En su ajetreada vida, la salvadoreña Yasmín Romero-Latín, próxima a cumplir cinco décadas en unas semanas, sigue afrontando desafíos siempre con un optimismo sin igual pese a las adversidades que afortunadamente ha superado a pulso.
Su nuevo reto lo anunció a mediados de marzo de este año, entre broma y serio, al indicar que ella y su esposo Marcos Latín Quevedo estaban “embarazados”, planeaban casarse por la iglesia y recibir en su hogar al nuevo miembro de la familia: su nietecito quien “ya inició el proceso” para llegar a Estados Unidos procedente de El Salvador.
“Queremos darle lo mejor de un bonito y maravilloso hogar bien constituido a nuestro futuro hijo Mauricio Gabriel que es hijo de mi hijo Mauricio Antonino y Delmy (ambos ya fallecidos) y al que estamos esperando para que al fin tenga un hogar y también a los 3 hijos de mi esposo Tania, Anthony y Ericka”, indicó Romero-Latín en su página de Facebook. La familia será mucho más grande, tomando en cuenta que Romero-Latín tiene tres hijas de su primer compromiso y se siente bendecida de tener siete nietos.
La madre y abuela tuvo palabras de elogio para su esposo: “Marcos, gracias por darle a Maury lo que nunca tuvo: UN PADRE, ya que mi hijo murió antes de que él naciera. Diosito te va a bendecir por siempre. Hoy es el cumpleaños de Maury”, manifestó con referencia a su nieto en su muro en Facebook. Esas alegrías contrastan con la tristeza que la embargó en 2004, tras la muerte de su hijo Mauricio Antonio Durán Romero, cuando apenas tenía 21 años, a manos de pandilleros. Su hijo, al que llamaban “El Gringo” porque hablaba bien el inglés y trabajaba en seguridad, fue asesinado luego de que intercedió para evitar que unos delincuentes maltrataran a una pareja. Posteriormente despareció la madre de su nieto cuando éste tenía apenas 5 años y hasta la fecha se desconocen rastros de ella, por lo que las autoridades la consideran fallecida. Esos son recuerdos lejanos, pero que persisten por la situación de violencia en que vive su nieto. Sin embargo, su corazón se llena de alegría al imaginar el cambio de vida de su nieto, que reside en un sector donde la delincuencia es rampante. “El niño ha visto cosas que a su edad no debería haber visto, mucha gente opta por quedarse callada o dejar su casa” para evitar enfrentar a los delincuentes, manifestó. “Mi nieto tiene derecho a que su vida cambie”, luego de permanecer con varias familias para que lo cuiden, pero nadie es mejor que la propia abuela para protegerlo y brindarle todo el cariño y la atención que merece, manifestó Romero-Latín, estudiante de enfermería en el Centro Carlos Rosario en DC.
La fe mueve montañas, con la ayuda de Dios, como ya lo ha demostrado Romero-Latín como flamante presidenta la Asociación de Inquilinos del edificio “Monseñor Romero”, en la calle Mount Pleasant, en el corazón del barrio hispano de Washington DC. Su honor es mucho más grande por la beatificación en mayo de Monseñor Óscar Romero, asesinado en 1980. El edificio fue renovado tras un incendio en 2006 y ahora ofrece vivienda asequible a familias de bajos recursos, pero para llegar a ese importante punto tuvo que enfrentar al propio dueño del inmueble e incluso las intenciones del anterior alcalde Vincent Gray de convertirlo en un edificio de condominios para gente más pudiente. En la actualidad, en su apartamento luce una de las tijeras con que autoridades y líderes cívicos hicieron el año pasado el corte de la cinta para el remodelado edificio, con techos solares, así como el casco firmado por varios dirigentes locales. Por eso la llegada de su nieto es otra prueba más de fe en la Virgen de Guadalupe, el Señor de Esquipulas que aprendió a venerar por el hecho de que su esposo es guatemalteco, y ahora a su querido Monseñor Romero, prontamente beato.