Decía Santa Teresa que Dios se encuentra entre pucheros. Y, tal vez, la manera en que la santa española dignificó la cotidianidad, inspiró a un joven sacerdote llamado Luis de Lezama en el Madrid de 1962.
Taberna del Alabardero: 25 años en DC

“No hay nada más peligroso y que cause más temor —incluyendo a la iglesia Católica— que ser innovador y emprendedor”,

La última novela de Luis de Lezama
A los 26 años comenzó como párroco en dos iglesias humildes del extrarradio de la capital de España. Allí luchó contra la marginación juvenil, la droga, y la cárcel. Le llamaron “el cura de los maletillas”, por su implicación social con los aprendices de torero a los que abrió su casa como albergue. Decide entonces montar un restaurante para emplear a estos jóvenes sin recursos.
“Descubro que la hostelería produce, a muy corto plazo, un cambio en los jóvenes, les hace relacionarse socialmente, les hace adquirir una educación y una cultura básicas, les hace evolucionar en la creatividad a través de la cocina”, explicó Lezama a El Tiempo Latino.
“Mi mayor satisfacción es ver sentada en un consejo de administración a gente mía que apenas sabía leer y escribir ”, sonrió.
A finales de enero, Lezama se reunió en La Taberna del Alabardero, en Washington, con un grupo de periodistas iberoamericanos. La noticia: los 40 años de ese grupo formado inicialmente por un cura “que no tenía idea de cocina” y muchachos desamparados que vivían de recolectar “chatarra, cartones y papeles viejos”. En 1974 se abrió la Taberna del Alabardero en Madrid, frente al Palacio Real. Y en 1989, hace 25 años, se inauguró La Taberna del Alabardero de Washington, DC.
Hoy el padre Lezama preside una de las cadenas más prestigiosas de España con más de 600 empleados y una facturación de más de $20 millones al año. Y todo manejado en un contexto no lucrativo, sin accionistas ni presiones. Eso, explicó Lezama, le da independencia y capacidad de innovación y riesgo.
“No hay nada más peligroso y que cause más temor —incluyendo a la iglesia Católica— que ser innovador y emprendedor”, dijo.
Lezama está acostumbrado a la controversia. No fue un camino fácil nadar contracorriente en las procelosas aguas de la España de la dictadura en los años 60 y 70 del siglo XX. Todavía queda algo de esa España “gobernada por los derrotados del Vaticano II”, pero Lezama ve en el Papa Francisco una renovación y una esperanza.
El concilio Vaticano II fue convocado por el Papa Juan XXIII en 1959 y presidido hasta su clausura, en 1965, por su sucesor, Pablo VI. Se pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma. “Renovar e innovar es duro porque significa cortar algo y añadir algo”, señaló Lezama quien dice sentirse “muy feliz siendo cura”.
Pero es que además es periodista: en 1972 entrevistó para la agencia EFE a los supervivientes del accidente aéreo en los Andes e hizo un reportaje con el movimiento Tupamaro, uno de los pocos que concedió la guerrilla uruguaya en la clandestinidad.
Es autor de varias novelas. La última, “la Rosa de David”, narra el amor de un judío de Baltimore, y una católica de Salamanca, España. Es diplomado por la Escuela de Hostelería de Lausanne, Suiza. Y preside la Fundación Iruaritz que rige el grupo de empresas donde, asegura, lo más importante es “el capital humano”.