La alcachofa es una verdura que se conoce hace siglos y probablemente uno de los vegetales cultivados más antiguos. Su cultivo comenzó en Italia y ha sido un alimento ampliamente utilizado en la cocina mediterránea, la cual además de ser una delicia es muy nutritiva y aporta grandes beneficios.
La alcachofa es el botón de una flor con muy pocas partes comestibles, de la cual solo se consume el corazón o centro de la alcachofa y la base carnosa tierna de las hojas externas, en donde se encuentra el mayor contenido de fitoquímicos y antioxidantes, y la mayoría de sus propiedades benéficas.
Nutricionalmente hablando la alcachofa es una buena fuente de ácido fólico, vitamina C, vitamina E, potasio y fósforo, además de ser una excelente fuente de fibra dietética.
Por su composición es un alimento que puede ayudar al buen funcionamiento de los riñones ya que debido a su acción diurética, mejora la eliminación de líquidos y toxinas, y ayuda a un mejor control de la presión arterial.
También se cree puede favorecer la función de la vesícula y el hígado. Su consumo puede aumentar la secreción de bilis por el hígado favoreciendo así la digestión de las grasas y ayudando a eliminar el exceso, reduciendo el contenido de colesterol y triglicéridos en la sangre.
Por su alto contenido de fibra actúa como un laxante natural mejorando el tránsito intestinal y es un alimento muy recomendable para las personas diabéticas ya que ayuda a mantener los niveles de glucosa en sangre. Todo ello, además de su muy bajo contenido de calorías (100g de alcachofa fresca, hervida aporta menos de 15 calorías) la convierte en un alimento preferido para dietas de pérdida de peso.
Las alcachofas pueden ser verdes o violetas y de forma redonda o esférica, lo importante es saber escogerlas. Elija las que están cerradas y con sus hojas muy apiñadas que son las que se encuentran más frescas. Su preparación es sencilla, solo se requiere de cortar la punta y remover algunas de las hojas secas cercanas al tallo y puede ser hervida, cocida al vapor o asada a las brasas y servida de muchas formas. La más común es de forma entera para desprender las hojas, sumergiéndolas en una salsa, comiendo solo la porción carnosa de la base de la hoja. Para acompañarla prefiera salsas ligeras como vinagretas, aceite de oliva con limón a salsas elaboradas a base de mantequilla o quesos, que hagan de la alcachofa una opción más saludable. Puede ser servida tanto fría como caliente.
Por su sabor delicado combina con una gran variedad de alimentos, el corazón de alcachofa puede agregarse a ensaladas con lechuga o verduras asadas, añadirse a sopas, pastas o pizzas, o bien molerse tanto el corazón como la hojas para preparar una deliciosa crema, o si se prefiere entera puede acompañar pescados y carnes.
Es recomendable aprovechar la temporada de las alcachofas e incluirlas en la dieta por los beneficios a la salud que se obtienen con su consumo.
Irma Velez es nutricionista, licenciada en Ciencias de la Alimentación