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La Supercopa de España desafía viejos reclamos con su nuevo formato

Hasta hace algunos meses, la discusión sobre el fútbol español y su presencia en otras latitudes ponía de cabeza a la FIFA. Cuando el Barcelona decidió anunciar a la Real Federación Española de Fútbol su deseo de celebrar un encuentro de la temporada 2018-2019 ante el Girona en territorio estadounidense, el máximo organismo que rige la disciplina en todo el mundo puso un obstáculo insuperable a través de las palabras de su presidente Gianni Infantino.

“Preferiría ver un gran partido de la MLS en Estados Unidos antes que un partido de la Liga en Estados Unidos”, aseguró el jerarca en la recta final del año 2018, en una negativa rotunda sobre la petición de un posible encuentro que no se llevó a cabo en Miami, donde esperaba celebrarse, en marzo del 2019.

Semanas después recordó que “la FIFA no autorizará la disputa de ese encuentro ni en Estados Unidos ni en ningún otro sitio que no sea el estadio del Girona, que es el que toca. Como me presidente de la FIFA, anuncio que la organización se opone a la idea de La Liga y prohibirá que el Girona-Barça se dispute en Estados Unidos o en cualquier otro sitio que no sea España”.

Nada había que discutir. Para Infantino, ese potencial duelo marcado en el calendario debía jugarse en Cataluña, jamás en América.

Pero hoy la situación es diferente.

Como si se tratara de la vieja Copa Presidente entre los años 1941 y 1947, en España habrá más de dos equipos disputando la Supercopa de este país. La versión anterior ponía sobre el césped al campeón de la liga frente al mandamás de la Copa del Rey, como habitualmente se celebra el primer gran premio del año en las principales competiciones europeas; no obstante, ahora entran en juego los segundos de cada cita.

En esta ocasión, el formato dio vida a cuatro clubes: Barcelona, Valencia, Atlético de Madrid y Real Madrid.

Hasta aquí, todo bien. Pero el resultado no tiene incidencia sobre quiénes sino dónde, pues el evento se juega en Yeda, Arabia Saudí.

Las contradicciones

A diferencia de lo que ocurrió en 2018 con la Real Federación Española de Fútbol, Barcelona y Girona, esta vez no se ha escuchado ningún reclamo desde la sede de la FIFA, mucho menos de parte de Infantino, quien probablemente vea con buenos ojos la ejecución de los dos partidos de semifinal y final en la mencionada ciudad poderosa, dada la estrecha relación del presidente del organismo con los jerarcas de la zona.

De ahí despertó una discusión justa en la que se apuntó al ejecutivo como alguien que solo libraba las batallas convenientes, y que dan a malpensar sobre un puesto que ha contraído una maldición de viejos hombres que asumieron esas responsabilidades y que ahora tienen compromisos con la justicia.

Una vez se conoció que Arabia Saudí recibiría ese formato del torneo, se entendió perfectamente el poder económico del reino, algo que no debía sorprender a nadie, aunque todo quedaba a la espera de alguna referencia negativa por parte de Infantino, comentario que jamás llegó desde su entorno.

Italia, por ejemplo, adoptó hace ya varios años la propuesta para su Supercopa, con esas millonarias tierras en su agenda, asegurándose así grandes sumas de dinero para invertir nuevamente en la disciplina.

Esto último prevaleció al momento de definir sedes y escuchar propuestas desde el exterior. España cuenta con hermosos estadios, algunos de los más imponentes del planeta, pero poco o nada importaría la boletería si desde otros países se enviaban cheques con cifras difícil de rechazar.

Sobre esto, se espera que el Barcelona reciba $7.5 millones por decir presente en el torneo, números nada despreciables a pesar de que se trate de una entidad con enorme flujo financiero y al que sus activos suelen superar año a año a sus pasivos por sus constantes éxitos deportivos. Esta misma cantidad de dinero ingresará a la cuenta del Real Madrid, en una repartición equitativa entre los dos más grandes del fútbol español.

Atlético de Madrid se embolsillará un poco menos de $4.5 millones y el Valencia se llevará a casa $2.7 millones.

Mientras el deporte priva en el día a día de los fanáticos, así como el desarrollo de nuevos atletas es la obligación de cada franquicia, en las oficinas de la FIFA también hay un norte, este, al menos en la mayoría de sus representantes, vinculado al dinero. La venta al mejor postor, así se estudia la disciplina por parte de quienes no suelen defenderla.

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