólicos, destinados a captar la atención de una legislatura controlada por demócratas. Dicen que los resultados ponen de manifiesto una frustración creciente entre los pueblos conservadores de las praderas con los sectores urbanos más liberales que han cimentado la ascendencia demócrata.
“Ya no podemos superar en votos a las áreas metropolitanas, y las áreas rurales ya no tienen voz”, se quejó Perk Odell, de 80 años, residente de Akron en el condado de Washington, que votó en favor de la secesión.
Los cinco condados comparten fronteras, abarcan unos 24.600 kilómetros cuadrados (9.500 millas cuadradas) y tienen una población combinada de 29.200 habitantes. Cuatro de los condados, Philips, Yuma, Kit Carson y Cheyenne, son fronterizos con Kansas. Son áreas sólidamente republicanas, más identificadas con Kansas y Nebraska, debido a su actividad agrícola, que con Denver.
Pueblos como Akron, de 1.700 habitantes, se fundaron en la década de 1880 a lo largo de las vías ferroviarias y crecieron como productores agrícolas. Empezaron a declinar en la década de 1920 y su número de pobladores ha decrecido o permanecido estancado desde entonces.
Lo que quedan son comunidades unidas donde los silos de granos suelen ser las construcciones más elevadas.
Pero otras partes del estado han crecido. Mientras que más de 80% de los 5 millones de residentes de Colorado viven en la zona liberal, los condados que votaron por la secesión solo tienen dos representantes estatales y un senador estatal.
De algún modo, el sentimiento de ser ignorado data de la fiebre del oro de Colorado, dijo Tom Noel, profesor de historia en la Universidad de Colorado en Denver.
“Incluso desde la fiebre del oro, esas áreas han sido lugares donde las personas se precipitan, y pienso que así es como se siente la gente, que la gente los pasa zumbando a toda velocidad”, dijo Noel.
Para que los condados rurales se conviertan en un nuevo estado, los legisladores de Colorado tendrían que aprobarlo, y después el Congreso, lo que aun sus más fervientes partidarios ven como algo casi imposible.
Pero los partidarios creen haber hecho oír su queja de que los legisladores en el capitolio estatal no los escuchan.
El próximo año, los republicanos planean proponer que los asientos en el Senado sean proporcionados por extensiones de tierra en lugar de población para garantizar una mayor voz a las áreas escasamente pobladas. Los republicanos tienen 28 de las 65 bancas en la Cámara de Representantes y 17 de 35 en el Senado estatales.
En otros estados, los electores que se sienten excluidos recientemente voltearon a ver la secesión. Los conservadores han trabajado para crear el estado de “Maryland Occidental” argumentando que están hartos de la mayoría demócrata en Annapolis. Y los demócratas en el condado Pima, en el sur de Arizona, están molestos por la controvertida ley migratoria promulgada hace dos años y también hablan de crear el estado de “Baja Arizona”.
En las escarpadas colinas de Carolina del Norte y el sur de Oregon, la organización Comisión Declaración Jefferson ha ganado resoluciones de dos condados rurales apoyando la creación del “Estado de Jefferson”, una idea que surgió desde la fiebre del oro en la década de 1850.
Sin embargo, ninguna de estas propuestas ha llegado a las urnas.